El fantasma de las recesiones futuras
Harán falta más datos antes de enterrar al consumidor americano
La relativa calma con la que la mayor parte de los analistas ha tomado el violento giro bajista del mercado obedece, en buena parte, a que los focos de tensión del mundo financiero están relativamente identificados y a que el mayor temor de los inversores no forma parte aún del escenario más probable a ojos de los economistas. En otras palabras, el mercado puede capear la tormenta financiera en Japón, y una cierta corrección en los índices (en particular en la tecnología) es desagradable, pero las caídas son parte misma de los mercados. No sucede lo mismo con la clave de bóveda de la economía actual: el motor económico de Estados Unidos. El miedo a una recesión fue la espoleta que desencadenó las caídas del lunes negro, a raíz de un débil dato de empleo. De igual modo, la perspectiva, firmemente asentada, de un aterrizaje suave de la economía y una convergencia progresiva de los tipos de interés fue la que sujetó las alzas de la Bolsa en los últimos meses.
El último dato disponible arroja un crecimiento anualizado de EE UU del 2,8%. El consenso de las firmas de análisis apunta a un debilitamiento de la economía estadounidense, forzado en parte porque la comparativa con el ejercicio 2023 será particularmente exigente y en parte también porque los elevados tipos de interés están pesando. Pero precisamente de eso se trataba: cuando los bancos centrales como la Reserva Federal suben tipos, quieren enfriar la inflación destruyendo crecimiento. Es decir, destruyendo empleo, recortando el consumo y castigando a las empresas endeudadas.
El pasado abril, de hecho, el mercado de bonos estadounidense vivió su peor mes desde septiembre de 2023, precisamente por el miedo a un rebrote de la inflación. La Reserva Federal ha tenido que caminar entre dos aguas, y hasta el momento ha optado por amarrar el control de la inflación, a costa de exponerse a la recesión; Los analistas de Goldman Sachs calculan una probabilidad del 25%. UBS espera que el año acabe con un crecimiento anual del 1,6%. Los bancos de inversión ya dan por hecho el enfriamiento, y es la tesis que maneja Wall Street como escenario central. Obviamente, una economía que se enfría está más cerca de una recesión. Pero el temor no se puede sustentar en una palabra: la duración y la intensidad de una contracción económica son más importantes que el mero apunte estadístico por debajo de cero. Harán falta más datos antes de enterrar al consumidor americano.
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