En Ucrania, el momento de invertir es ahora

Las reformas de la energía y una mejora de la gobernanza podrían desbloquear más de 160.000 millones de dólares en inversiones

Leópolis (Ucrania), el 1 de octubre pasado.Rostyslav Averchuk ((EFE))

En Ucrania, cada día llegan noticias de los distintos frentes de batalla, que nos recuerdan lo fundamental que es la ayuda de los aliados del país frente a la invasión rusa. Pero, más allá de la ayuda militar, la resiliencia de la economía ucraniana y su futuro también son cruciales.

La invasión que comenzó en febrero de 2022 ha infligido pérdidas devastadoras a la población y la economía de Ucrania, haciendo retroceder 15 años de avances en materia de desarrollo. Las cifras son contundentes: en el primer año de guerra, la economía se contrajo un 30%, y más de siete millones de personas –aproximadamente una quinta parte de la población– se han visto sumidas en la pobreza. Según el Banco Mundial, las dificultades financieras han afectado al 84% de las empresas, obstaculizando las ventas, la inversión y el empleo.

Pocos países han experimentado tal devastación desde la Segunda Guerra Mundial. Las rutas de transporte y los centros de producción de energía no son los únicos objetivos del ejército ruso. Comunidades enteras están siendo arrasadas. Y, sin embargo, los ucranianos siguen enviando a sus hijos a la escuela, los servicios sanitarios siguen prestando asistencia y las empresas siguen funcionando, mostrando una notable capacidad de adaptación.

Aunque pueda resultar increíble en este contexto, lo cierto es que el sector tecnológico ha crecido, las exportaciones han vuelto a los niveles anteriores a la invasión y se están creando nuevas empresas. Las grandes compañías internacionales no solo han permanecido en el país, sino que han reconstruido sus instalaciones dañadas y se han expandido.

El pueblo y el Gobierno ucranianos han demostrado una resiliencia extraordinaria. Las autoridades han conseguido mantener estable la macroeconomía, y eso es un logro importante. La economía repuntó un 4,8% en 2023 y se prevé que siga creciendo, aunque a un ritmo más lento: un 3,2%. Ucrania, uno de los mayores productores y exportadores agrícolas del mundo, ha logrado mantener las exportaciones de grano a pesar de la intensificación de los ataques de Rusia contra las infraestructuras energéticas y de transporte del país.

La resistencia del sector privado y el apoyo de la comunidad internacional han ayudado a Ucrania a evitar el colapso económico. Aun así, queda un largo camino por recorrer para volver a encarrilar la economía. Con cada retraso, el coste de la reconstrucción se multiplica. El Grupo del Banco Mundial, el Gobierno de Ucrania, las Naciones Unidas y la Comisión Europea calculan que las necesidades superan ya los 486.000 millones de dólares, una cifra conservadora, ya que los ataques continúan.

Nos encontramos en un momento clave. Aunque el país aún atrajo 4.400 millones de dólares de inversión extranjera directa en 2023, se trataba en su mayoría de beneficios reinvertidos. Y estos flujos son insuficientes para reactivar la economía. A la larga, más inversiones del sector privado significarían también más impuestos, vitales para el Gobierno. La perspectiva de ingresar a la Unión Europea es una oportunidad única para impulsar reformas pendientes desde hace décadas. En mayo, Ucrania recibió 6.000 millones de euros de financiación de transición de la UE para cumplir los cinco primeros indicadores del Plan de Facilidad para Ucrania. Esta es una señal clara para los inversores.

El sector público ucraniano se está transformando, con nuevos niveles de innovación y transparencia, para garantizar una gobernanza correcta y promover una economía sostenible e integradora. Se espera que, de aquí a finales de 2024, se hayan aplicado unas 230 reformas, lo que demuestra los impresionantes esfuerzos del Gobierno.

En el sector energético, por ejemplo, el país necesita proporcionar un entorno favorable a la inversión privada, lo que entre otras cosas implicaría cambios en la política de tarifas. En la Corporación Financiera Internacional (IFC, según las siglas en inglés, el brazo del sector privado del Grupo del Banco Mundial), calculamos que las reformas del sector energético y una mejora de la gobernanza podrían desbloquear más de 160.000 millones de dólares en inversiones adicionales del sector privado. Y no se trata solo de ayudar a reconstruir, sino de reconstruir mejor, apostando por las energías renovables, acelerando la transición climática del país.

Invertir en una región desgarrada por la guerra no es tarea fácil, y muchos inversores pueden seguir mostrándose reticentes. Por eso se necesitan urgentemente instrumentos financieros que puedan reducir el riesgo para el sector privado y ofrecer ciertas garantías para que los proyectos en países frágiles, como Ucrania, sean comercialmente viables.

Estos instrumentos son ampliamente utilizados por instituciones financieras internacionales, como la IFC o el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), y dependen de la financiación de los socios de desarrollo. Por ejemplo, hasta la fecha, la IFC ha conseguido este tipo de financiación de Francia, Japón, Países Bajos, Suiza, Reino Unido y la CE. Esto ha sido decisivo para atraer una media de entre tres y cuatro dólares de inversión del sector privado en Ucrania por cada dólar de financiación de donantes que conseguimos.

Será necesaria una combinación de soluciones públicas y privadas: instrumentos como las asociaciones público-privadas son fundamentales para financiar infraestructuras básicas y sociales críticas. Para el Gobierno ucraniano, esto significa mantener el ritmo de las reformas, colaborando estrechamente con empresas que son conscientes de los riesgos, pero entienden que invertir en Ucrania es posible y puede ser rentable.

Dada la magnitud, la violencia y la duración de la invasión rusa, el plan de reconstrucción de Ucrania es a largo plazo. El potencial del país es enorme, y la resistencia y adaptabilidad de su gente, incuestionables. Pero el momento de invertir es ahora.

Alfonso García Mora es vicepresidente de IFC para Europa, América Latina y el Caribe


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