Un presupuesto británico que prioriza la prudencia reaviva la pregunta de 1974
La izquierda del país cuestiona si manda el Gobierno laborista o los mercados de bonos
En febrero de 1974, el Partido Conservador de Edward Heath lanzó una famosa campaña electoral con la pregunta: “¿Quién gobierna Gran Bretaña?”. El primer ministro ofrecía elegir entre su Gobierno electo, que intentaba acabar con la inflación mediante enérgicas reformas del mercado laboral, y los poderosos sindicatos británicos, que se resistían al cambio.
En 2025, ...
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En febrero de 1974, el Partido Conservador de Edward Heath lanzó una famosa campaña electoral con la pregunta: “¿Quién gobierna Gran Bretaña?”. El primer ministro ofrecía elegir entre su Gobierno electo, que intentaba acabar con la inflación mediante enérgicas reformas del mercado laboral, y los poderosos sindicatos británicos, que se resistían al cambio.
En 2025, la política británica se enfrenta de nuevo a un enfrentamiento similar. Esta vez, sin embargo, son los políticos de izquierda los que plantean la pregunta, y el blanco de su ira no son los sindicatos, sino los mercados de bonos.
Zack Polanski, líder del Partido Verde del Reino Unido, resumió la frustración tres días antes de que, el miércoles, Rachel Reeves, ministra de Economía, presentara su presupuesto. “Lo que creo que tenemos que hacer”, explicó, “es volver a una situación en la que los políticos democráticos elegidos por el pueblo se preocupen más por los limpiadores, los profesores, las enfermeras... que por las personas que poseen estos activos y ganan dinero mientras duermen”. Andy Burnham, alcalde de Mánchester y rival del primer ministro, Keir Starmer, lo expresó de forma aún más contundente en septiembre: “Tenemos que superar esta situación de estar en deuda con los mercados de bonos”.
La esencia de estas críticas es que las normas presupuestarias que Reeves introdujo en 2024 para reforzar la credibilidad ante los inversores en bonos inducen un sesgo innecesariamente conservador en su gestión de las finanzas públicas. Los políticos de izquierda argumentan que, al comprometerse con los superávits presupuestarios actuales, reducir la ratio de deuda pública y limitar el gasto social, el Gobierno está dando prioridad a la desinflación sobre el crecimiento y a los rentistas sobre los trabajadores.
El miércoles, Reeves desestimó esas quejas y se posicionó claramente del lado de los mercados de bonos. Aunque amplió el gasto social e introdujo nuevas subvenciones para las energías renovables, esas concesiones se vieron más que compensadas por una serie de subidas de impuestos que, según las previsiones de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por sus siglas en inglés), elevarán los impuestos del Reino Unido del 35% al 38% del PIB en los próximos cuatro años, su nivel más alto jamás registrado. Como resultado, el organismo fiscalizador independiente prevé que el endeudamiento público se reduzca del 4,5% del PIB este año a menos del 2%, mientras que la inflación se enfriará del 3,5% actual al objetivo del Banco de Inglaterra del 2% para 2027. Las previsiones de la OBR muestran que Reeves alcanzará su objetivo de superávit un año antes de lo requerido y disfrutará en 2029 del doble de margen de maniobra que el previsto en marzo.
La letra pequeña no es tan optimista. Rara vez lo es. Reeves puede afirmar que está cumpliendo su actual norma de superávit presupuestario porque el test legal se basa en un equilibrio de probabilidades. La probabilidad que asigna la OBR es del 59%, la cifra más alta desde 2019, pero aún así no es mucho mejor que lanzar una moneda al aire. Y, aunque el refuerzo del colchón presupuestario de Reeves, de 22.000 millones de libras (25.000 millones de euros, al cambio actual), pueda parecer impresionante, solo representa el 75% de lo que sus predecesores, de media, consideraban prudente.
Los funcionarios británicos han argumentado históricamente que la única garantía real contra la atención no deseada de los justicieros del mercado de bonos es que los indicadores de deuda del país estén por debajo de la media de los países desarrollados comparables cuando se produce una crisis. Según ese criterio, el Gobierno está lejos de estar a salvo. La OBR concluye que el presupuesto de Reeves “dejará al Reino Unido con una ratio deuda/PIB que es aproximadamente el doble de la media de las economías avanzadas y la sexta más alta” entre esas economías.
No obstante, el presupuesto acabó siendo prácticamente todo lo que los inversores en bonos podían desear. La reacción inmediata del mercado de deuda pública británica fue rotundamente positiva. El rendimiento de los bonos del Estado de referencia, a 10 años, cayó 10 puntos básicos el miércoles, hasta cerrar en el 4,42%, lo que supone la mayor subida en un solo día –en comparación con otros mercados de bonos importantes– debida a un acontecimiento presupuestario de gran envergadura en casi las dos últimas décadas, según los economistas de Deutsche Bank. A los bonos a más largo plazo les fue aún mejor. La libra se fortaleció frente al dólar y al euro.
Sin embargo, aunque el descenso del rendimiento de los bonos reduce los costes de financiación del Gobierno, las encuestas de opinión son más importantes para los políticos. En ese aspecto, las noticias no son tan buenas. La valoración neta de Reeves, negativa en un 57%, es peor que la de su predecesor, Kwasi Kwarteng, tras el desastroso minipresupuesto de septiembre de 2022 que le llevó a abandonar el cargo, según Yougov. El apoyo al Partido Laborista se ha desplomado desde que ganó las elecciones generales el año pasado; sus dos principales rivales de derecha, Reform UK y los conservadores, comparten alrededor de la mitad de los votos en las encuestas de opinión. Mientras, el verde Polanski goza de una popularidad casi 0 (ni positiva ni negativa) entre el público, y ha llevado a su partido de un escaso porcentaje de votos a casi una quinta parte, superando incluso al Partido Laborista en cuatro encuestas recientes de Find Out Now.
Por lo tanto, es preocupante que la autoproclamada “misión número uno” del Gobierno de impulsar el crecimiento no figurara en el presupuesto de Reeves. La OBR ya había señalado que recortaría las previsiones de mejora de la productividad en consonancia con los pésimos resultados recientes del Reino Unido. Si a esto le sumamos la contractiva postura del presupuesto y la falta de reformas significativas que puedan desencadenar la inversión del sector privado, no es de extrañar que el organismo de control presupuestario haya recortado su previsión de crecimiento económico para los próximos cuatro años, pasando de una media ya de por sí mediocre del 1,8% anual a un anémico 1,5%.
La próxima gran prueba política del Partido Laborista llegará con las elecciones locales de mayo del año que viene. Desde el punto de vista económico, el presupuesto favorable a los bonos de Reeves puede parecer una opción de bajo riesgo. Sin embargo, desde el punto de vista político, el riesgo es alto. La izquierda argumentará que ha acabado con el crecimiento con su conservadurismo presupuestario. La derecha dirá que ha gravado al sector privado hasta la muerte.
Si Reeves tiene suerte, el crecimiento se reactivará sin necesidad de estímulos ni reformas del lado de la oferta. Si no la tiene, su Gobierno podría recibir la misma respuesta de los votantes que Heath cuando preguntó “¿Quién gobierna Gran Bretaña?” en 1974. “Tú no”.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías