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Europa y la lira de Nerón

Tocar la lira mientras Roma arde es una metáfora que refleja el momento actual del club comunitario

Tocar la lira mientras Roma arde es una metáfora que refleja el momento actual de la Unión Europea. Está en juego la capacidad de Europa para determinar nuestro destino por nosotros mismos. Se trata del mayor desafío al que nos hayamos enfrentado desde la destrucción de la URSS. Pero creo que la actual estructura institucional de la Unión Europea de 27 miembros no está a la altura para hacer lo que necesitamos hacer para superar el reto. Y no solo por los grilletes de la unanimidad. Toda la hoja de ruta establecida, entre otros, por los informes de Letta y Draghi, se resumen en la necesidad de...

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Tocar la lira mientras Roma arde es una metáfora que refleja el momento actual de la Unión Europea. Está en juego la capacidad de Europa para determinar nuestro destino por nosotros mismos. Se trata del mayor desafío al que nos hayamos enfrentado desde la destrucción de la URSS. Pero creo que la actual estructura institucional de la Unión Europea de 27 miembros no está a la altura para hacer lo que necesitamos hacer para superar el reto. Y no solo por los grilletes de la unanimidad. Toda la hoja de ruta establecida, entre otros, por los informes de Letta y Draghi, se resumen en la necesidad de avanzar hacia más Europa. Sin embargo, la resistencia de los Estados miembros a ceder soberanía, los conflictos entre Consejo y Comisión, así como el auge de fuerzas de extrema derecha que reclaman más nación, lo están haciendo (casi) imposible. No hay tiempo que perder, pero caminamos a un ritmo demasiado lento para que las medidas surtan el efecto revulsivo requerido.

Europa está sobrepasada por cuatro hechos imprevistos. Los dos primeros son: su declive económico, con el riesgo elevado de pasar a ser irrelevante en el mundo actual; y el regreso de la guerra al continente, en medio del reajuste estratégico de los Estados Unidos de Trump. Ambas realidades ponen en cuestión la capacidad de la Unión Europea para garantizar su propia autonomía estratégica en un mundo fragmentado que ha roto las cadenas de suministro creadas por la globalización y para protegerse de amenazas cada vez más inminentes en su territorio.

El tercer hecho, en palabras de la presidenta Von der Leyen: “Europa está en combate (…), nuestra democracia está siendo atacada”. Desde fuera, por los autócratas Putin y Trump, así como por sus terminales internas, que, juntas, formarían ya el segundo grupo en el Europarlamento. De repente, se ha abierto un abismo debajo de nuestra autosatisfacción y todo ha cambiado. A pesar de ello, -cuarto hecho-, seguimos siendo atractivos como punto de destino para millones de inmigrantes en peor situación en sus países de origen, con el reto de ordenar la convivencia, porque los necesitamos ante el invierno demográfico de envejecimiento en que nos hemos instalado los europeos.

Algunos datos: nuestro PIB per cápita diverge a la baja progresivamente del estadounidense, a la vez que ambos perdemos peso en el PIB mundial. Las inversiones en capital riesgo, que definen la nueva economía, son, como porcentaje del PIB, sensiblemente inferiores en la UE respecto a EE UU. Los costes de la electricidad son superiores en la UE que en EE UU, a pesar de estar más avanzados en renovables; la adopción de tecnologías digitales en las empresas europeas está muy por debajo de los objetivos marcados en la Década Digital; la productividad ha sido inferior en las últimas dos décadas respecto a EE UU; la cuota europea de exportaciones está decayendo; la carga regulatoria europea es claramente superior a la estadounidense; entre las 50 empresas tecnológicas del mundo, solo cuatro son europeas y ninguna entre las 15 primeras; el gasto en I+D representó el 2,2% del PIB en la UE, mientras que fue del 3,4% en EE UU.

El diagnóstico, con sus soluciones, de los dos primeros problemas, está hecho y aceptado en los informes de Letta y Draghi, con una conclusión demoledora: a pesar de los 30 años desde la aprobación del mercado único europeo, las barreras internas existentes (fiscales, regulatorias…) representan un arancel del 100%, con mercados esenciales, como el de capitales, demasiado fragmentados para ser eficientes.

De manera muy resumida, el informe Draghi evalúa en unos 800.000 millones de euros adicionales de inversión (pública y privada) en defensa, energía, descarbonización y digitalización, lo que necesitaría la UE para superar sus retrasos y mejorar su competitividad; y del informe Letta se concluye que esta cantidad, y más, está disponible en Europa si somos capaces de integrar, de verdad, nuestros mercados financieros y de capitales. Europa no es capaz de utilizar de forma productiva todo el capital del que dispone y, por eso, exporta una buena parte de sus ahorros en lugar de invertirlo en el interior. La situación puede agravarse cuando en 2027 finalicen las inversiones de los fondos Next Generation, poniendo presión sobre la inversión pública de los países miembros.

La UE debe actuar, de forma urgente, en cuatro planos simultáneos y coordinados:

  1. Aprovechar plenamente el potencial de un mercado interior tan amplio, acabando con todas las barreras existentes. Aumentaría el tamaño de nuestras empresas y surgirían los campeones europeos.
  2. Diseñar políticas de ámbito europeo, es decir, supranacional, en los sectores estratégicos de defensa, energía, digitalización y descarbonización
  3. Construir el mercado interior de capitales, que permitirá obtener la financiación suficiente para abordar ambos desafíos.
  4. Alinear inversiones públicas en los presupuestos nacionales y crear herramientas de endeudamiento común para inversión en políticas conjuntas.

Esta hoja de ruta de supervivencia de la UE se encuentra en riesgo por la resistencia política y los divergentes intereses nacionales que se manifiestan en el cuarto problema señalado arriba: el auge de una extrema derecha no europeísta, animada por Putin y Trump, que utiliza la inmigración como excusa para dividir, enfrentar y reconstruir muros nacionales, cuando todo señala que debemos avanzar en la dirección opuesta: más supranacionalidad.

Con el actual esquema institucional, será imposible encontrar, a tiempo, las soluciones conocidas. Se avanzará en apuntes interesantes como los Proyectos de Interés Común Europeo, las compras públicas conjuntas en defensa con el instrumento SAFE, la creación de la Brújula de la Competitividad, etc. Se mencionará, como contraejemplo, el proyecto Next Generation con financiación conjunta o la respuesta a la guerra en Ucrania. Pero quedará en eso: en demostraciones de que sería posible conseguirlo si hubiera voluntad política suficiente para ello; pero poco más.

Europa debe avanzar constituyendo entidades de geometría variable como es la propia eurozona. Lanzar proyectos federales, y quien quiera unirse que lo haga. Y el resto, que no estorbe.

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