Los interrogantes del coche eléctrico
La ofensiva internacional de las marcas chinas y la retirada de las ayudas públicas en Europa son un desafío para los planes de las grandes automovilísticas
La decisión de Renault y Volkswagen de paralizar los planes de sacar a Bolsa sus respectivas divisiones de coche eléctrico constituye una respuesta previsible y pragmática a las señales que advierten de una desaceleración en el crecimiento del sector. El revés bursátil que sufrió Tesla hace una semana tras presentar sus resultados de 2023, un ejercicio en el que las ventas se han estancado, los márgenes se han recortado y los beneficios han perdido brillo, ha alimentado una incertidumbre que empieza a ganar terreno en el mercado. Una vez que la compañía de Elon Musk ha reconocido que espera un 2024 con “un crecimiento de volumen de las ventas notablemente inferior al de 2023″, no es de extrañar que tanto Renault como Volkswagen hayan optado por aplazar sus planes. Tanto la compañía francesa, que preparaba el debut de Ampere, como la alemana, que tenía intención de hacer lo mismo con PowerCo, han reconsiderado una decisión condicionada, al menos, por dos grandes factores que no pueden ignorarse con facilidad.
El primero es la ofensiva comercial internacional de las automovilísticas chinas, que no se conforman con su propio mercado y están extendiendo su oferta más allá de las fronteras del país asiático. La exitosa irrupción de marcas como MG, Omoda o BYD –esta última ha desbancado ya en el último trimestre a Tesla en número de ventas– confirma que la industria china se perfila como el primer enemigo de las grandes marcas occidentales en general y comunitarias en particular. Bruselas ha confirmado la apertura de una investigación formal sobre los subsidios que reciben las compañías chinas, presionada por un debate creciente sobre la necesidad de blindar la industria europea de una competencia que juega con ventajas desproporcionadas y con precios imbatibles.
El segundo factor que puede agrietar las perspectivas de crecimiento del vehículo eléctrico es la retirada de las ayudas públicas, que en Alemania provocó el pasado diciembre un derrumbe de las ventas que roza el 50%. Una reacción causa-efecto que deja a la vista la fragilidad de un mercado que sigue lastrado por un buen puñado obstáculos, entre ellos, su alto precio, los problemas de autonomía, el escaso desarrollo de puntos de recarga en algunos países, o la rápida depreciación de su valor.
Ninguna de estas dificultades son meros baches coyunturales, sino interrogantes reales que pueden arruinar la competitividad del coche eléctrico y condicionar la apuesta industrial de las grandes marcas. Un desafío cuya respuesta no solo atañe a las empresas, sino también a la política industrial europea.
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