De la dirección al liderazgo
Elena Pisonero es presidenta de Hispasat desde 2012. Tiene una amplia experiencia en el ámbito público y privado. Ha sido Embajadora de España ante la OCDE (2000-2004) y socia de Infraestructuras y Administraciones Públicas en KPMG (2005-2012). Es miembro del Consejo Científico del Real Instituto Elcano desde su fundación. Pertenece al grupo ESADEGeo, dirigido por Javier Solana dentro de ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, y dirige el proyecto "La Empresa Mediana Española" en el Círculo de Empresarios. Es un referente en estrategia, globalización, innovación y liderazgo, materias sobre las que publica de forma regular en diferentes medios. Tiene visión estratégica, esto es, la capacidad repensar los recursos, los procesos y los valores. Nos recibe en su oficina y el ventanal de la sala orientado al Paseo de la Castellana refleja su forma de ver el mundo: abierto al cambio. Hablamos con ella sobre el actual proceso de transformación que están viviendo las empresas, así como de la oportunidad de las escuelas de negocios de apostar por el talento y el liderazgo.
Elena define la transformación digital como un proceso complejo, que incluye un cambio real en la forma de entender los negocios y no solo en aquellos que llamamos "digitales". "Consiste en repensar en clave digital lo que hacemos y cómo lo hacemos. No se trata de tener una página web para informar sino de utilizar la información de la red para hacer. Y no se trata solo de los nuevos negocios que denominamos “digitales”. La verdadera revolución se producirá cuando todo lo que hoy conocemos esté informado por las claves que obtenemos de la red: nueva comercialización sin duda pero también nuevos productos y servicios y nuevos modelos de negocio en los sectores no digitales", apunta. Por eso, los directivos necesitan nuevas competencias, que resume como "saber leer y utilizar la nueva realidad digital". En suma, las habilidades del directivo (representar, negociar, proteger, promover los intereses de la firma) se definen y se defienden ahora en un nuevo contexto.
Las escuelas de negocios tienen una oportunidad, ya que pueden ayudar a desarrollar las capacidades en el ámbito estratégico, interpersonal o personal, nuevas áreas de desarrollo directivo. "Siempre he pensado que las escuelas de negocio cubren el enorme gap entre el conocimiento bastante abstracto que proporciona el sistema educativo tradicional y la realidad profesional", si bien para ello recomienda formatos más abiertos y flexibles que los actuales programas MBA.
En el ámbito del liderazgo, es donde Elena Pisonero encuentra una verdadera oportunidad. "Detecto una necesidad clara de formación de los profesionales para que transiten del nivel directivo al de liderazgo", puntualiza. El liderazgo es diferenciador, una auténtica palanca de cambio en las organizaciones. Consiste en contar al equipo que te rodea dónde estás y dónde quieres llegar y, por eso, no es una tarea delegable. Es responsabilidad del directivo aprender a ejercer el liderazgo de acuerdo con nuestras condiciones y entorno. El liderazgo se compone de varios elementos, matiza Pisonero, como la actitud ante la vida ("abierto al cambio", "aceptar los desafíos", "rodearse de diversidad"), la capacidad de gestionar las incertidumbres y la comunicación inteligente ("contar lo que vamos a hacer").
Y nuestro entorno es cada vez más complejo. Los mercados son dinámicos, la competencia procede de nuevas industrias y nuevas tecnologías, la red se ha consolidado y la incertidumbre se ha generalizado. Los stakeholders se han convertido en auténticos activistas, cuyas operaciones afectan a la cuenta de resultados. Elena define esa complejidad y señala cómo ha de ser la visión directiva: "Vivimos en un mundo muy complejo y competitivo que requiere, en mi opinión, de una capacidad de visión abierta y amplia que permita identificar y conectar tendencias al tiempo que se movilizan recursos para afrontar retos que necesariamente son oportunidades de mejora. Entre los recursos sin duda alguna el más escaso (hablo de talento no de mano de obra) y difícil de gestionar es el talento. Se requieren liderazgos más empáticos e integradores que conecten talentos de forma innovadora y eficiente."
En este punto, le pregunto por ideas concretas que contribuyan a que crezca el número de mujeres directivas. Me responde con una única palabra: "perseverar", que consiste en cambiar la forma de entender los negocios, la industria y el entorno. Solo así podemos alcanzar el "convencimiento de que lo diferente aporta. Las mujeres deben darse permiso para ser personas siendo profesionales más allá de sus roles tradicionales. Como sociedad hay que perseverar quitando la carga de género a los roles familiares/domésticos". Quizás, como ella misma apunta, sea esa forma diferente de ver las cosas la auténtica fuente de creatividad e innovación en los negocios. "Cuando hay un problema o una dificultad, intentamos hacer las cosas de manera diferente", rubrica.
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