¿Se atreverá Murtra a reducir el dividendo a Fainé en el plan estratégico de Telefónica?
El presidente de la ‘teleco’ necesita capitalizar la compañía para compras, al tiempo que cuida la acción por si toca canjear ‘papelitos’. Una gran fusión europea es su salida para sobrevivir a un cambio de Gobierno
“En tiempos de incertidumbre, invertir en las personas, fomentar la confianza, y actuar con propósito, son esenciales para un futuro no solo económicamente viable, sino también socialmente justo”. Así se expresaba hace apenas unos días Isidro Fainé, presidente de la Fundación La Caixa, durante ...
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“En tiempos de incertidumbre, invertir en las personas, fomentar la confianza, y actuar con propósito, son esenciales para un futuro no solo económicamente viable, sino también socialmente justo”. Así se expresaba hace apenas unos días Isidro Fainé, presidente de la Fundación La Caixa, durante la asamblea general y el consejo social y filantrópico del Instituto Mundial de Cajas de Ahorro y Bancos Minoristas (WSBI), celebrados en Washington en paralelo a las reuniones del Fondo Monetario Internacional (FMI). De extracción humilde, no parece extraño que, en este punto de su vasta y exitosa trayectoria profesional, el ejecutivo catalán, que empezó su vida laboral a los 13 años en un taller de Manresa, tenga el legado social como principal motor existencial. Como él mismo ha dicho en privado, en la santísima trinidad que conforma el imperio Caixa, Criteria es clave como brazo inversor y sería el remedo del padre; CaixaBank haría las veces del hijo, el más querido, el pilar sobre el que se asientan las finanzas, y la Fundación se identifica con el espíritu santo, el corazón y la esencia del proyecto, su fin último.
Se lamenta el financiero manresano de cuando en cuando de que, pese a su pertinaz empeño, los programas educativos de la institución que preside en África y América Latina, o los esfuerzos por limitar la pobreza infantil, no tienen el realce que merecen en los medios de comunicación. Para él son las verdaderas historias. Los fondos que destina a tales efectos son ingentes. La Fundación anunció un presupuesto para 2025 de 655 millones, de los cuales 370 se destinarán a acciones de transformación social. Un desembolso colosal. ¿Y de dónde salen esos recursos? En esencia, de los dividendos que recibe del renacido y creciente holding industrial, alimentado a su vez por sus participaciones en reconocidas empresas cotizadas. En la presentación del plan estratégico de Criteria Caixa el pasado verano, se estimó que alcanzaría dividendos por importe de 700 millones de euros en 2030. En su acervo de participadas, CaixaBank, Naturgy, Colonial, Puig, ACS y, por supuesto, Telefónica.
El conglomerado catalán aglutina un 10% de la operadora y fue un socio clave de Pedro Sánchez para moderar la irrupción de la saudí STC en su accionariado. Con el fin de garantizar la españolidad del proyecto, junto a la pública Sociedad Estatal de Participaciones (SEPI) -otro 10%- y el BBVA -5% adicional-, Fundación y Criteria se compaginaban para alcanzar en junio de 2024 ese porcentaje del capital. El nuevo socio asiático se quedaba en el 9,9%. Durante toda la etapa de José María Álvarez-Pallete, Fainé se convirtió en un apoyo vital para el ejecutivo madrileño en su esfuerzo por sostener la acción. Pallete, recién llegado a la presidencia, adquirió títulos de la operadora en 2018 por casi 9 euros; abandonó la firma con la cotización luchando por llegar a los 4. No debió ser fácil de digerir para el presidente de la Fundación La Caixa ver cómo el presidente de Telefónica era despedido sin miramientos en el propio Palacio de La Moncloa, ante representantes de los accionistas. En el mundo corporativo, las formas importan. Como gesto de consolación, el Ejecutivo se guardó un caramelo para endulzarle tan amargo trago.
Marc Murtra -el elegido por Sánchez para suceder a Pallete, con una larga trayectoria en el sector público y vínculos con el socialismo catalán- no era para Fainé ningún extraño, al punto de que -como su antecesor en Telefónica- forma parte del patronato de la Fundación. ¿Quién mejor para sostener el flujo de dividendos? El pago previsto para 2025 es de 0,30 euros por acción en efectivo, a pagar en dos tramos: 0,15 euros en diciembre de 2025 y 0,15 euros en junio de 2026. En total, unos 170 millones para el núcleo Caixa. Claro que, a solo una semana de que la firma de telecomunicaciones presente su nuevo plan estratégico -un hito que supone su verdadera puesta de largo financiera-, no es evidente que el directivo nacido en Blackburn pueda mantener en el tiempo esa remuneración, con el riesgo de desairar a tan ilustre socio.
En efecto, el presidente de la ‘teleco’ está ante una auténtica encrucijada, en la que probablemente tenga que elegir entre lo malo y lo peor. Esencialmente, porque nada de lo que puede hacer es ni evidente ni barato. La premisa está clara: pasar de una etapa en la que la prioridad era reducir deuda -aún en el entorno de los 27.000 millones- a otra de crecimiento, con la diana puesta en la consolidación del sector. También es clave el foco geográfico. En ese plan se engloban las ventas aceleradas de Latinoamérica, región de la que se pretende salir -al tiempo que se hace caja- para favorecer el mercado europeo. Para cualquier escenario de compra o fusión, incluso para una operación intermedia que permita ganar tamaño de cara a un proyecto más ambicioso, Murtra necesita previamente capitalizar la compañía. Y como diría el clásico, con fundamento. No en vano, las valoraciones de posibles compañeros de viaje para esa nueva estrategia son de vértigo.
El diario germano Handelsblatt confirmaba esta semana la noticia publicada por El PAÍS, según la cual Telefónica estaría explorando la compra del operador alemán de telefonía móvil 1&1, en lo que sería la mayor compra de la firma en los últimos años. Hay que remontarse a 2015 y a la adquisición de la brasileña GVT por 7.200 millones de euros para encontrar una operación de semejante envergadura. Los números importan. La operadora alemana capitaliza cerca de 4.000 millones de euros, un factor a considerar a la hora de abrazar la alternativa alemana como vector de crecimiento. Desde luego, el mercado germano intriga a Murtra, que tal vez esté preparando el terreno. No es casualidad que hace apenas semanas decidiera prescindir de su principal ejecutivo en ese país, Markus Haas, en el cargo desde principios de 2017.
Sobre el papel, una alternativa sería Vodafone España, cuyo propietario -el fondo británico Zegona- se ha disparado en Bolsa al calor de los rumores y ya capitaliza 11.100 millones de euros tras una revalorización de triple dígito en el ejercicio. Un desempeño notable que no facilita precisamente un planteamiento low cost. Lo más preocupante de esa operación, sin embargo, está en los problemas de sinergias, los plazos de aprobación regulatoria -que como ha demostrado la integración de Orange y MásMóvil se puede prolongar durante dos años- y, sobre todo, la certeza de engordar a Digi con las restricciones que impongan las autoridades de competencia a una eventual transacción. No en vano, Bruselas se ha resistido tradicionalmente como gato panza arriba a bajar de cuatro a tres actores en los mercados domésticos de telecomunicaciones. La llegada como comisaria de Teresa Ribera para esos menesteres no va a suponer un cambio radical en esas tesis, dado el poder que detentan los propios funcionarios bruselenses, reticentes a mover la aguja hasta que no se presente un nuevo marco regulatorio. Reino Unido, donde Telefónica se reparte al 50% con Liberty la operadora Virgin Media O2, sería el plan C, si bien cualquier movimiento implicaría una indeseada consolidación adicional de deuda.
No hay soluciones mágicas. Descartado el recurso al apalancamiento, y apurado el jamón latinoamericano hasta casi tocar el hueso, solo dos fórmulas aparecen claras en el horizonte. En primer lugar, ampliar capital y, en segundo, reducir el dividendo. Dando por hecha la neutralidad financiera de ambas operaciones, lo cierto es que no tiene demasiado sentido pedir dinero al mercado para mantener la retribución a los accionistas. Eso sí, si decide tocar el dividendo, a Murtra le quedaría la ardua tarea de convencer a los socios de que su plan para la compañía es un proyecto de generación de valor a medio plazo, y de que tiene sentido apretarse el cinturón algún tiempo para luego cosechar los frutos. Fuentes conocedoras de la relación que mantienen Murtra y Fainé, aseguran que el presidente de Telefónica tiene crédito y puede seducir al primer ejecutivo de la Fundación La Caixa para asumir esa renuncia, siempre y cuando sea capaz de venderle un relato sólido de futuro. El pasado 16 de octubre, Telefónica anunciaba un acuerdo con UGT y CCOO sobre el primer Marco Social de la empresa, una suerte de documento para unificar los derechos y compromisos de la plantilla que muchos en la casa ven como la antesala del ERE de miles de trabajadores que podría incluir el plan estratégico. El mensaje es claro: si la plantilla puede hacer sacrificios, los accionistas también pueden hacerlos.
En todo caso, más allá de cuidar a Fainé, Murtra tiene una misión mayor, y no es otra que cuidar de sí mismo. Aunque en determinados escenarios puede ser la misma cosa, para él no hay mejor escudo en este punto que preservar en lo posible la acción, que sufrirá tanto con una ampliación de capital como con una reducción del dividendo. Lo hará en menor medida, eso sí, si logra convencer al mercado el próximo día 4. Una evolución positiva de la cotización en los próximos meses permitirá a la compañía acudir a cualquier operación de fusión futura en buena forma, condición sine qua non para un canje de papelitos favorable. El mantra que Murtra repite sobre la necesidad de consolidar el sector de las telecos en el entorno europeo no es casual. Y una eventual operación transfronteriza a medio plazo podría requerir algo más que capital.
La posición pública del presidente de Telefónica en contra de la atomización del sector alienta, en todo caso, interpretaciones diversas, entre ellas la posible confluencia de intereses entre lo corporativo y lo personal. Murtra, jefe de gabinete en la era Zapatero del Ministerio de Industria de Joan Clos, exalcalde de Barcelona por el PSC, acumula una larga lista de cargos en la administración que sumar a su pedigrí empresarial. Un cambio de Gobierno, con la SEPI con mando en plaza en el accionariado -y con el resto de accionistas dependientes del BOE-, no le augura buenos tiempos. Una fusión de calado en el entorno comunitario, en la que la gobernanza no dependiera solo del Ejecutivo de turno, le ayudaría a afianzar una posición que, en términos políticos, pende de un hilo. Puede que el entorno corporativo esconda añagazas, pero en la res publica cada paso es imprevisible. El tiempo no juega a su favor, con el horizonte de 2027 como última línea roja a la vuelta de la esquina. La presentación del 4 de noviembre es una auténtica caja secreta, repleta de acertijos. Mejor hilar fino para convencer al mercado y aprovechar su bala de oro, quién sabe si el único disparo de que dispone. Y por el camino, si es posible, mejor no buscarse en casa más rencillas y enemigos de los que ya tiene fuera.