El éxito del megafondo saudí depende de difusas apuestas locales
El doble mandato de PIF de impulsar los beneficios y el empleo parece difícil de conseguir
La principal misión de Arabia Saudí es diversificar su economía, fuertemente dependiente del petróleo. Pero su proyecto Visión 2030 está experimentando una transición propia. El Fondo de Inversión Pública (PIF, por sus siglas en inglés) del reino, dotado con 950.000 millones de dólares y cuya ejecución ha sido encomendada por el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán (MbS), se centra cada vez más en un conjunto de empresas nacionales relativamente jóvenes. Aunque el valor de este segmento supera ya los 250.000 millones y está creciendo rápido, el doble mandato de PIF de impulsar los beneficios y el empleo parece difícil.
Desde que MbS comenzó a ampliar el vehículo de inversión en 2016, el PIF ha hecho una serie de apuestas globales de alto perfil, como comprometer 45.000 millones para el primer Vision Fund del jefe de SoftBank, Masayoshi Son, financiar un nuevo circuito de torneos de golf y hacer apuestas a la contra en valores occidentales de primer orden durante los confinamientos de 2020. También ha hecho planes extravagantes para “gigaproyectos” llamativos con el fin de atraer a turistas y empresas extranjeras, el más notorio de los cuales es NEOM, toda una nueva región en el noroeste del reino destinada a albergar una ciudad futurista de 170 kilómetros de largo conocida como The Line.
Sin embargo, si se profundiza en lo que es el PIF en la actualidad, queda claro que el gobernador del vehículo, Yasir Al-Rumayyan, tiene un enfoque diferente. Las inversiones en el extranjero, como el Newcastle de fútbol y Uber, representaban en conjunto solo el 20% de los activos, o 156.000 millones de dólares, a finales de 2023. A pesar del enorme gasto necesario para completar los gigaproyectos, las inversiones totales en ese segmento y en la unidad más amplia de bienes inmuebles e infraestructuras ascendían a 126.000 millones, o apenas el 17% de los activos bajo gestión (AUM, por sus siglas en inglés) del PIF.
Por el contrario, la mayor parte de las inversiones del fondo se hicieron en Arabia Saudí. Una parte, denominada Saudi Equity Holdings, representaba el 27% de los AUM y poseía participaciones en cotizadas consolidadas como Saudi Telecom (STC, accionista de Telefónica) y Saudi National Bank. Eso fue antes de que el Gobierno transfiriera este año el 8% de Aramco a PIF, lo cual alteró las cifras.
El otro segmento, de crecimiento mucho más rápido, se denomina Saudi Sector Development. Esta división alberga un centenar de empresas nacionales con un valor en papel de 251.000 millones en diciembre, o un tercio del total de activos en circulación, lo que la convertía, con diferencia, en la mayor división del PIF. Entre las empresas se incluyen desde startups deportivas y de ocio no cotizadas hasta grupos mineros y sanitarios.
Este segmento está a medio camino entre una incubadora de startups y una cartera de capital riesgo. Y lo que es aún más llamativo, su valoración se duplicó entre finales de 2022 y 2023, lo que lo convierte cómodamente en la parte del PIF que más rápido crece. Según una fuente cercana, la mayor parte de este repunte se debió a la decisión del vehículo de desplegar nuevo capital, más que a un aumento de la valoración sobre el papel.
La semana pasada, el foro de Iniciativa de Inversión Futura celebrado en Riad estuvo repleto de estas nuevas y brillantes empresas, entre las que se incluyen startups que venden la característica marca saudí de helado de leche de camello y otras centradas en el bienestar femenino. Muchas de ellas han contratado a prestigiosos CEO extranjeros, atraídos por la posibilidad de invertir grandes sumas de dinero. SURJ Sports Investments, que está detrás de la Liga Profesional de Luchadores, rival de la UFC, está dirigida ahora por el exejecutivo de fútbol australiano Danny Townsend. Riyadh Air, una aerolínea de bandera completamente nueva que pretende ayudar a transportar 150 millones de turistas a Arabia Saudí en 2030 (y nueva mecenas el estadio del Atlético de Madrid), se ha hecho con los servicios del exjefe de Etihad Tony Douglas. Y Savvy Games, que en 2021 obtuvo 38.000 millones de dólares del PIF para invertir en los sectores del juego y los deportes electrónicos, está dirigida por Brian Ward, ex alto ejecutivo de Activision Blizzard.
Evaluar la salud financiera de estas entidades es complicado debido a su juventud y a su limitada transparencia. Las cifras agregadas implican una valoración media de unos 2.500 millones por empresa, lo cual parece exagerado dado que muchas están en fase incipiente. Pero es probable que al menos algunas estén avanzando. Savvy Games, por ejemplo, completó el año pasado la adquisición por 4.900 millones del grupo de EE UU de juegos para móviles Scopely. Dado que el programa Monopoly Go! ha generado unos ingresos de 3.000 millones en poco más de un año, es posible que la empresa ya valga múltiplos del precio de compra, ya que sus homólogas en el sector, como Electronic Arts, cotizan con valores empresariales de hasta 5 veces las ventas.
Pero crear estrellas locales invirtiendo dinero en las empresas es difícil. Si no, que se lo pregunten a Son, de SoftBank, cuyo Vision Fund 1 obtuvo unos retornos decepcionantes pese a contar con 100.000 millones para gastar. Un quebradero de cabeza aún mayor es que Rumayyan no está siendo juzgado únicamente por sus resultados financieros. Todas las empresas de la cartera tienen un segundo mandato: desarrollar el empleo y la demanda económica en 13 sectores de su país de origen. Visión 2030 exige que el 65% de la actividad económica proceda del sector privado, frente al 48% del pasado diciembre. Esto supone una ardua tarea para Rumayyan o el jefe de la división de desarrollo nacional, Jerry Todd.
Arabia Saudí afronta graves problemas, con un sistema educativo nacional que no produce suficientes jóvenes cualificados y un entorno empresarial que a menudo depende más de las conexiones personales que de los méritos. Savvy Games es un ejemplo de cómo la escala internacional y el peso del empleo local no van necesariamente de la mano. La población joven de Arabia Saudí parece un buen partido para el sector del juego, pero solo 80 de los 3.500 empleados de Savvy trabajan en el reino, y, de hecho, solo 30 de ellos son saudíes.
El país del Golfo tampoco dispone de recursos ilimitados. El Ministerio de Economía del país prevé un déficit fiscal del 3% incluso en 2027. El Gobierno tiene 445.000 millones de activos netos en el extranjero, además del patrimonio de PIF. Pero una caída sustancial del precio del petróleo, que aporta el 62% de los ingresos del Estado, limitaría la capacidad de Riad para seguir alimentando el fondo estatal. Es cierto que la deuda pública solo representa el 27% del PIB, lo cual ofrece margen para endeudarse, pero emitir bonos para invertir en empresas locales parece arriesgado.
Según una fuente cercana, este telón de fondo influirá en las reflexiones de los altos cargos de PIF, como Todd, sobre todo porque el fondo está empezando a concretar sus prioridades estratégicas para 2026-30. El ministro de Economía, Mohammed Al-Jadaan, ya ha insinuado posibles cambios en el ritmo de los planes de gigaproyectos. Los banqueros presentes en la conferencia de la semana pasada prevén a su vez que Riad frene los vertiginosos planes de construcción, como los hoteles, en el caso de que el esperado auge turístico no se materialice.
Todo ello deja a las apuestas corporativas locales de Rumayyan en una posición potencialmente delicada. En esencia, son portadoras de las esperanzas del Gobierno, pero con una fuente de financiación posiblemente vulnerable y una mano de obra y una demanda nacionales que siguen siendo incógnitas. Si las estrellas locales no hacen más que parpadear, ni los resultados ni los beneficios serán atractivos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías