Una excepción en la atonía de Europa

El comportamiento de la economía durante el año pasado no se ha visto lastrado por la evolución contenida, pero alcista de los salarios

Ricardo Rubio (Europa Press)

La economía española ha cerrado el curso 2023 con un desempeño notable, lo que incluye un crecimiento del 2,5% del PIB frente a unas previsiones que a principios de año apenas le otorgaban un 1%. La buena evolución de la actividad culminó con un sprint en el último trimestre, en el que se registró un repunte del 0,6% frente al 0,4% del trimestre anterior. La vitalidad española, que contrasta con la atonía del resto de Europa, se explica por tres grandes ingredientes: el extraordinario tirón del turismo internacional, una menor dependencia industrial del exterior y la relativamente baja exposición comercial a China. A ese trío de factores, cuya importancia recordaba hace unos meses el Banco de España, hay que sumar circunstancias que han protegido el crecimiento español como si se tratase de un invernadero, como la menor exposición al gas ruso o la mayor presencia de renovables.

Paradójicamente, ha sido la dependencia española de la actividad terciaria, cuestionada con frecuencia, y la falta de un potente sector manufacturero en el país, lo que fundamenta el excelente ejercicio que ha realizado la economía española en un contexto marcado por la crisis de materias primas y la exorbitante factura de la energía. Buena parte de ese crecimiento corresponde al consumo de las familias, que se ha visto reflejado en el comercio minorista y en las matriculaciones de coches.

El comportamiento de la economía durante el año pasado no se ha visto lastrado por la evolución contenida, pero alcista, de los salarios, que se ha concentrado la banda salarial más baja, sin que el proceso haya desbancado a España de su puesto de liderazgo en crecimiento de la UE. La política monetaria no ha favorecido la inversión, que no ha repuntado ni siquiera al calor de los fondos europeos, así como ha desincentivado el mercado crediticio, aunque las expectativas para este año sobre la evolución de los tipos de interés ofrecen un horizonte más favorable.

El dato de la inflación, conocido ayer, constituye un aviso sobre lo difícil que resulta meter en cintura los precios y sobre la necesidad de testar cuidadosamente la evolución de los salarios, como ha recomendado a todas las economías el propio BCE. Aunque la moderación de la tasa subyacente es una señal tranquilizadora, el coctel de factores geoestratégicos adversos con los que tendrán que seguir lidiando las economías europeas, aconseja a España mantener el rumbo sin descuidar la vigilancia, para seguir siendo una excepción en una Europa anémica.

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