El precio de la seguridad: ¿cuánto cuesta protegerse de las crisis?
Pérdidas por evitar pérdidas, los seguros de algunos fondos pueden acabar saliendo caros a los inversores
La semana pasada, un inversor nos pidió nuestra opinión sobre un fondo que garantizaba diariamente y de forma permanente el 75% del valor liquidativo máximo alcanzado. Este fondo, lanzado antes de la pandemia, además de tener un coste considerable en seguros contra caídas, cuyo precio aumenta con la volatilidad, tuvo que reducir bruscamente su exposición a renta variable tras la caída de más del 30% en los mercados ocurrida en marzo de 2020, y no ha podido incrementarla nuevamente debido a la necesidad de mantener esa garantía.
El nivel máximo del índice bursátil mundial (MSCI World GR EUR) antes de la pandemia se alcanzó el 15 de febrero de 2020, con un valor de 374,87. Desde ese punto, cayó a un mínimo de 259 el 21 de marzo de 2020. Ese día, los inversores en ese fondo estarían satisfechos y tranquilos con su protección, pues tenían asegurado un valor de 281. Sin embargo, desde entonces, ese fondo se ha revalorizado menos de un 15%, mientras que, al cierre del pasado lunes 14 de octubre, el índice bursátil mundial alcanzaba los 627,54 puntos, lo que supone una subida del 67%.
En cuatro años y medio, la protección ha implicado un lucro cesante de aproximadamente el 50% si lo comparamos con la inversión en un fondo puro de renta variable global parecido al MSCI World. Como dijo Warren Buffet: “More money has been lost trying to anticipate corrections than in the corrections themselves”. Mi traducción libre sería que se pierde más dinero intentando evitar las crisis que simplemente atravesándolas. La de 2020, además, pasó rápido; la de 2022 fue más prolongada, pero ya ha quedado atrás.
El fondo del párrafo anterior no es el peor caso que he visto en cuanto a lucro cesante por coste de protección, simplemente es más reciente que algunos casos del 2000 y 2008.
Un fondo peculiar por su concepto de garantía es el mixto flexible gestionado por Klaus Kaldemorgen. Este fondo prometía no perder más del 10% en un año natural, pero no utilizaba opciones de cobertura; en su lugar, planeaba vender la cartera si la pérdida se acercaba al límite. En marzo de 2020, llegó a perder más del 10%, pero no desinvirtió, arriesgándose a incumplir su promesa. Esta decisión benefició a los inversores, ya que el mercado se recuperó rápidamente antes de fin de año; sin embargo, de no haber sido así, esa garantía habría quedado en papel mojado.
Morningstar, en su análisis cualitativo, destaca este hecho y considera que habría habido ventas masivas en este fondo, de más de catorce mil millones, si el año hubiera terminado con una pérdida superior al límite garantizado. Coincido con este análisis, ya que en la venta de este producto se hacía mucho hincapié en dicho límite. Aun así, Morningstar mantiene una buena opinión del fondo, aunque expresa cierta inquietud sobre el impacto que tendrá la retirada definitiva de Klaus, de 70 años. En 2022, Kaldemorgen buscó un cogestor al que ceder el testigo. El rendimiento del fondo en 2023 y 2024 se encuentra entre el 25% de los peores fondos de su categoría.
El miedo a que una pérdida latente por los vaivenes de las Bolsas se convierta en una pérdida real hace que los fondos que prometen limitar las pérdidas anuales, al menos en teoría, tengan una gran aceptación entre el inversor español. Este es uno de los principales argumentos de venta de ciertas estrategias que incorporan coberturas sistemáticas para intentar limitar las pérdidas. La intención es convencer a los inversores de mantener su distribución estratégica, mitigando la volatilidad a cambio de asumir el coste de las coberturas.
En algunos casos, el diseño de estos productos, que incluye algún tipo de límite de pérdidas anuales, ha sido solicitado por la banca privada de alguna entidad bancaria a la gestora del grupo. Estos productos tienen éxito porque los asesores financieros no logramos persuadir a la mayoría de los inversores de que la manera más eficiente de diluir el riesgo es diversificar y aceptar la volatilidad como parte del proceso inversor.
Ni siquiera las coberturas sistemáticas pueden eliminar totalmente la volatilidad, ya que el coste de las opciones sería prohibitivo. Tenemos que poder explicar y demostrar con ejemplos que el cambio en las valoraciones de nuestra cartera de fondos no tiene por qué convertirse en una pérdida real, especialmente si no vendemos sin necesidad.
Lo importante para que las inversiones lleguen a buen término es tener una exposición a renta variable coherente con el horizonte de inversión y suficientemente diversificada para no depender de ninguna acción en particular ni de ningún sector. Implementar estas dos partes de la estrategia, aunque sencillas en teoría, puede ser extremadamente difícil debido a las emociones humanas. Sin embargo, si logramos que entiendan el funcionamiento de los mercados y acompañamos a los inversores durante los períodos de volatilidad para que no pierdan la tranquilidad, evolucionaremos a un país inversor que rentabilice adecuadamente sus ahorros.
Marta Díaz-Bajo es socia directora en Atl Capital.