La oportunidad de la UE: la era Trump y la ruptura del bipolarismo digital

Las suaves maneras de Biden han atraído a su postura a Bruselas y han reducido la capacidad de maniobra de esta

Mario Draghi y Joe Biden, en la Casa Blanca en 2022, cuando aquel era primer ministro italiano.DPA vía Europa Press (Europa Press)

Con el comienzo de este mes de diciembre, se inició de modo efectivo la segunda etapa de Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea. La política alemana se enfrenta al gran reto de recuperar la competitividad europea en un entorno geopolítico adverso, con una tensión bipolar creciente que reduce el peso de la UE en el mundo. La presidenta de la Comisión Europea ha sido lo suficientemente hábil para dotarse de una hoja ruta indiscutible para su nuevo mandato: el informe sobre el futuro de la competitividad europea que solicitó a Mario Draghi tras el debate sobre el estado de la Unión de 2023.

Recuperar la competitividad tecnológica y autonomía digital estratégica de Europa en un eje central en las recomendaciones del expresidente del Banco Central Europeo. La jibarización de la economía europea ha ido pareja a la decadencia tecnológica de la UE. En 2013, el PIB europeo superaba al de EE UU en un 14%; en 2023, las posiciones se habían invertido: era EE UU el que situaba su PIB un 17% por encima del que había en el Viejo Continente. Entre esas fechas, se ha culminado también la desaparición de las compañías tecnológicas europeas del ranking de las diez mayores empresas por capitalización bursátil. Europa no podrá ser un líder global mañana sin ser una potencia digital relevante.

La pujanza digital futura de Europa depende de las áreas tecnológicas en que hoy nos focalicemos. El economista italiano no descubre nada nuevo en este ámbito. En su análisis sectorial del área digital, Draghi recomienda a Europa poner el foco de sus acciones en los semiconductores, la inteligencia artificial, la tecnología cuántica y las infraestructuras de telecomunicaciones. Ya la Comisión Europea había identificado las tres primeras como las tecnologías críticas de especial interés para Europa en octubre de 2023, y la reforma del mercado de las telecomunicaciones fue objeto de acalorado debate en la anterior legislatura comunitaria. A pesar de esta continuidad de objetivos, las políticas a seguir en estos cuatro ámbitos no podrá ser una mera continuidad: el cambio de inquilino en la Casa Blanca obliga a un giro estratégico en Europa.

A lo largo de los cuatro años de la Administración Biden, el avance de Europa en las tecnologías críticas se ha apoyado en la cooperación con EE UU. Cada seis meses, las reuniones del Consejo de Comercio y Tecnología han facilitado la puesta en común de políticas y programas sobre semiconductores, inteligencia artificial y tecnología cuántica. Las cumbres han servido para establecer una estrecha colaboración entre ambas áreas económicas; por ejemplo, para la reconfiguración y resiliencia de la cadena de suministros de chips sin sufrir una carrera de subvenciones o adquirir compromiso con un enfoque de IA basado en el riesgo.

Los primeros pasos de Donald Trump se alejan de este modelo de colaboración con Europa, con diversos anuncios unilaterales de nuevos aranceles aplicables al comercio global de semiconductores y de su intención de derogar la orden ejecutiva adoptada por Biden para el desarrollo seguro de la IA.

En el ámbito de las infraestructuras de telecomunicaciones, se elevará también la tensión entre EE UU y la UE, aunque en esta ocasión por propuestas desde el ámbito europeo. La Comisión, ahora respaldada por las recomendaciones del informe de Mario Draghi, podría incorporar en la propuesta de Ley de Redes Digitales (Digital Network Act, DNA) preceptos encaminados a la convergencia regulatoria entre las infraestructuras de red y de la nube.

Es previsible que la DNA también incluya en su articulado la llamada distribución justa de los costes de las redes, destinada a que las grandes plataformas digitales contribuyan a las necesidades de inversión en redes europeas, estimadas en 200.000 millones de euros. Las grandes tecnológicas estadounidenses, vistiéndose como abanderadas del America First trumpista, buscarán frenar estas acciones atrayendo al inquilino de la Casa Blanca hacia su causa contra el afán regulatorio bruselense. No será muy difícil, si al cóctel se añade que la también prevista Ley del Espacio europea puede contrariar los intereses de uno de los personajes más influyentes sobre el magnate neoyorquino: Elon Musk y su proyecto de red satelital global Starlink.

En definitiva, en los próximos cuatro años EE UU pasará tener más un carácter de rival que de aliado tecnológico, un reto que Europa ha de saber explotar como oportunidad para reforzar su autonomía digital. La UE tiene la ocasión de romper la tendencia bipolar digital hacia un enfrentamiento entre G7 y BRICS+, con EE UU y China de líderes respectivos. Pero, para ello, habrá de avanzar en ámbitos en los que hasta ahora no ha tenido éxito, y que están en la raíz de su pérdida de relevancia tecnológica global.

En primer lugar, fortaleciendo los mecanismos centralizados de gobernanza que faciliten a la UE hablar con una sola voz en el ámbito digital, sin por ello orillar a los Estados miembros. En segundo lugar, abordando las reformas que permitan mayores capacidades de financiación pública y privada a los proyectos digitales de interés común, que a su vez habrían de contar con mecanismos más ágiles de decisión.

En tercer lugar, priorizando la exportación de innovación sobre la extensión del deteriorado efecto Bruselas en el campo regulatorio, con un Global Gateway, un plan de inversión tecnológico capaz de rivalizar con la Ruta de la Seda Digital o las iniciativas similares de EE UU. En cuarto lugar, fortaleciendo sus alianzas con otras potencias digitales de tamaño medio o emergentes (Japón, Corea del Sur, India) con interés común en reforzar el multilateralismo frente al riesgo bipolar.

Es la hora de las decisiones para Europa. Las suaves maneras de la Administración Biden han servido de polo de atracción de la Unión hacia las posturas estadounidenses en su guerra tecnológica con China, reduciendo su capacidad de maniobra para una autonomía digital estratégica. Paradójicamente, la previsible tensión con Donald Trump puede potenciar el papel de la Unión como facilitador de la ruptura de las tendencias bipolares, contribuyendo a una recuperación de su relevancia en el escenario global.

Emilio García García es exdirector de gabinete de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales


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