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Las energéticas de EE UU deberán unir fuerzas ante la IA

El aumento de la demanda obliga a inversiones que las compañías no se ven capaces de afrontar sin fusiones

El número de empresas de servicios públicos que cotizan en Bolsa en EE UU ha pasado de alrededor de 1000 a principios del siglo XX a menos de 200. La presión regulatoria y la ralentización del crecimiento de la demanda frenaron el ritmo de concentración. Ahora, la inteligencia artificial ha despertado un nuevo apetito por los electrones. A medida que la expansión de la capacidad vuelve a estar en la agenda, ...

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El número de empresas de servicios públicos que cotizan en Bolsa en EE UU ha pasado de alrededor de 1000 a principios del siglo XX a menos de 200. La presión regulatoria y la ralentización del crecimiento de la demanda frenaron el ritmo de concentración. Ahora, la inteligencia artificial ha despertado un nuevo apetito por los electrones. A medida que la expansión de la capacidad vuelve a estar en la agenda, el número de proveedores volverá a disminuir.

La fusión de la semana pasada entre Black Hills y NorthWestern Energy, junto con transacciones recientes como la compra de Calpine por parte de Constellation por 16 400 millones de dólares, o la de TXNM por 11 500 millones, suma un total de 89.000 millones en operaciones anunciadas en lo que va de año, según LSEG. Es más en ocho meses que en cualquier año natural de los últimos 20, salvo 2007, que terminó solo algo por encima.

Esto se produce al final de una década de estancamiento en el alza de la demanda de electricidad. El auge de los coches eléctricos y el impulso a la fabricación nacional han provocado una avalancha de nuevas plantas, lo que ha aumentado las necesidades. La IA supone una nueva y vertiginosa aceleración. Según McKinsey, las granjas de servidores supondrán en torno al 12% de la demanda de la red eléctrica de EE UU en 2030, casi tres veces más que ahora. La Asociación Nacional de Fabricantes Eléctricos prevé que la demanda total aumente un 50% para 2050.

Si a esto le sumamos las obligaciones locales de transición a la energía verde y unas redes de transmisión obsoletas, el resultado es un gasto considerable. S&P Global calcula que el gasto de capital de las energéticas será este año un 50% superior al de 2021, y que el sector invertirá más de un billón en 2025-29. El coste ya es alto: el gasto discrecional de efectivo de las utilities reguladas lleva desde 2020 superando los 100.000 millones al año.

Aquí es donde las fusiones ayudan. Las economías de escala hacen que sea más barato y fiable generar y distribuir energía a más consumidores al mismo tiempo.

Los reguladores temen que las empresas entreguen los beneficios de las operaciones a los accionistas, mientras los consumidores se ven obligados a asumir el coste de la expansión. Esto produce resultados extraños. Véase Duke Energy, que completó una fusión en 2012, pero siguió siendo dos entidades en gran medida separadas. Ahora solicita la aprobación para una consolidación total, con un ahorro de hasta 3.000 millones, alegando una mayor capacidad de inversión.

Cualquier nuevo acuerdo promete igualmente recortes de costes, una mejora de la solidez del balance y la capacidad de asumir más deuda para la expansión. El auge de la IA puede obligar a los reguladores a tomar medidas: las utilities reguladas repercuten los costes de inversión en los contribuyentes, pero si una fusión promete mejorar las alzas de las facturas, resultará tentador para las autoridades. La demanda está llegando. La cuestión es si los consolidadores obtendrán libertad para responder.

Los precios y la fiabilidad

El aumento vertiginoso de la demanda de energía EE UU se ha hecho patente en la última subasta del operador de red PJM Interconnection, en la que las tarifas de la energía de reserva alcanzaron los 329 dólares por megavatio-día en todas las zonas cubiertas. Es un aumento de 11 veces en los últimos dos años, alcanzando el máximo regulado por el Gobierno federal. En gran medida, es una consecuencia de las enormes granjas de servidores que alimentan la IA. Los controles de precios frenan los incentivos para solucionar el problema, pero hay otras ideas mejores.

La IA es ahora tan importante para las grandes empresas del país que su crecimiento parece inevitable. El consumo de los centros de datos en el mundo se duplicará con creces para 2030 hasta los 945 teravatios-hora, según la Agencia Internacional de la Energía, y los servidores de EE UU supondrán casi la mitad de esa subida. Estas instalaciones suelen necesitar estar cerca de los principales núcleos de población para poder responder rápido a los usuarios. Pero el suministro de electrones en ciudades como Chicago y Washington DC ya es limitado.

Esto ha dado lugar a intervenciones improvisadas para estabilizar el mercado. Por ejemplo, las centrales de combustibles fósiles están permaneciendo en funcionamiento más tiempo de lo previsto, incluso mediante órdenes de emergencia para mantener la generación de petróleo y carbón en el territorio de la costa este de PJM. Si bien esto puede evitar déficits a corto plazo, prolonga la dependencia de un suministro intensivo en carbono. El gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, también pidió a los reguladores federales que limitaran los precios de las subastas para proteger a los consumidores.

El problema es que el control precios debilita los incentivos para elevar la inversión. Y hay otras cuestiones más fundamentales relacionadas con la forma en que se compra la energía. El diseño de las subastas de PJM se centra en la capacidad bruta. El operador del mercado de California, Caiso, también recompensa la capacidad de los proveedores para aumentar y reducir deprisa su suministro mediante créditos de energía limpia o pagos que reflejan mejor su rendimiento real. De este modo, se incentiva la solar con almacenamiento en baterías, que es más ágil que otras fuentes, evitando déficits repentinos.

Hay otras ideas: Irlanda exige que los nuevos centros de datos ofrezcan flexibilidad de demanda o generen su propia electricidad. Singapur está probando herramientas impulsadas por la IA para ajustar mejor el uso a la producción renovable. Microsoft ha instalado microrredes en emplazamientos de Suecia y Finlandia. En EE UU, empero, los esfuerzos han estado mal coordinados. Las propuestas de PJM para reformar las normas de licitación o integrar el almacenamiento han encontrado resistencia, mientras la presión para valorar la capacidad de respuesta rápida sigue a debate. Entre tanto, los retrasos en la interconexión se prolongan más allá de los dos años, lo que infla los costes y disuade a los nuevos participantes.

La demanda está creciendo a su ritmo más rápido desde los 70, y la modernización de la red puede costar más de 578.000 millones, según la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles. Sin mejores incentivos, el resultado será facturas más altas durante más tiempo o un servicio menos fiable.​

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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