El bum bursátil de las criptos con Trump y las lecciones del pasado
No parece que dejar el sector en manos de la autorregulación sea la mejor receta para ordenarlo
Empiezan a verse en toda su dimensión los efectos colaterales en la economía y las finanzas de la victoria de Donald Trump en las elecciones celebradas en Estados Unidos. El bitcoin, la criptomoneda más utilizada y conocida del mercado, continúa imparable, y el lunes alcanzaba un nuevo máximo histórico, al rozar los 90.000 dólares. Casi tan lejos como los 69.000 en los que se movía la cotización el día de la celebración de los comicios quedan las palabras del propio candidato republicano hace apenas cinco años: “No soy un fan del bitcoin y de las otras criptomonedas, que no son dinero y cuyo valor es muy volátil y basado en la nada. Los activos cripto no regulados pueden facilitar conductas ilegales, incluyendo el tráfico de drogas y otras actividades ilícitas”, aseguraba entonces en X (antes Twitter). Donde dijo digo, hoy dice Diego. Cautela máxima, por tanto, como principio general, ante un presidente de posiciones tan volátiles y más aún cuando estas se fijan en campaña electoral.
El movimiento de Trump, no obstante, tiene un caldo de cultivo. Existe un movimiento entre los legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, sobre la necesidad de dar mayor flexibilidad a la industria de los criptoactivos, en la convicción de que un proceso en esta dirección fortalecerá el sistema financiero. Puede ser una senda que, con mimo, sea inevitable e incluso merezca la pena explorar. Todos los ojos se dirigirán a los pasos que adopte el supervisor estadounidense –la Securities and Exchange Commission (SEC)–, cuyo papel es esencial, y está por ver cómo se acompasa al nuevo escenario político. Mientras, en Europa, el sector financiero espera la entrada en vigor de la directiva MiCA, para lanzar una tromba de activos financieros ligados a los criptos con los que captar el posible interés de los inversores.
En todo caso, todavía no están demasiado lejanos en el imaginario colectivo episodios como el fraude de FTX, que puede suponer a su fundador, Samuel Bankman-Fried, una condena de más de 100 años de prisión. En este punto, es imprescindible forjar una normativa y una regulación sólidas que protejan al pequeño inversor y doten a las transacciones de más transparencia, al tiempo que se avanza en la pedagogía para una mejor comprensión de estos activos. Más allá de la siempre higiénica actuación de la justicia, no parece que dejar el sector en manos de la autorregulación sea la mejor receta para ordenar una industria en la que la obtención de dinero fácil sin nada que lo sustente es uno de los atributos más buscados por algunos.