La importancia del enfoque temporal en la inversión

Le prestamos demasiada atención a los datos de corto plazo y despreciamos el largo plazo, que es dónde precisamente deberíamos mantener el foco

Vega Alonso (EFE)

La política monetaria siempre ha sido un factor clave en el devenir de los mercados, pero su importancia se ha visto acentuada en los últimos años, por no decir lustros. Es innegable que los bancos centrales tuvieron un papel fundamental a la hora de sacar al mundo de la gran crisis financiera global. Permitieron la recuperación de las economías, dieron soporte a los mercados financieros y todos los agentes económicos se beneficiaron del laxo entorno de tipos de interés....

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La política monetaria siempre ha sido un factor clave en el devenir de los mercados, pero su importancia se ha visto acentuada en los últimos años, por no decir lustros. Es innegable que los bancos centrales tuvieron un papel fundamental a la hora de sacar al mundo de la gran crisis financiera global. Permitieron la recuperación de las economías, dieron soporte a los mercados financieros y todos los agentes económicos se beneficiaron del laxo entorno de tipos de interés.

Por otro lado, tampoco podemos obviar la cuota de responsabilidad de los efectos negativos y los desequilibrios generados por la aplicación de estas políticas monetarias ultra laxas. Algo así como una factura necesaria a pagar por estabilizar la economía y el crecimiento mundial.

De esta manera, ahora cada uno de los datos macroeconómicos que conocemos se interpreta en clave del posicionamiento posible de los bancos centrales, muchas veces olvidando otras lecturas derivadas de la naturaleza del dato. Así, es normal que asistamos con caídas en los activos de riesgo a datos que muestran la fortaleza de las economías porque la primera, y principal, lectura es que esa fortaleza derivará en tipos de interés más altos.

Esta inmediatez en la lectura de los datos económicos suele dar lugar a grandes oportunidades. No es ninguna novedad que uno de los grandes males que nos atañe a los inversores es cierta suerte de miopía. Le prestamos demasiada atención a los datos de corto plazo y despreciamos el largo plazo, que es dónde precisamente deberíamos mantener el foco todos los que nos dedicamos a esto de la inversión.

Estamos viendo mucho de esto en el momento actual. Todas las miras y expectativas se centran ahora en cuándo llegará la pausa de los bancos centrales. Lo siguiente será cuando empezarán a bajar los tipos de interés en Estados Unidos o Europa y la verdad es que no lo sabemos. Por el camino puede haber un número grande de imponderables que alteren la hoja de ruta de una manera radical.

El año pasado tuvimos un buen ejemplo de esta situación. Si miramos cómo estaban los indicadores adelantados a finales de año (y principios de este) todo apuntaba a una recesión cercana en Estados Unidos y Europa. La debilidad de las manufacturas era evidente y los servicios parecían enfilar la cuesta abajo, presionados por la inflación y tipos de interés más altos. Sin embargo, no contábamos con una política fiscal terriblemente expansiva (el déficit de Estados Unidos se dobló entre junio de 2022 y junio de 2023) o con una caída del precio de la energía que alivió enormemente a los consumidores europeos.

Como suele suceder, centrar la estrategia en el corto plazo trajo aparejadas malas decisiones de inversión como, por ejemplo, infraponderar la renta variable dentro de las carteras o aumentar la duración demasiado pronto.

Como decíamos, la pausa de los bancos centrales es ahora una discusión habitual, y es lógico que sea así, puesto que cuando finalizan los ciclos de subidas de tipos es un punto de inflexión clave en lo que, por ejemplo, las estrategias de renta fija se refiere. Cuando el ciclo de tipos toca a su fin, los números apoyan la adopción de duración en las carteras. A lo largo de los últimos cuarenta años, los tres meses posteriores a la pausa en las subidas de la Fed han venido acompañados de significativas caídas en los tipos de interés a largo plazo.

Sin embargo, en un mundo cambiante, con una inflación como no se ha visto en los últimos cuarenta años y con focos evidentes de tensiones geopolíticas en zonas muy sensibles del planeta, son muchos los diferentes escenarios y derivadas que podemos afrontar en los próximos meses.

Quizás, la inversión en renta fija tenga más sentido si cambiamos ese enfoque de ver que puede pasar con los bancos centrales y la inflación los próximos meses a unas miras de más largo plazo, que podríamos resumir con una serie de preguntas simples del tipo: ¿Tiene sentido comprar un bono del tesoro estadounidense al 5% de rentabilidad?

Si pensamos que tanto el crecimiento como la inflación pueden tender al 2% en el largo plazo, comprar uno de los activos más seguros del mundo con una rentabilidad del 5% para los próximos diez años no suena como un mal negocio. Evidentemente, puede haber volatilidad por el camino, ese bono puede irse al 5.5% generando minusvalías temporales, pero si la suposición de largo es acertada (respaldada por una tendencia histórica) el inversor habrá realizado una inversión excelente.

En la renta variable sucede algo parecido. A lo largo de estos meses hemos visto compañías de mucha calidad castigadas por el comportamiento de los tipos de interés. Tipos de interés que hoy están en máximos de los últimos años, pero, a lo mejor, en unos meses se encuentran en unos niveles mucho más bajos. En cualquier caso, sean unos meses o un año y medio, estos son tiempos que podríamos enmarcar dentro del corto plazo y ahí es donde, en nuestra opinión, surge la oportunidad; en el error de aplicar factores de corto plazo en una inversión de largo plazo como es la renta variable.

David Ardura es director de inversiones Finaccess Value

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