¿Nubes de verano, o se está fraguando algo más?

Nadie se altera ante la magnitud gigantesca de la deuda acumulada por EE UU, pero tampoco por la de Italia o España

Barco atravesando el canal de Suez, hacia el mar Rojo, en enero de 2024, en Ismailia (Egipto).Sayed Hassan (Getty Images)

A la República de Francia le acaban de bajar su calificación crediticia desde AA hasta AA-, y aunque la perspectiva que Standard & Poor’s contempla para el futuro de la calificación de la deuda francesa de largo plazo es estable, no deja de ser un bofetón económico con repercusiones políticas para el presidente Macron.

Alemania mantiene su calificación, por lo que lo de Francia aparenta ser solo una nube de verano. Desde luego, los llamados bond vigilantes o superhéroes de los bonos, que escrutan a los Gobiernos para que no sean manirrotos, parece que se han quedado ad...

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A la República de Francia le acaban de bajar su calificación crediticia desde AA hasta AA-, y aunque la perspectiva que Standard & Poor’s contempla para el futuro de la calificación de la deuda francesa de largo plazo es estable, no deja de ser un bofetón económico con repercusiones políticas para el presidente Macron.

Alemania mantiene su calificación, por lo que lo de Francia aparenta ser solo una nube de verano. Desde luego, los llamados bond vigilantes o superhéroes de los bonos, que escrutan a los Gobiernos para que no sean manirrotos, parece que se han quedado adormecidos o se han ido de vacaciones hace tiempo.

Eso permite que nadie se altere ante la magnitud gigantesca que está adquiriendo la deuda acumulada por EE UU, pero tampoco por la de Italia y Japón (los dos reyes del gasto público), por no hablar de la que acumula España.

Todo va bien en el mejor de los mundos, podría llegarse a decir. La prima de riesgo de la deuda pública española, por ejemplo, ya está llegando a los 70 puntos básicos, y la de Italia, que hace seis meses estaba en 200, ha descendido ahora hasta los 130 puntos básicos.

El éxito de haber conseguido que la inflación haya bajado desde los nueves, dieces y onces por ciento hasta los tres y pico por cien (y, en el caso de Italia, al 0,8%) parece que ha facilitado las cosas y permitido que todo el mundo se relaje.

Ni siquiera las turbulencias políticas que, a veces, ponen nerviosos a los mercados están haciendo mella, ni en España ni en Estados Unidos, por citar el caso más cercano junto al caso más relevante de todos.

El que se haya reducido la estimación de lo que creció el PIB de EE UU en el primer trimestre del año desde el 1,6% anualizado que se publicó inicialmente al 1,3% solo ha asustado a los más exagerados, que señalan que eso, combinado con un deflactor del consumo privado subyacente estancado en el 2,8% por cuarto mes consecutivo, pudiera estar dando señales de la tan temida estanflación (inflación con flojo crecimiento económico).

La inquietud, sin embargo, ha empezado a crecer hace un par de días, cuando el servicio de estudios de la Reserva Federal de Atlanta ha rebajado su estimación de crecimiento del PIB de EE UU en el trimestre actual del 2,7% al 1,8% anualizado.

En cambio, nadie parece muy asustado por el descenso del volumen de comercio global en el mes de marzo (último dato conocido y recién publicado). Al fin y al cabo, el comercio creció un 0,3% en el conjunto del primer trimestre, aunque la tasa anual sigue estancada desde hace dos años en torno al -0,80% al que ha caído en este mismo mes de marzo último.

La OPEP+ se ha reunido telemáticamente, y nada sobresalta a los mercados de crudo, que parecen curados de espanto tanto ante la guerra entre Hamás e Israel como ante los ataques recíprocos entre Israel e Irán y los de los hutíes a los barcos mercantes en Bab-el-Mandeb. Hasta tal punto llega el relax, que el precio del Brent es el mismo que el del inicio de año.

Apenas se habla del impacto que los rodeos que han de dar los barcos circunnavegando África por el cabo de Buena Esperanza estén teniendo sobre la cadena internacional de suministros. Una manera de medir esas tensiones, como es el Global Supply Chain Pressure Index (GSCPI), elaborado por el servicio de estudios de la Reserva Federal de Nueva York, está ahora con menor nivel de estrés que el que tenía antes del ataque de Hamás a Israel: si en septiembre pasado estaba en -0,65, en abril (último cálculo) había bajado a -0,85.

Para hacerse una idea clara de la situación, solo hay que pensar en que, en diciembre de 2021, peor momento de todos por la obturación de los canales de distribución, ese índice había subido a 4,36.

Que el estrés no es muy fuerte se refleja en uno de los índices de transporte por mar de materias primas sólidas en bruto, el Índice Báltico Seco, que, aunque con grandes oscilaciones, está ahora en el mismo nivel que antes del ataque de Hamás.

Otra cosa es el comportamiento de los índices de fletes de contenedores, que sí están experimentando una fuerte subida (el Harpex, un 50%) aunque bajaron en las semanas posteriores al ataque de Hamás.

Así y todo, hay quien está inquieto por la evolución de los precios, que parecen estar moviéndose en dientes de sierra, tal y como esperábamos, dificultándole a la Reserva Federal el bajar los tipos de interés. Ha subido y mucho la preocupación por la flojera del consumo de las familias en USA tras haberse reducido el PIB estimado del primer trimestre y ser el consumo el causante, con su bajada del 2,6% al 1,8%.

A pesar de que los indicadores tradicionales (inversión de la curva, índice de indicadores adelantados, etc.) han fallado esta vez a la hora de pronosticar la llegada de una recesión en Estados Unidos, el PMI Manufacturero de Chicago (en 35,4, tras seis meses consecutivos de caída) está cantando su llegada, como ha hecho con acierto siempre que se ha comportado como ahora.

China y Japón crecen más de lo esperado, pero las nubes (de verano, por el momento) no paran de acumularse en el horizonte.

Juan Ignacio Crespo es economista y estadístico del Estado

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