No hagan caso a la Reserva Federal

Hay buenos motivos para pensar que la liquidez pueda irse esfumando en este 2024, pero el inicio del año en la Bolsa parece estar desmintiendo esa posibilidad

Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

Es bien sabido que la liquidez es la reina de los mercados financieros. Todos los males que les afectan de vez en cuando se arreglan con una inyección de liquidez. A veces esa inyección tarda algo más de lo normal en surtir efecto, pero la persistencia del tratamiento termina por funcionar.

De ahí que sea normal que al inicio de cada año todo el mundo se pregunte qué es lo que va a suceder con la liquidez...

Regístrate gratis para seguir leyendo en Cinco Días

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte


Es bien sabido que la liquidez es la reina de los mercados financieros. Todos los males que les afectan de vez en cuando se arreglan con una inyección de liquidez. A veces esa inyección tarda algo más de lo normal en surtir efecto, pero la persistencia del tratamiento termina por funcionar.

De ahí que sea normal que al inicio de cada año todo el mundo se pregunte qué es lo que va a suceder con la liquidez en los 12 meses siguientes, que viene a ser como preguntarse que es lo que pasará con el precio de los diferentes activos financieros.

Hay buenos motivos para pensar que la liquidez pueda irse esfumando a lo largo del año, ya que dos de los cuatro grandes bancos centrales (la Reserva Federal y el Banco Central Europeo) mantienen, por ahora, sus políticas de reducción del tamaño de sus respectivos balances, lo que hará que la liquidez merme.

Sin embargo, el inicio de año de las Bolsas parece estar desmintiendo la posibilidad de que la liquidez se reduzca, pues, aunque lo empezaron más bien flojas, se han repuesto con bastante rapidez y en el caso de las de EE UU (representadas por el índice general S&P 500) han estado marcando sucesivos máximos históricos, con lo que ya se situaban, al final de la semana pasada, un 2,6% por encima de su nivel de principios de 2022.

¿A qué puede deberse ese buen comportamiento? A que, si bien la liquidez en los mercados monetarios de EE UU se puede estar reduciendo por la vía de la contracción del tamaño del balance de la Reserva Federal (y otro tanto pueda estar ocurriendo en la eurozona con el BCE), desde los bancos centrales de China y de Japón se puede estar compensando parte de ese efecto negativo mediante la expansión del tamaño de sus propios balances.

Efectivamente, desde finales de julio pasado, el tamaño conjunto de los bancos centrales de China y Japón ha crecido un 7,25% y eso parece estar sirviendo para contrabalancear la reducción producida en el tamaño de los balances de los bancos centrales de Europa y EE UU.

Si se toma el balance agregado de los cuatro bancos centrales más importantes del mundo (Reserva Federal, BCE, Banco de la China Popular y Banco de Japón) se observa que desde noviembre pasado ha tenido un aumento del 2,04%.

Había que irse, por tanto, bastante lejos, geográficamente (aunque no conceptualmente) hablando, para encontrar el secreto del optimismo de las Bolsas. Y si ese secreto se combina con algo más, la cosa parece meridianamente clara (dentro de lo oscuro y falible que es siempre el atribuir las causas de un fenómeno a otros fenómenos que son más o menos simultáneos o concomitantes: coincidencia no es necesariamente causalidad).

Ese secreto se puede desglosar en cuatro. En primer lugar, está la creencia de que la Reserva Federal no podrá reducir su balance a la velocidad que le gustaría, pues tiene un problema por resolver desde hace diez meses. Se trata de la última y amenazadora crisis en el sistema financiero norteamericano, la que supuso la quiebra de varios bancos regionales y que obligó, en marzo pasado, a la Reserva Federal a crear una línea nueva de liquidez para salvar a ese sector de una serie adicional de quiebras en cadena. Para colmo de males, el uso de esa línea de liquidez por los bancos ha ido en aumento, en lugar de haber decrecido como debería haber sido si el problema se hubiera solucionado. La línea en cuestión, cuyo nombre en inglés es Bank Term Funding Program (BTFP), tiene ahora mismo vivo un montante de 167.768 millones de dólares, y si bien se parte de esa cantidad se atribuye a un empleo abusivo y para hacer arbitraje por parte de algunos bancos, lo cierto es que parece que tendrá que renovarse dentro de un par de meses (inicialmente era solo para préstamos a un año), lo que supone estar retirando liquidez con una mano y suministrándola con otra.

En favor de que la liquidez seguirá siendo abundante están también las dificultades de la economía china para crecer y para superar la quiebra de su mercado inmobiliario, junto con el estado comatoso de las finanzas de los gobiernos regionales y el impacto que todo ello tiene en el sistema bancario del país. Lo que, junto con la venta de activos por los extranjeros, obligará a su banco central a mantener un nivel elevado de liquidez.

Otro tanto es probable que le toque hacer al BCE para impedir que la minirrecesión de la eurozona se convierta en algo más grave.

Finalmente, a juzgar por su comportamiento desde octubre de 2022, las Bolsas han hecho caso omiso de las advertencias de la Reserva Federal y de sus anuncios sobre lo que pensaban hacer con los tipos de interés. Desde el verano de 2022 han estado descontando que la Reserva Federal pivotaría (cambiaría de política) muy pronto. Y aunque ese descuento se ha revelado falso, el daño para quienes se lo tomaron en serio ha sido nulo, dejando sin efecto el viejo dicho de don’t fight the Fed (no te opongas a la Reserva Federal), dicho que parece haberse convertido ya en todo lo contrario: no hagas ningún caso a la Reserva Federal.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Más información

Archivado En