Macron se sumerge en una crisis de deuda muy francesa

Su Gobierno se centra en recortar el gasto público además de los impuestos, en vez de dejar de rebajar estos

El presidente francés, Emmanuel Macron, el día 24, en un partido de fútbol benéfico para niños internos en el hospital, en Plaisir, a las afueras de París.Benoit Tessier (REUTERS)

Emmanuel Macron no está teniendo una buena primavera. El presidente francés pareció despertarse hace un mes con la desagradable sorpresa de que el déficit presupuestario de su país se había disparado en 2023 hasta el 5,5% del PIB. Algunos inversores en bonos ya están rehuyendo la deuda francesa. Y las autoridades del Gobierno están preocupadas por las agencias de calificación Moody’s y Fitch, que decidirán este viernes si rebajan o no la perspectiva “estable” de la deuda soberana de Francia.

Es poco probable que la segunda economía de la zona euro pida al Fondo Monetario Internacional o...

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Emmanuel Macron no está teniendo una buena primavera. El presidente francés pareció despertarse hace un mes con la desagradable sorpresa de que el déficit presupuestario de su país se había disparado en 2023 hasta el 5,5% del PIB. Algunos inversores en bonos ya están rehuyendo la deuda francesa. Y las autoridades del Gobierno están preocupadas por las agencias de calificación Moody’s y Fitch, que decidirán este viernes si rebajan o no la perspectiva “estable” de la deuda soberana de Francia.

Es poco probable que la segunda economía de la zona euro pida al Fondo Monetario Internacional o a sus socios europeos el tipo de rescate que recibieron Grecia, Irlanda o Portugal en 2010-2011. En su lugar, el país se está inventando una crisis propia, obligado a un programa de austeridad que podría dejar secuelas económicas y políticas duraderas.

Aunque algunos inversores se han echado atrás respecto a los bonos franceses, los mercados en general se han mantenido optimistas. Los rendimientos de los bonos franceses a 10 años, ahora en el 3%, se han movido en sincronía con los bunds alemanes de referencia en los últimos meses. En torno a 55 puntos básicos, el diferencial –la distancia entre la rentabilidad que los inversores exigen a los bonos franceses y la de su vecino de mayor tamaño– no ha variado mucho desde principios de año. Pero esto refleja en parte la crisis económica germana. En el mismo periodo, los diferenciales de Italia y España con Alemania se han reducido en 40 y 30 puntos básicos, respectivamente.

Los inversores saben que Francia es la única gran economía de la zona euro cuya carga de deuda, ahora en el 110% del PIB, no se redujo el año pasado, cuando otros Gobiernos europeos empezaron a deshacerse del apoyo fiscal prestado durante la crisis de la covid y la energética. También saben que el compromiso del Gobierno de situar el déficit presupuestario por debajo del 3% del PIB en 2027 ha sido tachado de excesivamente optimista tanto por el organismo de control fiscal del país como por el propio banco central. Este año ya se ha revisado al alza hasta el 5,1% del PIB.

Debido a que Macron lleva mucho tiempo desatendiendo esta cuestión, su Gobierno se esfuerza ahora por presentar un plan apresurado de reducción del déficit para este año y el próximo. La improvisación lleva a centrarse en el lado equivocado de la ecuación: intentar recortar el gasto a toda prisa, empezando por las prestaciones de desempleo.

Con un gasto público del 56% del PIB, frente al 48% de Alemania, existe un amplio margen para ahorros específicos, como pensiones públicas menos generosas o una política de vivienda más racional. Aun así, Francia no ha aumentado enormemente el gasto público en los últimos tiempos. En los 10 años que fueron de 2014 a 2023, el gasto público total aumentó un 30%, frente al 58% de Alemania, según datos del FMI.

Además, la sorpresa presupuestaria del año pasado se debió a una menor recaudación de impuestos. Esto se debió a un crecimiento más lento de lo esperado, así como a la obsesión de Macron y su ministro de Economía, Bruno Le Maire, por reducir los impuestos. Incluso el Banco de Francia, en su informe, instó al presidente a “al menos dejar de bajar” los impuestos. Eso debería empezar por cerrar las lagunas, exenciones y rebajas creadas a lo largo de los años para aplacar a diferentes lobbies, que han beneficiado sobre todo a los hogares más ricos y a las empresas más grandes, señaló el banco central. Macron ya no puede presentarse a la reelección, por lo que no tiene nada que temer en ese sentido. No puede decirse lo mismo de Le Maire, cuyas ambiciones presidenciales son un secreto a voces.

El peligro de centrarse en los recortes del gasto es tanto económico como político. La austeridad en tiempos de crisis frenará el crecimiento y reducirá aún más los ingresos fiscales. E incluso después de haber sido revisada a la baja, la previsión del Gobierno de una expansión de la economía del 1% este año parece optimista: el FMI ve un crecimiento de solo el 0,7%. Con una minoría en el Parlamento, Macron podría tener que enfrentarse a nuevos disturbios callejeros y a otro repunte de la popularidad de los partidos radicales de ambos extremos del espectro. Una crisis política tras un programa de austeridad inoportuno para evitar una crisis de deuda: al menos en ese aspecto, Francia repetiría los errores de la zona euro en 2010.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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