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La prudencia se impone en la economía mundial

Para España, el mandato es claro: aprovechar la bonanza para tratar problemas acuciantes

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha vuelto a llamar a la cautela en su último informe de Perspectivas económicas mundiales. El organismo multilateral avanza unas previsiones de crecimiento “frágiles” –”desa­lentadoras” o “sombrías” son otros de los términos utilizados– en un entorno donde la incertidumbre, uno de los conceptos más manidos de los últimos años, parece enquistarse. El PIB mundial avanzará, según sus cálculos, un 3,1% en 2026, frente al 3,3% de 2024, en una ralentización evidente respecto a los tiempos anteriores a la pandemia.

Son diversas las amenazas que atenazan a la actividad mundial: desde una inflación que, aunque parezca controlada, sigue siendo incómoda, al endurecimiento de las políticas monetarias o un panorama internacional más fragmentado. De esto último es en buena parte responsable Estados Unidos, la primera economía del mundo, y su Administración, liderada por Donald Trump, que ha puesto patas arriba el comercio global. A esta ecuación se añaden unos mercados financieros donde resuenan con fuerza creciente las alertas de burbuja.

La ofensiva arancelaria del morador de la Casa Blanca ha impactado con fuerza en las previsiones de crecimiento mundial –y notablemente en las de su propio país–, pero con menos intensidad de lo proyectado en un primer momento. El FMI subraya que la contención de la mayoría de los países, que se abstuvieron de desafiar a Trump con represalias comerciales, ha moderado el golpe de los aranceles. Asimismo, las empresas han sabido demostrar agilidad para adaptarse a un modelo más proteccionista. Esta resiliencia, con todo, ya muestra signos de agotamiento.

La nota disonante –y positiva, algo impensable hace una década, pero que comienza a ser habitual– es España. El Fondo vuelve a situarla como la economía que más crecerá este año, con un robusto 2,9%, a gran distancia de sus vecinas comunitarias y por delante de potencias como Estados Unidos. Pero advierte: esta bonanza no tiene visos de permanencia. Para el año que viene, el crecimiento será de un punto menos, marcado por el agotamiento de motores como los fondos europeos.

El panorama impone, pues, prudencia: son muchos los factores, algunos de aparente pequeño tamaño, que pueden desencadenar una reacción en cadena. Para España, el mandato es claro: aprovechar la bonanza para tratar problemas acuciantes, que no se reflejan tan bien en las grandes cifras como el PIB.

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