Aversión a máximos, ¿por qué cuesta tanto disfrutar de las ganancias?
Los teóricos explican que las personas tienden a sentir más intensamente el dolor de una pérdida que el placer de una ganancia
Nos encontramos en el ecuador del año, una marca temporal que nos invita a reflexionar sobre lo vivido en los últimos meses y, en especial, sobre los acontecimientos más recientes. Junio ha estado lleno de eventos significativos que merecen nuestra atención. En el frente político, las elecciones europeas han traído cierta inestabilidad con el auge de los extremismos y la convocatoria de elecciones legislativas en Francia para finales de este mes. En el ámbito de la política monetaria,...
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Nos encontramos en el ecuador del año, una marca temporal que nos invita a reflexionar sobre lo vivido en los últimos meses y, en especial, sobre los acontecimientos más recientes. Junio ha estado lleno de eventos significativos que merecen nuestra atención. En el frente político, las elecciones europeas han traído cierta inestabilidad con el auge de los extremismos y la convocatoria de elecciones legislativas en Francia para finales de este mes. En el ámbito de la política monetaria, el Banco Central Europeo ha bajado los tipos de interés en 25 puntos básicos, tal como había adelantado en los últimos meses, siendo esta la primera vez en cinco años que se hace una rebaja de este tipo.
Así, el interés de la tasa de depósito, el tipo de interés libre de riesgo a la que los inversores podemos acceder, se reduce al 3,75%. Además, el BCE ha ajustado sus previsiones de crecimiento económico, subiéndolas al 0,9% para 2024, y espera que la inflación llegue al 2,5% este año. Sin embargo, este es un movimiento cuando menos prudente, ya que la lucha contra la inflación no ha terminado. De hecho, la última cifra del indicador de precios en la zona euro dio un pequeño susto al subir al 2,6% interanual en mayo. Todo esto, mientras los salarios están aumentando a un ritmo histórico.
Por su parte, la Reserva Federal no realizó cambios en los tipos de interés en su última reunión, una decisión ampliamente anticipada que no causó sorpresa. Revisaron al alza las expectativas de inflación para este año, unas proyecciones que sugieren que la Reserva Federal prevé una convergencia de los precios hacia el objetivo del 2% para finales de 2025 o principios de 2026.
Podemos decir, en consecuencia, que la economía en general se encuentra en una situación relativamente saludable. Con unas previsiones de crecimiento prometedoras, Europa está experimentando un rebote tras haber estado un poco más deprimida en comparación con Estados Unidos. En cuanto a la inflación, es probable que el último tramo hasta llegar al objetivo del 2% marcado por los bancos centrales sea un poco más difícil de conseguir. Dicho esto, la situación ante la que nos encontramos es mucho mejor de lo que el mercado esperaba hace apenas un año.
¿Qué repercusión ha tenido esto en las Bolsas? Las Bolsas siguen acumulando máximos históricos, sobre todo la americana, representada en el S&P 500, que ha marcado el trigésimo en lo que va de año. Si bien es cierto que el diablo está en los detalles y que gran parte de esta revalorización proviene de una sola compañía, Nvidia, una de las grandes ganadoras de la fiebre por la inteligencia artificial. Dicho esto, los beneficios esperados siguen creciendo a buen ritmo y marcando también máximos históricos.
Y si esto es así, ¿por qué nos cuesta tanto disfrutar de las ganancias? ¿Qué nos impide permanecer invertidos o hacer una inversión en máximos? Podemos encontrar una respuesta en la teoría de la aversión a la pérdida, un concepto desarrollado por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky en su teoría de las perspectivas, que describe cómo las personas tendemos a sentir más intensamente el dolor de una pérdida que el placer de una ganancia equivalente. Esta inclinación no es simplemente una cuestión de preferencia, sino un sesgo cognitivo profundo que influye en nuestras decisiones diarias y en el comportamiento económico. La teoría afirma que las pérdidas son psicológicamente entre 1,5 y 2,5 veces más potentes que las ganancias de la misma magnitud, lo que explica por qué los inversores optamos muchas veces por evitar riesgos, incluso cuando potencialmente podemos ganar más. Ejemplificándolo, si se nos da la opción de ganar 100 dólares con una probabilidad del 50% o evitar perder 100 dólares con la misma probabilidad, la mayoría de las personas preferiríamos evitar la pérdida. Esto es así porque el dolor anticipado de perder 100 dólares lo percibimos como mucho mayor que el placer de ganar esa misma cantidad. Este sesgo hacia la aversión a la pérdida tiene importantes implicaciones en la toma de decisiones económicas.
Sesgo cognitivo
Además de este sesgo cognitivo del que tan difícil nos resulta escapar, tendemos a creer que el hecho de que un índice esté en máximos implica que hay un mayor número de posibilidades de que nos encontremos ante la próxima caída bursátil. Pasamos por alto que la tendencia natural de la Bolsa es el crecimiento, reflejando en el precio de los índices la progresión natural de los beneficios. La estadística avala esta teoría. Desde 1928, la probabilidad de ganar dinero un día cualquiera en el S&P 500 es de un 54% frente a un 46% de perderlo. Si ampliamos el horizonte temporal y llevamos a seis meses el periodo de inversión, la probabilidad de ganar dinero se dispara a un 71% frente a un 29% de perderlo. El ruido del corto plazo nos hace sentir que los mercados son más impredecibles y volátiles de lo que en realidad son.
Otra conclusión curiosa que nos arroja las estadísticas es que la revalorización del S&P 500 un año después de invertir tras una caída o una subida de un 10% es prácticamente la misma, 10% y 13% respectivamente. Incluso si ampliamos el rango al 20% de caída y de subida, las conclusiones son parecidas. Las estadísticas nos revelan que los retornos obtenidos después de un rally no son significativamente peores de los retornos normales de la propia Bolsa. La mejor inversión que podemos hacer es luchar contra estos miedos e intentar aislarnos del ruido del corto plazo permaneciendo invertidos.
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