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Las claves: el difícil ‘dilema’ de invertir en Nvidia o en el ladrillo español

Un piso costará de media 329.100 euros: más de 10 años de ahorro íntegro del salario medio en España en 2024

Nvidia se coronó la semana pasada como el primer valor de la historia en alcanzar los cuatro billones de capitalización bursátil, y su vuelta a China da a entender que el rally de la compañía más grande del mundo está lejos de acabarse. Pocos productos de inversión se pueden medir con el fabricante estadounidense de semiconductores. Y uno de ellos es el ladrillo español: la vivienda nueva –y en general– sigue encareciéndose, y aunque en junio ya marcó un máximo de 3.151 euros por metro cuadrado (en lo que va de año sube un 8,7%) el sector le ve mucho más recorrido.

En el segundo semestre, apuntan, un piso costará de media 329.100 euros. Esto son más de 10 años de ahorro íntegro del salario medio en España en 2024, y casi 18 años del salario más frecuente. Y, a pesar de todo ello, las compraventas mantienen niveles no vistos desde la burbuja inmobiliaria. Quizá tenga que ver con que el ladrillo compita en rentabilidades con Nvidia. Y quizá, además de centrarse en aumentar la oferta, habría que empezar a poner el foco en quién está comprando todas esas casas (un gran número a tocateja).

Renault da la enésima voz de alarma del motor europeo

A Renault se le acumulan los problemas: en plena búsqueda de un nuevo consejero delegado, el fabricante francés de coches ha anunciado un recorte de sus previsiones, en lo que supone la enésima voz de alarma de un sector europeo amenazado por muchos frentes: por una demanda menguante, la regulación interna que busca transformarlo y, por supuesto, la competencia extracomunitaria, especialmente china. El batacazo en Bolsa del grupo automovilístico tras este anuncio –del 18%, su mayor desde 2020– es un aviso para navegantes: pónganse los cinturones, que vienen curvas.

Las democracias se destruyen muy despacio...y luego muy rápido

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio ayer un susto momentáneo a los mercados –esos que, a pesar de lo habitual de estos infartos, no acaban de acostumbrarse– tras filtrarse que se planteaba seriamente despedir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. Una potestad de la que, evidentemente, no dispone. El proceder de Trump es un reflejo claro de cómo se acaba con las democracias: al contrario de lo que uno puede pensar, no suele ser un proceso rápido, sino más bien un goteo. Primero se insinúa que ciertas instituciones no funcionan, o que algunas normas no tienen sentido, para luego ir atentando poco a poco contra la independencia de aquellas e incumpliendo estas. Y, un día, las instituciones ya están colonizadas y las normas ya no sirven para nada.

La frase

[Preguntado en China sobre si compraría un Xiaomi] Me encantaría. Por desgracia, no está disponible en Estados Unidos, pero eso es culpa nuestra, no vuestra
Jensen Huang, CEO de Nvidia

Las múltiples y variadas caras de la precariedad laboral

Un breve paseo por el centro de cualquier urbe española basta para ver que muchas personas acuden a las cafeterías –de especialidad, idealmente– a trabajar con sus ordenadores portátiles. Esta imagen, que tiene en un primer momento una apariencia cool, de rabiosa modernidad cuasinewyorkina esconde, sin embargo, un trasfondo de precariedad: muchos trabajadores autónomos no tienen aire acondicionado en casa o, directamente, no pueden permitírselo, así que, como se les “fríe el cerebro”, tienen que acudir a estos locales a trabajar y a consumir, que es el verbo que importa en la ciudad. También es un impedimento para que los asalariados teletrabajen. Eso sí, el matcha latte les sale buenísimo. Un poco caro, pero buenísimo.

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