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Las claves: la solución del sistema eléctrico pasa por el control de todas sus tensiones

Van llegando a cuentagotas los diagnósticos a los problemas de la red

Van llegando a cuentagotas los diagnósticos a los problemas del sistema eléctrico. En el caso del apagón que asoló la península Ibérica el 28 abril, fue una cuestión de sobretensión en varias instalaciones renovables; y en el de las alarmas levantadas por Red Eléctrica a principios de este mes, de cambios bruscos de tensión. Identificados –no sin esfuerzo y rifirrafes– los obstáculos, los diferentes actores del complejo sistema eléctrico español ponen sobre las mesa sus soluciones: cientos de plantas renovables han pedido que se las habilite para ofrecer un control dinámico de tensión, y evitar así los picos bruscos, un sistema limitado principalmente a ciclos combinados de gas e hidráulica.

Este proceso, sin embargo, se ha visto retrasado, y ha sido objeto de acusaciones cruzadas entre Red Eléctrica, la CNMC y el Ministerio de Transición Ecológica. Parecidas a las intercambiadas entre el operador y las eléctricas al dirimir responsabilidades por el apagón, o a las lanzadas entre estas últimas y el Gobierno sobre la prolongación de la vida de las nucleares. De todo el embrollo sale una conclusión clara: el problema del sistema es de tensión. En todas sus facetas.

A los mercados financieros hay que salir con paraguas

El oro es el más brillante de los activos refugio, esos en los que uno se esconde cuando llueven chuzos de punta. Por ello, al más mínimo rayo de sol, no son pocos los que salen a tocar césped y hacen que el precio del metal precioso se caiga con fuerza. Así ha ocurrido en lo que va de semana, en la que, ante ciertas esperanzas llegadas desde Estados Unidos, el precio del oro se ha corregido desde los niveles récord a los que nos venía acostumbrando. La corrección, con todo, no parece tener visos de durar mucho en el tiempo. Puede que las proyecciones metereológicas sean buenas, pero lo suyo, por prudencia, es salir a los mercados con paraguas.

Cuando el pan se encarece notablemente más que los pasteles

Que coman pasteles” es una frase atribuida comúnmente a la reina francesa María Antonieta, en hipotética respuesta a unos campesinos que se quejaban la carestía del pan. Sin llegar a esos extremos, la inflación de los productos básicos, y más baratos, está siendo en los últimos años más alta que la de los caros: un 37% frente a un 23% en España, según un estudio. En realidad, es lo normal en una crisis energética como la reciente (que está lejos de estar conjurada, aunque ahora de un respiro). El mayor problema de la inflación, y que suelen olvidar los gobernantes cuando comentan los datos económicos, es que es un número relativo, no absoluto, y que se acumula. De ahí que el malestar de los ciudadanos no se reduzca tan rápido.

La frase del día

Creemos, y no somos los únicos, que es necesario respetar las normas internacionales y el principio de legalidad en lo relativo al uso de los activos rusos congelados para ayudar a Ucrania. Debemos garantizar la sostenibilidad de cualquier medida que se pueda adoptar
Giorgia Meloni, primera ministra de Italia

¿Conseguirá la inteligencia artificial competir con la eficiencia de la humana?

Personajes tan variados como Steve Bannon, asesor de Donald Trump; Meghan Markle, esposa de Enrique de Inglaterra; y Stephen Fry, cómico y actor, han firmado un manifiesto contra el desarrollo de “superinteligencias” artificiales que superen a las humanas. También lo suscriben expertos como Geoffrey Hinton y Yoshua Bengio: no se trata de una simple reunión de artistas y celebridades. Es una señal más del temor que provoca la idea de una IA que imite a los humanos, en lugar de dedicarse simplemente a resolver problemas, como una herramienta más. La duda, de todos modos, es más bien cuánto costará hacer esa superinteligencia y, sobre todo, cuánto costará mantenerla. Porque, aunque limitada, la inteligencia humana tiene poca competencia en cuanto a eficiencia energética.

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