Kam Ghaffarian, el hombre que miraba a las estrellas y ahora las conquista
Es el fundador de Intuitive Machines, que salió a Bolsa hace un año, la primera del sector privado que se posa en la Luna, para llevar cargas útiles de la NASA
Se le da bien conseguir contratos públicos para el espacio, y detectar gente brillante para sus empresas. El estadounidense Kamal (Kam) Ghaffarian (Irán, 1958) es el artífice de Intuitive Machines, la primera empresa privada que consigue posarse en la Luna: el 22 de febrero colocó allí el módulo Odiseo.
La empresa cotiza en Nasdaq, y con más de 250 empleados y sede en Houston, tiene tres contratos de la NASA para enviar cargas útiles a la superficie lunar. Para ello, usa cohetes de SpaceX, la compañía de Elon Musk. Ghaffarian controla un 55,4%. Sus dos socios, Stephen Altemus (CEO, con ...
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Se le da bien conseguir contratos públicos para el espacio, y detectar gente brillante para sus empresas. El estadounidense Kamal (Kam) Ghaffarian (Irán, 1958) es el artífice de Intuitive Machines, la primera empresa privada que consigue posarse en la Luna: el 22 de febrero colocó allí el módulo Odiseo.
La empresa cotiza en Nasdaq, y con más de 250 empleados y sede en Houston, tiene tres contratos de la NASA para enviar cargas útiles a la superficie lunar. Para ello, usa cohetes de SpaceX, la compañía de Elon Musk. Ghaffarian controla un 55,4%. Sus dos socios, Stephen Altemus (CEO, con un 20,9%) y Timothy Crain (13,2%) son ex altos cargos de la agencia espacial.
La firma está en pérdidas, pero Ghaffarian confía en el negocio; de todos modos, afirma, su motivación nunca ha sido solo hacerse rico. “Quería que mi vida se centrara más en marcar la diferencia, cambiar el mundo para mejor”, asegura a Forbes, que estima su fortuna en 2.300 millones de dólares. “Mi esperanza es que en 10-20 años tengamos una ciudad espacial, un lugar donde la gente pueda realmente ir a vivir”.
Posee una gran habilidad para los contratos públicos y para convencer a importantes figuras de la NASA para unirse a sus empresas, algo básico para atraer a los inversores en un mercado muy competido. Medita a diario para conectar con la energía del universo, dice. Posee, por ejemplo, una mesa de ónice blanco importada de Irán: la trajo por su translucidez única cuando se enciende y por la energía espiritual, no física, que, cuenta, emite el mineral de mil millones de años. “Cuando la tocas, sientes la energía de la piedra”, contaba al New York Times.
Pasó su infancia en Isfahán (Irán). Le encantaba mirar las estrellas, y su pasión por el espacio creció cuando vio por televisión el alunizaje del Apolo 11, en 1969.
En 1976, dejó la prestigiosa Universidad Shiraz y voló a Washington DC para estudiar en la Universidad Católica de América, con un préstamo de 2.000 dólares de su tío. Por la noche, aparcaba coches en el centro urbano para pagar la deuda mientras terminaba un doble grado en Informática e Ingeniería Electrónica. Se graduó en 1980, un año después de la revolución iraní. También tiene un doctorado en Sistemas de Información de Gestión.
Trabajó como informático en el Hospital Universitario de Georgetown, y adquirió la nacionalidad estadounidense. Luego fichó por Lockheed Martin y Ford Aeroespace, desarrollando los sistemas que procesaban los datos obtenidos por los astronautas.
En 1994, con Harold Stinger, exjefe suyo en Lockheed, fundó Stinger Ghaffarian Technologies (SGT), con la ayuda de un programa federal para empresas propiedad de minorías sociales, y 250.000 dólares de la hipoteca de su casa. Su primera oficina estaba en su sótano, y se dedicaban a los contratos públicos del espacio. En 2006 ya era el vigésimo contratista de la NASA, con un volumen de 100 millones, y en 2009, Ghaffarian compró la participación de su socio. SGT estaba en el programa de George W. Bush para volver a la Luna, pero Barack Obama lo canceló por la crisis financiera. Su empresa llegó a ser el segundo mayor proveedor de servicios de ingeniería de la NASA y a generar más de 500 millones de ingresos anuales.
Un viaje a la República Democrática del Congo, y ver cómo la gente vivía sin electricidad, le hizo dar un cierto giro a su carrera y crear compañías como X-Energy, dedicada a construir reactores nucleares de alta temperatura refrigerados por gas (que también tiene un contrato con la NASA para llevar un reactor portátil a la Luna). Hace una década nacieron Intuitive Machines y Axiom Space, esta de la mano de Michael Suffredini, que había dirigido el programa de la Estación Espacial Internacional para la NASA. Su objetivo, poseer y operar la primera estación espacial comercial del mundo; por ahora lleva fuera de la Tierra a astronautas de países amigos de EE UU, como Italia o Arabia Saudí.
En 2018, Ghaffarian vendió SGT a su competidora KBR por 355 millones, a fin de obtener efectivo para invertir en el resto de sus proyectos. Dos años después, fundó Quantum Space, que construye satélites de comunicaciones para el espacio cislunar, el área entre la Tierra y la Luna.
Intuitive Machines se fusionó en febrero de 2023 con una SPAC fundada dos años antes en las Islas Caimán, con el nombre de Inflection Point Acquisition (Ipax). Así salió a Bolsa, donde pasó de 10 a 136 dólares en poco tiempo. El alunizaje estaba previsto para noviembre, pero la congestión de Cabo Cañaveral lo retrasó, y los inversores hicieron que el valor cayera hasta los 2,09 dólares, el 4 de enero. Tras el éxito de la misión, volvió a subir a los 11 dólares. Ahora está sobre los 6 dólares. Otras operaciones no le han ido muy bien: X-Energy puso fin a su fusión con la SPAC Ares Acquisition en octubre, un mes después de revisar su valoración a la baja en un 42%.
La apuesta de la NASA por Intuitive Machines forma parte del plan impulsado por Donald Trump de llevar personas a la Luna en 2026. En este caso, el objetivo es la investigación e incluso el desarrollo de infraestructura, y no la competición por superar a la URSS, como en los primeros viajes. Para Ghaffarian, es la oportunidad de cumplir los sueños de aquel niño que miraba las estrellas.
Viajes interestelares
El proyecto favorito de Ghaffarian es Limitless Space Institute, una entidad sin ánimo de lucro creada en 2019 y que se le ocurrió meditando.
La organización financia la investigación de cara a hacer viajes interestelares, por ahora solo un concepto.
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