La creciente divergencia complica la tarea al BCE

La postura de Lagarde, al menos, no añade más volatilidad al mercado

Un billete de 100 euros, sobre otros de dólar.Dado Ruvic (REUTERS)

Pocas horas antes de que el BCE decidiese su cuarto recorte de tipos consecutivo, rebajando el precio del dinero en un punto porcentual sobre los máximos, Eurostat daba cuenta de la congelación de la economía del Viejo Continente. En el cuarto trimestre de 2024, el PIB de la zona euro se mantuvo sin cambios, lastrado por la contracción de la actividad en Alemania y Francia. Los datos contrastan con el 0,8% que aumentó el PIB en España en este mismo plazo. A 12 meses vista, España creció un 3,2% y la zona euro, un 0,7%. Lejos de aplacarse, la diferencia entre la Europa central y periférica tiende a ensancharse, una dinámica que puede complicar la tarea del BCE.

Pero la divergencia no se limita a la zona euro; los tipos están ya en EE UU un punto más altos que en la zona euro. Y las perspectivas son que este diferencial aumente: tanto analistas como mercados de futuros esperan entre una y dos rebajas más por parte de la Reserva Federal este año, pero hay quien estima que los tipos se pueden quedar donde están. Afortunadamente, la Fed toma sus propias decisiones en función de los datos económicos, y no de los caprichos de Donald Trump. A diferencia de la política comercial o de defensa, por el momento las perspectivas de los tipos de interés dependen de datos y previsiones, y no de comentarios soltados al tuntún o de mensajes en redes sociales.

En Europa se da por hecho otro recorte en marzo, con más convicción después de escuchar la comparecencia de Christine Lagarde, y se esperan entre dos y tres descensos adicionales. Con tres bajadas del BCE y cero de la Fed, EE UU tendría los tipos en el rango del 4% al 4,25%, y la zona euro, en menos de la mitad, el 2%. No es el caso más extremo; algunos analistas de renombre colocan los tipos de la eurozona en el 1,5%. Es, en buena medida, lo que ha acercado el euro a la paridad, y añade una capa de complejidad, pues aparentemente Trump no quiere un dólar fuerte. Mientras, tampoco hay luz en el ámbito arancelario.

En este difícil contexto, Lagarde ha optado por el camino recto: en lugar de dejar el campo abierto a raíz de tanta incertidumbre, ha reforzado el mensaje. Confía en el reequilibrio de tipos e inflación a lo largo del año, y la senda de recortes para futuras reuniones parece más clara, aunque obviamente sujeta a las cifras. Una postura que, al menos, no añade más volatilidad a un mercado que, entre inestabilidad política propia, una Casa Blanca imprevisible, una economía divergente y un escenario geopolítico explosivo, ya tiene demasiado que digerir.


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