Innovación abierta al cajón de sastre

Necesitamos sistemas robustos que permitan rastrear los proyecto desde su inicio hasta su implementación

Planta de la empresa Cirkular Bat en Guipúzcoa.

¿Dónde van a parar todos esos proyectos en los que las empresas participan en lo que se llama innovación abierta? ¿Qué ocurre con las horas de trabajo y el dinero destinados a ciertas pruebas de concepto a las que no se le dan seguimiento por desidia? ¿Está la innovación abocada a fracasar en España? Decía el cocinero Ferran Adrià que no era necesario que las PYMES innovaran, sino que gestionaran sus respectivos negocios con rigor y a su vez comentaba que el 90% no realizaba un presupuesto anual. Si este es el panorama poco halagador al que nos enfrentamos en el sector más mayoritario de empre...

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¿Dónde van a parar todos esos proyectos en los que las empresas participan en lo que se llama innovación abierta? ¿Qué ocurre con las horas de trabajo y el dinero destinados a ciertas pruebas de concepto a las que no se le dan seguimiento por desidia? ¿Está la innovación abocada a fracasar en España? Decía el cocinero Ferran Adrià que no era necesario que las PYMES innovaran, sino que gestionaran sus respectivos negocios con rigor y a su vez comentaba que el 90% no realizaba un presupuesto anual. Si este es el panorama poco halagador al que nos enfrentamos en el sector más mayoritario de empresas, no tenemos mejores perspectivas en cuanto a las grandes empresas y a las empresas públicas.

Esta realidad se debe a la falta de recursos internos o de capacidades para hacer innovación disruptiva y también a las exigencias del mercado que cada vez son más altas. Por ello se han pensado medidas que fomenten la innovación, como la llamada innovación abierta. En 2003, Henry Chesbrough fue quien acuñó el término de innovación abierta para aquellos supuestos en los que las empresas van más allá de sus límites y desarrollan la cooperación con otras organizaciones más disruptivas. Esto está muy de moda tanto en organizaciones privadas muy grandes y poco flexibles como en la misma administración pública que se unen en la mayoría de los casos con empresas pequeñas tecnológicas para dar respuesta a retos empresariales de su sector de actividad. Aunque existen diversos tipos de innovación abierta, uno de los que está más de moda es la llamada innovación desde fuera, donde las corporaciones buscan la componente innovadora fuera de la organización mediante concursos de innovación o resolución de retos.

Sin embargo, este modelo, en su ejecución actual, se asemeja a un cajón de sastre donde las intenciones y los recursos se mezclan sin un objetivo claro y medible. Se celebran eventos, se premian ideas, pero rara vez se concretan en productos o servicios tangibles que aporten valor real al mercado. Esta dispersión y falta de seguimiento no solo dilapida recursos, sino que también erosiona la confianza en la capacidad de las empresas españolas para innovar de manera efectiva.

La clave está en la trazabilidad y el rigor. Necesitamos sistemas robustos que permitan rastrear cada proyecto desde su concepción hasta su implementación, asegurando que cada euro invertido tenga un retorno tangible. Esto implica establecer métricas claras y un seguimiento continuo, algo que en la práctica, muchas empresas y organismos públicos no están haciendo. La falta de rendición de cuentas y de evaluación de resultados es uno de los mayores obstáculos para el éxito de la innovación abierta en España.

En países como Alemania o Estados Unidos, la innovación abierta es parte integral de la estrategia empresarial y se aborda con la seriedad que merece. Se establecen objetivos claros, se asignan recursos adecuados y se realiza un seguimiento continuo de los avances. En España, por el contrario, la innovación abierta a menudo se queda en el plano de la intención, sin aterrizar en la práctica de manera efectiva. Uno de los principales problemas es la falta de cultura de innovación en muchas empresas españolas. A pesar de los esfuerzos y de los discursos, la innovación se percibe más como una moda que como una necesidad estratégica. Este enfoque superficial se refleja en la ausencia procesos que garanticen la efectividad de los proyectos innovadores. La innovación no puede ser algo accesorio o secundario; debe integrarse en el ADN de la empresa, siendo parte fundamental de su estrategia y operación diaria.

Otro factor crítico es la colaboración público-privada. Aunque existen iniciativas interesantes, como las mencionadas anteriormente, la colaboración a menudo se queda a medio camino debido a la burocracia y a la falta de alineación de objetivos entre las partes. Esto no solo supone una falta absoluta de seriedad y respeto al dinero de los contribuyentes sino al tiempo y al trabajo depositado en los innumerables proyectos piloto.

La falta de financiación también es un problema recurrente. A pesar de los programas y fondos disponibles, muchas startups y proyectos innovadores tienen dificultades para acceder a los recursos necesarios. La burocracia, los requisitos excesivos y la falta de apoyo continuo son barreras que deben superarse para que la innovación tenga el impacto deseado. La innovación implica riesgo, y es necesario un cambio de mentalidad que acepte el fracaso como parte del proceso. En España, el miedo al fracaso y la penalización del error son obstáculos que limitan la creatividad y la experimentación, esenciales para cualquier proceso innovador.

En conclusión, la innovación abierta en España necesita una revisión profunda y un cambio de enfoque. No se trata solo de lanzar iniciativas y esperar resultados mágicos, sino de construir un ecosistema donde la innovación se gestione con el rigor que se toma en otras latitudes. Necesitamos una cultura empresarial que valore y promueva la innovación, sistemas de seguimiento que garanticen la trazabilidad de los proyectos y una colaboración público-privada efectiva. Solo así podremos competir a nivel global y dejar de ser un ecosistema empresarial de segunda categoría, incapaz de aprovechar el potencial innovador que cuentan las empresas españolas. La innovación abierta, mal entendida y mal gestionada, es un lujo que no nos podemos permitir por lo que debemos ser más exigentes si queremos que la innovación sea un verdadero motor de desarrollo y competitividad.

Guillermo Campoamor es presidente de Meep

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