Por qué y para qué cambiar a Pallete por Murtra
Telefónica necesita un equipo con más ingenieros y menos financieros que elabore un plan industrial y recupere el orgullo
El relato del cambio del presidente de una compañía como Telefónica, estratégica y semipública, debería aguantar cualquier escrutinio, y no lo parece. Dónde y cómo se produce el relevo ilustran el porqué y para qué. Es asombroso que al presidente de una multinacional del Ibex 35 se le convoque al Palacio de la Moncloa para que cese voluntariamente y que para ello se utilice de correo a la Fundación La Caixa y el apoyo de un accionista sospechoso, como Saudi Telecom Company (STC), cuya incursión en Telefónica justificó el desembarco de la SEPI. Puro cinismo.
Esta escenografía responde muy parcialmente a las preguntas claves: por qué y para qué. Queda claro que Pallete ya no era del agrado del Gobierno, pero no está claro si por su gestión, porque era un obstáculo para los planes del Ejecutivo con la compañía o por las dos cosas, que parece lo más probable. Es sabido que el presidente de Telefónica ha debido su cargo al Gobierno desde su fundación en 1924, pero eso no justifica que no se guarden las apariencias, las formas.
Álvarez-Pallete ha dado razones suficientes para que los accionistas promovieran su cambio, pero preferían no moverse para evitar lo que finalmente ha pasado, que el Gobierno les impusiera un nombre. La compañía lleva tiempo languideciendo y, aun siendo cierto que está en un sector con retos enormes, no todas han actuado igual. De hecho, mientras la acción de Telefónica ha caído un 35% en cinco años, la de Deutsche Telekom ha duplicado valor.
La gestión de Pallete se ha centrado en reducir el endeudamiento de la compañía, que ha pasado de 50.000 millones a 29.000 millones durante su mandato. Para ello ha vendido parte de su infraestructura básica, que tiene algo de trampas al solitario. Las redes de fibra en España, Brasil, Alemania y Reino Unido las comparte con socios financieros que le han adelantado un dinero para reducir deuda, por tanto, intereses, y a los que ahora paga un “alquiler”.
El paradigma de su gestión es Telxius, filial creada en 2016, cuando Pallete es nombrado presidente, y a la que traspasó los activos de cable submarino y las torres de comunicaciones, para sacarla a Bolsa. El mercado se puso de perfil y terminó vendiendo el 40% de la compañía al fondo KKR en 2017 y un año después colocó otro 10% a Pontegadea, sociedad patrimonial de Amancio Ortega. En 2023, Telxius vende la división de torres de comunicaciones, más de 30.700 emplazamientos en Europa (España y Alemania) y Latinoamérica (Brasil, Perú, Chile y Argentina) a American Tower por 7.700 millones de euros para bajar deuda en unos 4.600 millones. Tras esta operación, KKR salió de la compañía y el capital de Telxius se repartió entre Telefónica (70%) y Pontegadea (30%) y su actividad se centra en los 100.000 kilómetros de cable submarino y terrestre absolutamente estratégicos.
Mientras Telefónica vende, se va construyendo Cellnex, compañía creada en 2015 con un spin-off de los activos de telecomunicaciones de Abertis. Empezó con 7.500 emplazamientos o torres y hoy tiene casi 130.000 en 10 países de Europa. Cellnex es una creación de Tobías Martínez Gimeno, CEO de la compañía hasta su dimisión hace dos años. Su gestión es la opuesta a Pallete, con crecimiento vertiginoso a base de compras, financiadas con capital y mucha deuda. Hoy Cellnex vale en Bolsa 1.000 millones más que la mítica Telefónica (22.500 millones versus 21.600 millones) y tiene una deuda de 10.000 millones menos (17.500 millones vs. 28.700 millones).
Una de las grandes diferencias entre ambas está en el accionariado. Cellnex está comandada por la familia italiana Benetton (10%) y el fondo británico The Children Investment (9,4%) gestionado por el activista Chris Hohn, que el año pasado obligó a dimitir al presidente de Cellnex y varios consejeros por retrasarse unos meses en elegir al nuevo CEO. Sería interesante saber qué opinan de Telefónica y su gobierno corporativo.
Marc Murtra afronta un reto gigante. La primera muestra de sus intenciones se va a ver con la presentación de los resultados de 2024. Esos resultados son atribuibles 100% a Pallete, pero no va a poder decidir cómo se cierran las cuentas. Quizás esto justifique el momento elegido para quitarle. Es difícil que Murtra no caiga en la tentación de todos los ejecutivos recién llegados: aflorar los daños ocultos para hundir el beneficio, así será más fácil ganar más en el futuro. Si se da una vuelta por las cuentas de las filiales latinoamericanas metidas en Telefónica Hispam, enseguida va a encontrar activos que sanear.
Murtra necesita construir un equipo, con más ingenieros y menos financieros, que elabore un plan industrial que permita recuperar de verdad el prestigio de ser telefónico, a lo que tanto se ha referido Pallete. Telefónica hace tiempo que perdió el orgullo de pertenencia, como demuestra el hecho de que se le amontonen los voluntarios cada vez que lanza un plan de bajas. Quién sabe, quizás Murtra esté pensando en Tobías Martínez, un ingeniero de telecomunicaciones, la némesis de Pallete, que recuerda a ingenieros que en otro tiempo hicieron cumbre en Telefónica, como Luis Lada o Luis Miguel Gilpérez.
El problema será si Murtra quiere recuperar la cultura de liderazgo, rescatando la Telefónica metepatas en el pantano mediático. Juan Villalonga puso a la compañía al servicio del Gobierno del PP de una manera pornográfica en 1996, quiso construir en Admira (Antena 3, Onda Cero y Vía Digital) un grupo alternativo a Prisa y hasta conspiraron para meter en la cárcel al que entonces era su principal accionista (Jesús de Polanco). Luego César Alierta vendió participaciones y mantuvo la influencia mediática de Telefónica, pero sin aquel obsceno sesgo político. En mayo del año pasado, Pallete vendió el 7% de Telefónica en Prisa a un grupo de empresarios españoles (Alconaba), y pocos días después dijo en El Mundo: “Una compañía como Telefónica no deber estar en el sector de la creación de opinión”.
Algún día se sabrá si Álvarez-Pallete se ha resistido a los planes mediáticos de Pedro Sánchez y eso es lo que realmente explica su salida. Lo más cínico de todo es que a Murtra se le acabe juzgando más por cómo se maneja en el capital y los resultados de los medios de comunicación que en las cuentas de Telefónica. Lo de Indra ha sido juego de niños.
Aurelio Medel es periodista. Doctor en Ciencias de la Información