¿Por qué tantos españoles dicen no a los fondos de renta variable?
La mayoría huye de la inversión en Bolsa y pierde dinero de forma segura por la erosión de la inflación y los impuestos
En España, sigue siendo común que los ahorradores con un horizonte temporal suficientemente amplio no inviertan en Bolsa. De hecho, muchos ni siquiera han considerado suscribir fondos mixtos con una exposición superior al 30%.
El grueso del ahorro español continúa concentrado en vivienda y depósitos bancarios. Incluso dentro de los fondos de inversión gestionados por entidades nacionales, la mayor parte del patrimonio está en productos de renta fija o mixtos conservadores.
Al preguntar a familiares y amigos que nunca han invertido en Bolsa por qué no lo hacen, suelen coincidir en una o varias razones: el miedo a perder dinero de forma irreversible, con la angustia que les provoca ver pérdidas latentes; experiencias negativas previas, aunque hayan sido inversiones puntuales; la creencia de que es un mercado exclusivo para grandes fortunas; o la percepción de la Bolsa como un casino.
Sin embargo, la mayoría de estas personas consideran la inversión en vivienda como una opción segura. ¿Pero es realmente más segura la inversión en vivienda y depósitos que en Bolsa? Si dejamos aparte la compra de la vivienda habitual, invertir en inmuebles puede ser una opción razonable si se cuenta con suficiente patrimonio para diversificar y garantizar liquidez cuando se necesite, sin verse obligado a malvender. En el caso de los depósitos, mantener dinero en estos productos sin una necesidad a corto plazo conlleva una pérdida segura de poder adquisitivo. Aunque en momentos puntuales algunos bancos pueden ofrecer depósitos con intereses por encima de la inflación, esta situación no suele durar mucho tiempo.
Paradójicamente, el miedo a perder dinero en Bolsa lleva a muchos ahorradores a perderlo de forma segura debido a la erosión de la inflación y los impuestos. A largo plazo, solo con acciones o bonos corporativos se evita la descapitalización.
La Bolsa no es un casino, sino un mecanismo fundamental para financiar el crecimiento de las empresas. Sin este sistema, muchas compañías cuyos servicios o productos utilizamos a diario habrían tenido dificultades para desarrollarse.
Eso sí, en el muy corto plazo, la evolución de los precios de las acciones puede ser bastante aleatoria. A corto plazo, las cotizaciones pueden verse influidas por expectativas excesivamente optimistas o pesimistas. Pero, a largo plazo, las empresas que no logran beneficios sostenibles acaban ajustando su cotización a la realidad de su negocio.
Un ejemplo relativamente reciente es Zoom, una compañía que, en 2020, impulsada por su uso durante la pandemia, alcanzó valoraciones extraordinarias en Bolsa. Sin embargo, a medida que fue anunciando sus futuros beneficios, su cotización se ajustó a expectativas más realistas.
¿Cómo se puede evitar perder dinero en Bolsa? La clave está en dos factores: diversificación y tiempo.
Invertir en una sola empresa es arriesgado, ya que cualquier compañía puede desaparecer con el tiempo. Sin embargo, los mercados financieros llevan más de 400 años existiendo, y la regulación para proteger a los inversores evoluciona continuamente.
También evoluciona el tipo de compañías que hay cotizando en cada momento. El sector predominante en Bolsa cambia con el tiempo. En los años 90, el sector financiero y las empresas japonesas dominaban los mercados; en 2000, Microsoft y General Electric eran las compañías más valiosas. Hoy, tecnológicas como Apple, Nvidia o Microsoft lideran los índices. En el siglo XIX, los ferrocarriles eran el motor de la economía; antes, lo fueron las grandes compañías de comercio colonial.
Los mercados reflejan estos cambios estructurales. El peso de cada sector evoluciona según su relevancia en la economía global. Actualmente, es posible acceder a carteras diversificadas con miles de compañías a través de productos financieros con un coste más eficiente que comprar acciones individualmente. En definitiva, diversificar es un seguro gratuito contra la incertidumbre.
Si hablamos de tiempo, a largo plazo, el riesgo de pérdida en Bolsa se diluye. Si observamos la evolución del índice MSCI World, nunca ha habido un periodo de 20 años con pérdidas, ni siquiera en términos reales.
Sin embargo, en plazos más cortos, los mercados pueden sufrir correcciones severas. En 2008, la Bolsa cayó un 40%; entre 2001 y 2002, acumuló pérdidas del 50%.
Si analizamos el índice S&P 500 desde 1926, observamos que en periodos de cinco años las probabilidades de pérdida ya son reducidas, aunque la rentabilidad anual puede oscilar entre un +25% y un -7%.
A partir de diez años, las pérdidas son poco probables, salvo en periodos de valoraciones extremas como 1929 o 1999. En horizontes de 30 años, la rentabilidad anual suele estabilizarse en un rango del 9% al 14%.
Si tenemos en cuenta estas reflexiones, en la mayoría de los casos podemos añadir que el mayor riesgo que corren los inversores es la propia percepción del riesgo de los activos en los que invierten
Aprender a gestionar la inquietud que generan las noticias, en su mayoría negativas cuando el mercado corrige, es esencial para invertir con éxito. La clave es confiar en que las Bolsas seguirán funcionando en las próximas décadas, aunque cambien las compañías que coticen.
Si está absolutamente convencido de que nunca va a poder soportar una elevada volatilidad, intente al menos diversificar entre inversiones ilíquidas. Además de inmuebles, considere activos privados. Teniendo en cuenta que, si en algún momento necesitara hacerlos líquidos, también estarán sujetos a la ley de la oferta y la demanda.
Marta Díaz-Bajo es socia directora de estrategia de atl Capital