La urgente necesidad del mercado de capitales europeo
Europa está ante un cruce de caminos. No solo por las elecciones (aunque la configuración del Europarlamento tendrá sin duda impacto en el futuro de la Unión), sino por la situación geopolítica y, por ende, económica. Afrontar el triple reto de la digitalización, la transición energética y la autonomía geopolítica requiere, además de voluntad política, mucho dinero. Enrico Letta y Mario Draghi ya han apuntado, de forma reiterada, la necesidad de un mercado de capitales operativo que pueda levantar la financiación necesaria. Y no es que el Viejo Continente sea necesariamente pobre; ocurre simplemente que la actividad productiva se ha financiado vía bancos, un manantial que parece insuficiente, mientras los depósitos (también bancarios) ocupan un lugar preferente en el reparto del ahorro.
No se trata ya de que los mercados europeos puedan canalizar dinero para financiar; la petición de los gestores de las Bolsas es que, al menos, las cosas no vayan a peor. Por más que la salida de Ferrovial de España se aderezó con tintes políticos (y hasta folclóricos), son varias las empresas europeas que ya han optado o están barajando trasladar su cotización a EE UU. La fragmentación de los mercados les resta liquidez y atractivo a ojos de los inversores. Y si un mercado es menos atractivo, es más difícil para las empresas captar dinero. Lo ha apuntado recientemente el presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventura. En un entorno económico donde las exigencias de inversión son crecientes y de dura competencia entre bloques económicos, la dificultad de movilizar capital es un problema de efectos muy serios en el largo plazo y complicados, si no imposibles, de revertir-
Letta propone, directamente, una Bolsa unificada en Europa para los valores tecnológicos. Ojalá. Y ojalá no solo para los valores tecnológicos. Europa no tiene a los siete magníficos de Wall Street, pero sí a un buen puñado de empresas líderes en sus sectores (incluida alguna española); solo se trata de poner los medios para que surjan más.
Europa está ante un cruce de caminos. No solo por las elecciones (aunque la configuración del Europarlamento tendrá sin duda impacto en el futuro de la Unión), sino por la situación geopolítica y, por ende, económica. Afrontar el triple reto de la digitalización, la transición energética y la autonomía geopolítica requiere, además de voluntad política, mucho dinero. Enrico Letta y Mario Draghi ya han apuntado, de forma reiterada, la necesidad de un mercado de capitales operativo que pueda levantar la financiación necesaria. Y no es que el Viejo Continente sea necesariamente pobre; ocurre simplemente que la actividad productiva se ha financiado vía bancos, un manantial que parece insuficiente, mientras los depósitos (también bancarios) ocupan un lugar preferente en el reparto del ahorro.
No se trata ya de que los mercados europeos puedan canalizar dinero para financiar; la petición de los gestores de las Bolsas es que, al menos, las cosas no vayan a peor. Por más que la salida de Ferrovial de España se aderezó con tintes políticos (y hasta folclóricos), son varias las empresas europeas que ya han optado o están barajando trasladar su cotización a EE UU. La fragmentación de los mercados les resta liquidez y atractivo a ojos de los inversores. Y si un mercado es menos atractivo, es más difícil para las empresas captar dinero. Lo ha apuntado recientemente el presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventura. En un entorno económico donde las exigencias de inversión son crecientes y de dura competencia entre bloques económicos, la dificultad de movilizar capital es un problema de efectos muy serios en el largo plazo y complicados, si no imposibles, de revertir.
Letta propone, directamente, una Bolsa unificada en Europa para los valores tecnológicos. Ojalá. Y ojalá no solo para los valores tecnológicos. Europa no tiene a los siete magníficos de Wall Street, pero sí a un buen puñado de empresas líderes en sus sectores (incluida alguna española); solo se trata de poner los medios para que surjan más.
Queda, en todo caso, mucho camino por recorrer y muchas suspicacias nacionales por superar. Baste como ejemplo la unión bancaria, planteada como una necesidad en los estertores de la crisis de 2012; estamos en 2024 y todavía debatiendo. Las autoridades europeas quieren bancos europeos, pero si los banqueros prefieren operaciones domésticas (apenas se han registrado operaciones transnacionales) es porque las barreras administrativas siguen siendo demasiado poderosas. . Baste como ejemplo la Unión Bancaria, planteada como una necesidad en los estertores de la crisis de 2012; estamos en 2024 y todavía debatiendo. Las autoridades europeas quieren bancos europeos, pero si los banqueros prefieren operaciones domésticas (apenas se han registrado operaciones transnacionales) es porque las barreras administrativas siguen siendo demasiado poderosas.
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