Crecemos más, gracias a los inmigrantes

En un contexto global marcado por los tambores de la recesión en Alemania y EE UU, España presenta un camino de resistencia y lenta mejora

Abdessamad Akka es marroquí y trabaja en un puesto de fruta en Mercamadrid.Victor Sainz

Tras la revisión técnica realizada por el INE de la Contabilidad Nacional, el crecimiento de la economía española ha sido, todavía, superior a aquel que nos situaba a la cabeza de la UE. Con estos datos, un antiguo presidente del Gobierno del PP diría que “España va bien”. Lo que dudo es que el nuevo dirigente del PP, tras el giro maloni que acaba de realizar (como siempre, sin concreción, etéreo, de titular mediático) reconozca que ...

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Tras la revisión técnica realizada por el INE de la Contabilidad Nacional, el crecimiento de la economía española ha sido, todavía, superior a aquel que nos situaba a la cabeza de la UE. Con estos datos, un antiguo presidente del Gobierno del PP diría que “España va bien”. Lo que dudo es que el nuevo dirigente del PP, tras el giro maloni que acaba de realizar (como siempre, sin concreción, etéreo, de titular mediático) reconozca que la mejoría se debe, en gran parte, al aporte de los casi 700.000 inmigrantes que se han dado de alta a la Seguridad Social (pagando las pensiones de los actuales pensionistas españoles) desde antes de la pandemia, hasta alcanzar la cifra de casi tres millones de inmigrantes cotizantes, histórica, pero muy lejos, todavía, de aquellos 24 millones que necesitaríamos, según el Banco de España pre-Escrivá, para mantener la actual relación entre cotizantes y pensionistas.

Como los populistas han conseguido que dato, no mate relato, a pesar de esta realidad objetiva, la inmigración, una de las grandes necesidades de España, se ha convertido, a fuerza de mentiras, en la primera preocupación para los españoles, según el CIS y en una de las principales armas de crítica de la oposición al Gobierno, junto a Venezuela, como si el resto de asuntos en España, fuera sobre ruedas.

Los datos revisados del PIB modifican poco la visión que teníamos de la economía española. La pandemia paralizó un poco menos la actividad económica, la salida de la parálisis del covid fue un poco más robusta, pero, a pesar de que el consumo privado y la inversión se comportaron mejor de lo adelantado, sigue siendo cierto que ambas variables flojean en los últimos años frente a un consumo público todavía más en alza de lo pensado y que llega a explicar el 70% del crecimiento entre 2019 y 2023. Sigue siendo cierto, pues, que el bajo nivel de inversión es un problema de nuestra economía y la menor capacidad de consumo de las familias, un problema de nuestro país. Por el contrario, la competitividad sigue siendo importante, como demuestra nuestros superávits por balanza exterior.

El déficit de inversión, pese a los fondos Next Generation, coincide con el problema general europeo señalado por Draghi en su Informe. Pero tiene un hecho añadido: nuestra inversión en construcción está muy por debajo de las necesidades del mercado, como demuestra la escasez de vivienda y la correspondiente subida de precios, que tanto está agudizando la desigualdad social entre los jóvenes. Como gato escaldado que huye del agua fría, el sector y la banca, demonizados por la crisis de 2008, no han recuperado la confianza y credibilidad suficiente tras un intenso proceso de quiebras y reordenación empresarial. A ello se une las suspicacias de parte del Gobierno que, con una gran miopía, en lugar de construir más viviendas, incluida pública, para que baje el precio, se centra en intentar controlar, sin éxito, el precio del alquiler de las ya existentes.

Si las 184.000 viviendas prometidas en campaña por el Presidente Sánchez, tras señalar que la vivienda sería su prioridad en esta legislatura, estuvieran ya en proceso de construcción, los datos de empleo e inversión mejorarían y uno de los mayores problemas sociales estaría en vías de solución. Ello exige un plan de choque que recupere el atraso acumulado en vivienda pública y libre concertada, acordado con Comunidades y Ayuntamientos, incluyendo una agilización extraordinaria de procedimientos para poner suelo a disposición y para tramitar la multitud de permisos necesarios que, algún día, habría que revisar (por cierto, ¿qué tal dedicar, en ese plan de choque, una parte de los Next Generation a desarrollo urbano sostenible?). Pero esta solución está bloqueada por una minoría del gobierno obcecada en la vieja propaganda y por la incapacidad del PSOE y del PP para pactar en un asunto primordial como este, pese a que sus propuestas están próximas, como se ha visto con la Ley del Suelo.

La pérdida de capacidad real de consumo por parte de las familias (el consumo sigue sin alcanzar, per cápita, el nivel prepandemia) abunda sobre la paradoja que señalé hace unas semanas de que el gobierno más progresista de la historia de España haya coincido con un periodo en el que los beneficios empresariales se disparan, mientras que los salarios reales apenas si han mejorado en el periodo, donde tampoco se ha abordado, en serio, la lucha contra la pobreza infantil.

Tras la revisión, mejora el PIB per cápita (que pasa de bajar a crecer, respecto a 2019) y la productividad por puesto de trabajo, dos de los problemas más señalados en los últimos tiempos. Y, claro, mejora la presentación de las variables relacionadas con el PIB: déficit y deuda públicas, sin aliviar, en absoluto, las grandes dudas de sostenibilidad que se ciernen sobre ambos en el contexto de las nuevas políticas comunitarias de control y el peso creciente del gasto en pensiones y la evidencia de que el gasto público en servicios como sanidad o educación, o la inversión en infraestructuras y nuevas tecnologías, tendrán que crecer en los próximos años para no perder el paso frente a Europa.

Algo más se puede detectar tras la revisión del PIB. Aun siendo una economía muy dependiente del turismo (13% del PIB), las actividades que más han crecido en los últimos años son servicios no turísticos de alto valor añadido vinculados a nuevas tecnologías: actividades científicas y técnicas, información y comunicación. Junto a ello, con mucha lentitud, pero se nota una tendencia al crecimiento medio de nuestras empresas, auténtico cuello de botella del sistema productivo: sube, ligeramente, el número de empresas de más de 50 trabajadores.

En un contexto global marcado por los tambores de la recesión en Alemania y EE UU (tal vez, a esto se debe la bajada de tipos), España presenta un camino de resistencia y lenta mejora. Con permiso de la política y del sentido común.

Jordi Sevilla es economista.


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