Bolsas en guardia cada vez con más motivos
Escudriñar solo las valoraciones a lo mejor es quedarse corto
Entre el confuso ruido que domina en los últimos días los mercados bursátiles, se hace difícil distinguir qué voces corresponden a quienes simplemente recogen los beneficios de un año pródigo para la inversión, a quienes está decepcionados con el ritmo de recortes de tipos de la Fed y a quienes van más allá y han empezado a sospechar que las subidas trepidantes de los valores tecnológicos han ido demasiado lejos.
Los motivos, o las excusas, para la corrección, están ahí, si bien Nvidia ha salvado por ahora la bola de partido. La compañía que más dinero vale en Bolsa en el mundo presentó resultados y pulverizó previsiones con un alza del beneficio en el tercer trimestre del 65%. Avanzó además que tiene una visibilidad de un gasto por parte de sus clientes de más de 500.000 millones de dólares en sus chips avanzados. Para el gran exponente de la inteligencia artificial, no hay burbuja que valga. Aun así, sus anuncios no han devuelto la calma al mercado, y la volatilidad ha hecho su aparición, con subidas y bajadas sobre la misma cotización de Nvidia.
Las Bolsas, con la tecnología al frente, ya remontaron este año tras la aparición de DeepSeek, que vino a recordar con el efecto de una bofetada que China también existe en el ámbito de la inteligencia artificial, y se han sobrepuesto con holgura al impacto de la guerra comercial de Donald Trump, menos dañina de lo que se planteó en principio. El discurso y la atención de los gestores pasó a centrarse en la solidez de la economía de EE UU y de los resultados empresariales y las perspectivas para 2026 que se van conociendo estos días apuntan a la continuidad del rally, sostenido en gran parte por la tecnología.
Pero, en paralelo a la remontada bursátil, la exuberancia que rodea a la inteligencia artificial también ha ido creciendo, con fenómenos que no existían en los últimos meses. Así, las grandes tecnológicas han comenzado a endeudarse con fuerza, ya bajo la presión de cómo financiar las exigentes inversiones que requiere la IA, y están tejiendo una red de alianzas que hace temer por una endogamia en el sector donde los propios clientes son también competidores. Las tecnológicas no se financian como en los 90, a golpe de OPV, sino con emisiones de deuda y créditos del sector privado, al margen de la banca tradicional –y supervisada–, lo que abre otro foco de preocupación. Su peso en el mercado y su influencia sistémica por tanto se amplía, como ya a avisan los reguladores. Escudriñar solo las valoraciones a lo mejor es quedarse corto.