Una nube entre fuegos artificiales

El buen momento de la economía española no debe empañar que aún hay tareas pendientes para reducir el déficit y la deuda pública

Vista de fuegos artificiales sobre el muelle de Málaga con motivo de la inauguración de la Feria.JORGE ZAPATA (EFE)

La economía española parece vivir un momento de fuegos artificiales. No deja de ofrecer sorpresas positivas. El pasado septiembre, el Gobierno revisó al alza las previsiones de crecimiento hasta 2026. Este dinamismo descansa sobre la fortaleza del mercado laboral gracias al buen momento que viven las exportaciones, el turismo y el soporte del intenso gasto público. La mayoría de los organismos de prospección económica nacionales e internacionales han secundado la mejoría del clima económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido la última institución en aumentar su proyección sobre España. En su informe anual de perspectivas mundiales, difundido ayer, nos sitúa como la economía desarrollada que más crecerá este año por delante de potencias como Estados Unidos. Para valorar el desempeño que el Fondo proyecta para nuestro país, basta con compararlo con el que calcula para los otros motores europeos: Alemania apenas evitará caer en recesión este año, Italia sumará a su PIB un magro 0,7% y aunque a Francia le irá algo mejor (1,1%) queda muy atrás de España.

El buen momento de la economía española contrasta con la situación política. El Gobierno está sustentado con un frágil apoyo. El ambiente está enrarecido. Las estrategias de denuncias judiciales que se cruzan entre Gobierno y la oposición no ayudan a aliviar la tensión.

La fortaleza económica española también desafía a la volatilidad por la inestabilidad geopolítica: los conflictos en Ucrania y en Gaza no ayudan a dar estabilidad a la economía global. La ola proteccionista, además, está frenando los intercambios mundiales. Y el frenazo de China ya se empieza a sentir en el Viejo Continente.

Pese a todo, el PIB español sigue tirando con fuerza. El Gobierno ha sabido capear la crisis energética y la inflacionaria con un efectivo paquete de ayudas para familias y empresas. Ha logrado reducir el golpe al tejido productivo. Y la recuperación tras la pandemia ha sido más vigorosa de lo esperado, gracias sobre todo al renacimiento del turismo y a la inyección de los fondos europeos.

El único borrón que se podría encontrar en el cuadro clínico de España es la sostenibilidad de las cuentas de las administraciones públicas. La deuda está aún por encima del 100% del PIB y el déficit sigue por encima del 3%. El organismo presidido por Christine Lagarde cree que el ritmo de saneamiento se reducirá en los próximos años. Una previsión que choca con el plan fiscal que el Gobierno ha enviado a Bruselas en el que espera reducir los números rojos al mínimo. Haría bien el Ejecutivo en mantener el proceso de consolidación fiscal que ha realizado desde la pandemia y no caer en la autocomplacencia cuando se está tan cerca de la meta.


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