Un ortodoxo en el Banco de Japón para liberalizar aunque duela
El gobernador Kazuo Ueda, de perfil académico y poco político, apuesta por la reducción de los estímulos públicos a la economía y del intervencionismo de la entidad
Ubicado entre cuatro placas tectónicas, Japón es tierra de terremotos. El último seísmo, sin embargo, pertenece al ámbito de las finanzas. El pasado lunes, el Nikkei, el índice de referencia de la Bolsa de Tokio, se desplomó un 12,4% en la que fue su peor sesión desde 1987.
Fue la respuesta del mercado a la decisión del Banco de Japón (BoJ, por sus siglas en inglés) de elevar los tipos hasta el 0,25%. Aunque puede parecer poca cosa, la medida situó la tasa...
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Ubicado entre cuatro placas tectónicas, Japón es tierra de terremotos. El último seísmo, sin embargo, pertenece al ámbito de las finanzas. El pasado lunes, el Nikkei, el índice de referencia de la Bolsa de Tokio, se desplomó un 12,4% en la que fue su peor sesión desde 1987.
Fue la respuesta del mercado a la decisión del Banco de Japón (BoJ, por sus siglas en inglés) de elevar los tipos hasta el 0,25%. Aunque puede parecer poca cosa, la medida situó la tasa en sus máximos desde 2008. En los últimos años, la teoría del BoJ era que mantener los tipos bajos fomentaría una inflación constante del 2%, lo que permitiría a las empresas ganar más dinero y, por consiguiente, subir sueldos, con lo que el consumo también subiría. Pero no ha funcionado. Los últimos dos años, la inflación en Japón se ha mantenido por encima de ese 2% que se consideraba saludable y el gasto de las familias se ha retraído.
Lo del lunes fue la tormenta perfecta. El yen se apreció frente al dólar, sobre el que, para colmo de males, planea la sospecha de un pronto debilitamiento en forma precisamente de bajada de tipos. Como consecuencia, una legión de inversores especialistas en carry trade liquidaron sus posiciones viéndose en fuera de juego. Esta estrategia consiste en financiarse en monedas con bajos tipos para apostar por activos en monedas con una financiación más cara y sacarle rédito al cambio de divisa. Esta vez, a muchos les salió rana.
Pero a río revuelto, ganancia de pescadores: rápidamente han aparecido inversores con ganas de apostar a buen precio por Japón. El martes, la Bolsa de Tokio rebotó un 10,23%. Lejos de ponerse nervioso, Kazuo Ueda (Shizuoka, Japón, 1951), gobernador del BoJ, se mantiene firme en su tesis: la política monetaria del país debe liberalizarse.
Nacido en Makinohara, un pueblo a 200 kilómetros de Tokio, adonde su familia se mudó siendo él un niño, con apenas 10 años no era raro verle tomando solo el tren que comunica ambas ciudades para ir a ver a la familia que habían dejado atrás. “Era un chico muy independiente. Cuando venía, lo hacía con una radio portátil en la que escuchaba programas en inglés que ninguno entendíamos. Su inteligencia destacó en la familia”, cuenta su tío Rokuro Ueda a Bloomberg.
Amante de las ciencias exactas, Kazuo Ueda se licenció en Matemáticas por la Universidad de Tokio. Pero pronto se dio cuenta de que lo que de verdad le atraía era la economía. Sin salir de esa universidad, se adentró en este campo de la mano de Hirofumi Uzawa, uno de los padres de la teoría económica neoclásica, o Koichi Hamada, uno de los principales impulsores de la política de estímulos económicos promovida por el Gobierno de Shinzo Abe, y a la que Ueda quiere ahora poner coto.
Porque si hay que buscar una influencia clara en Ueda, no es otra que Stanley Fischer, el hombre que supervisó la tesis con la que el ahora gobernador se doctoró en el MIT (donde también se titularon otros banqueros centrales como Ben Bernanke, Mario Draghi y Philip Lowe). Fischer es uno de los economistas detrás del plan que a mediados de los 80 liberalizó la economía de Israel, con medidas como un recorte del gasto público y el déficit, la ruptura del vínculo entre salarios e inflación y límites para que el Banco de Israel no pudiera imprimir dinero para cubrir el déficit público. Parecen el tipo de políticas que Ueda quiere ahora para Japón.
La inteligencia y la capacidad de análisis que había detectado su familia tardaron poco en hacerlo sobresalir. Tras trabajar en la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y en la Universidad de Osaka, regresó a su alma mater en 1989 para impartir Economía. Allí se jubiló en 2017. Antes, entre 1998 y 2005, tuvo tiempo de formar parte precisamente del consejo del BoJ.
Para detener una deflación galopante que llevaba una década castigando a la economía, el banco puso en marcha una política de tipos cero. Ueda nunca lo vio del todo claro. “En general, los precios no vienen determinados únicamente por la política monetaria. Los precios vienen determinados por la oferta y la demanda de bienes y servicios. [...] El poder de la política monetaria para afectar al nivel de precios es actualmente muy limitado”, escribió en 2002.
En febrero de 2023, Ueda fue propuesto por el primer ministro, Fumio Kishida, para suceder a Haruhiko Kuroda como gobernador. Fue una elección inesperada porque el puesto lo suelen ocupar perfiles más políticos. Aquello se interpretó como un intento por parte de Kishida de dar a la institución un aire académico y libre de injerencias.
A nadie escapa, sin embargo, que apenas un mes después de su nombramiento, Ueda acabó con 17 años de políticas expansivas del BoJ, lo que coincide con el plan de Kishida de introducir al país en “una nueva forma de capitalismo”. La subida de tipos, que puede no ser la última, se produce además apenas un par de meses antes de que Kishida afronte su reelección como líder del Partido Liberal Democrático, cuyos miembros llevaban tiempo reclamando mano dura al BoJ. Ueda, que no es un radical, pero sí un ortodoxo, parece dispuesto a complacerlos interviniendo menos para dejar hacer a la mano invisible, aunque por el camino se puedan llevar más de un susto.
Discípulo agradecido
Ueda siempre se ha mostrado agradecido con quienes le enseñaron. Destaca en el periódico Nikkei que los eruditos comienzan a formar discípulos cuando llegan a los 40 años y lamenta que, como él estuvo fuera de la universidad entre los 46 y los 53 años, no pudo hacer un buen trabajo en ese sentido. “Me arrepiento de ello”.
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