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Del balón prisionero al voleibol femenino: los deportes suplentes de EE UU estarán llenos de perdedores

El limitado tiempo de ocio del público dificulta el éxito de las nuevas competiciones, pese al auge de la inversión

A todo el mundo le gustan los subestimados en los deportes, incluidos los inversores, al parecer. Un grupo de ellos inyectó hace poco 100 millones de dólares en una liga de voleibol femenino, ayudándola a unirse a las filas del balón prisionero, el pickleball (tipo tenis), el lacrosse y otros pasatiempos populares que los gestores de dinero quieren convertir en un gran negocio a través de las retransmisiones y las ap...

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A todo el mundo le gustan los subestimados en los deportes, incluidos los inversores, al parecer. Un grupo de ellos inyectó hace poco 100 millones de dólares en una liga de voleibol femenino, ayudándola a unirse a las filas del balón prisionero, el pickleball (tipo tenis), el lacrosse y otros pasatiempos populares que los gestores de dinero quieren convertir en un gran negocio a través de las retransmisiones y las apuestas. Pero la verdadera competencia es captar el tiempo libre de los posibles espectadores. Debido a la limitada oferta de este, habrá pocos ganadores entre los suplentes.

El petrolero Jerry Jones usó 140 millones de dólares de su fortuna en 1989 para comprar los Dallas Cowboys, la franquicia de la Liga de Fútbol Americano (NFL) conocida como el equipo de Estados Unidos. Ahora, con un valor de unos 11.000 millones, según un cómputo de la CNBC, es el primer equipo con un precio de 11 cifras. Los rendimientos de la propiedad de equipos de la NBA, la NFL, la Liga Mayor de Béisbol y la Liga Nacional de Hockey han superado al S&P 500 y a los bonos del Tesoro de EE UU en las últimas dos décadas, según el Índice de Franquicias Deportivas Ross-Arctos. Goldman Sachs calcula que la NBA aumentó su valor en un 2000% acumulado entre 2000 y 2023, casi el doble que la NFL. El banco considera que los equipos deportivos de renombre son ahora tan caros que muchos de los casi 3.000 multimillonarios del mundo no pueden permitírselos.

Las cifras ayudan a explicar el nuevo interés de los inversores en deportes y actividades más periféricos. El éxito dependerá en gran medida de la capacidad de convertir a los aficionados y practicantes apasionados en telespectadores y apostadores, al tiempo que se aseguran acuerdos de marketing corporativo. La NBA obtuvo 76.000 millones en 11 años, o el triple de la cantidad de su contrato anterior, por los derechos de transmisión de partidos en ESPN, de Disney, y otras cadenas y servicios de streaming. PwC prevé que el patrocinio relacionado con el deporte alcanzará casi 110.000 millones en 2030, un 70% más que en 2021. La industria del juego de EE UU dijo que los estadounidenses apostaron legalmente en deportes por unos 150.000 millones en 2024, un 24% más que el año anterior.

Estos mercados totales accesibles son tentadores. También hay formas creativas de defender las rarezas deportivas. El Wrexham, un equipo de fútbol galés en su día desconocido, se convirtió en una sensación internacional después de que los actores Ryan Reynolds y Rob McElhenney lo compraran y narraran sus aventuras como propietarios en una serie de documentales.

En EE UU los financieros han estado barajando muchas ideas para los deportes femeninos. En noviembre, la Liga Uno de Voleibol, conocida como LOVB y pronunciada love (amor), recibió 100 millones de Atwater Capital, una empresa de compras fundada por mujeres, junto con el gigante de los fondos Ares Management

Todo esto puede ayudar a crear conciencia, pero también puede balcanizar un deporte incipiente. El pickleball, un juego en gran parte desconocido hasta hace poco, se ha convertido en una sensación, con unos 14 millones de estadounidenses cogiendo palas para golpear una gran pelota de plástico en una pista de tenis en miniatura. El famoso quarterback de fútbol americano Patrick Mahomes y la leyenda del baloncesto LeBron James son dos de sus muchos inversores famosos. Pero, en el intento por capitalizar el bum, la Asociación Profesional de Pickleball y la Liga Mayor de Pickleball se enfrentaron en una desagradable batalla para atraer a los jugadores. Después de que se establecieran las realidades financieras, decidieron fusionarse el año pasado con una financiación de 75 millones de un consorcio liderado por el capital privado SC Holdings.

Estos llamados deportes emergentes están en una carrera larga y tortuosa. Además de las cuatro grandes ligas profesionales de EE UU (fútbol americano, básquet, béisbol y hockey sobre hielo), existen versiones a nivel universitario que captan audiencias adineradas y dólares. Luego están el tenis, el golf, el fútbol, la Fórmula 1 y la Nascar, que han desarrollado su propia base de fans a lo largo de los años. Otras novedades pasadas, como el rodeo y las artes marciales mixtas, también han irrumpido en diversos grados, y dan esperanza a otras promesas. El fútbol y el baloncesto femeninos profesionales también están en alza. Mientras, la NFL está abogando por el fútbol bandera (sin placajes), mientras se enfrenta a otra liga que se celebra cuando ella descansa, la United Football League, que se emite en Fox y otros medios.

Abundan otros eventos extravagantes. Una versión profesionalizada del corn­hole, el juego de lanzamiento de pelotas de alubias que ha superado en popularidad a los bolos, llena el tiempo en ESPN. Una gran liga de balón prisionero, que antes estaba reservada a los patios de las escuelas y los gimnasios, recaudó dinero de mecenas como Tom Austin, cofundador de la marca de zapatillas And1. La Premiere Lacrosse League cuenta entre sus inversores con el presidente de Alibaba, Joe Tsai, y el banco de inversión Raine. El desarrollador de tecnología Infinite Reality pagó 250 millones el año pasado para comprar una liga de carreras de drones financiada por RSE Ventures, del magnate inmobiliario Stephen Ross, y Liberty Media, de John Malone

Un problema para todas estas nuevas empresas es que los deportes a menudo dependen de superestrellas para generar audiencia y rentabilidad. Incluso los aficionados ocasionales estarán familiarizados con Stephen Curry, Lionel Messi o Travis Kelce. La última jugadora de voleibol que consiguió algo parecido a la fama fue Gabrielle Reece, hace tres décadas. Ben Johns y Mark Richards, los campeones de pickleball y cornhole, respectivamente, aún no son nombres conocidos.

Y lo que es más importante, el tiempo para la diversión y el ocio es limitado. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los hombres estadounidenses dedican de media 5,6 horas al día al ocio y al deporte, y 2,9 de ellas las pasan viendo la televisión. Para las mujeres, son 4,8 horas y 2,5 horas, respectivamente, lo que puede explicar por qué los inversores se dirigen a ellas de forma más enérgica. Y, sin embargo, también hay películas, conciertos, libros, aplicaciones de vídeos virales y otras diversiones que compiten por la atención, lo que hace aún más importante encontrar nuevos y más jóvenes devotos que aún estén decidiendo qué hacer con su tiempo libre.

La NFL representó 72 de los 100 programas más vistos en EE UU el año pasado. Los suscriptores de paquetes de televisión por cable siguen desconectándose y los presupuestos para streaming se están reduciendo. Estas tendencias dificultan aún más la vida de las nuevas empresas deportivas. Pese a la abundancia de dinero, la mayoría están jugando un juego perdedor.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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