Cómo sabe una máquina de refrescos que has usado una moneda falsa
En la era analógica era posible engañar a una máquina para llevarnos un snack o un refresco usando una moneda que no era de curso legal, sin embargo, eso es algo que ya no es posible. Es probablemente una duda que tiene mucha gente ya que parece que son demasiado inteligentes, al rechazarnos también algunas que no deberían dar ningún problema.
El problema, y la solución, que usan las máquinas de vending es bien sencillo y tiene que poco que ver con la suposición, como nos cuentan desde el Science Channel. Se trata simplemente de una serie de sensores que son capaces de detectar diferentes aspectos que tienen las monedas para saber si le estamos intentando dar gato por liebre.
Un haz de luz y un electroimán
Cómo explican en el vídeo que ponemos a continuación, y para los que se lleven peor con el idioma de Shakespeare, el secreto que esconden las ranuras de las máquinas de vending no son otros que dos sensores. El primero, un haz de luz permite determinar el grosor de las monedas, identificando así qué tipo de moneda puede ser y, sobre todo, pasando ya el primer filtro de entre las que están aprobadas y las que no por el software - esta es otra razón de porqué se rechazan las de menor valor en muchas máquinas -. Tras este sensor, el siguiente que se ocupa de analizar la moneda es un electroimán, con el que se puede determinar el metal o la composición de la moneda por su huella magnética. Estos dos sensores son suficientes para saber el tipo de moneda y el valor que tiene y conducirla a su compartimento correspondiente. De esta forma, es también como las máquinas van llevando la cuenta de las monedas que vamos poniendo y las que nos faltan por echar hasta llegar al importe necesario. Por otra parte, para darnos la vuelta, simplemente se hace una resta del importe total y se van liberando una a una monedas de cada uno de los tipos hasta llegar al cambio exacto.
Es justo estos sensores los que también rechazan monedas que aparentemente son válidas pero que no funcionan. Es probable que tengan algún tipo de imperfección en su superficie que cambie el grosor en el momento de la lectura, que se hayan imantado o que la suciedad distorsione el efecto del electroimán.
Otros sensores se encargan del cambio y de saber si ha caído el producto
En el vídeo también podemos ver otro de los secretos y es el de cómo saben estos ingenios que la comida no ha caído. En la actualidad, varios sensores de movimiento cerca de la bandeja de salida deben activarse para que la venta se de por finalizada. De no ser así, el carril donde está las patatas o los chicles seguirá rodando hasta que algo cruce el haz de luz. Es por ello que si metemos la mano, y, por casualidad, llegamos hasta el sensor, este entenderá que ya ha caído la mercancía, haciendo ya imposible que obtengamos el snack que tanto queríamos.