Arabia Saudí es un comodín en la nueva agitación de Oriente Próximo
Los Gobiernos mundiales necesitan pocas excusas para cuestionar las inversiones de Riad en el extranjero
Mohamed Bin Salmán es el comodín en el nuevo conflicto de Oriente Próximo. El príncipe heredero saudí, de 38 años, forma parte de una generación de dirigentes del Golfo que no han tenido que gestionar una conflagración a gran escala en la que esté implicado Israel. Tras el estallido de la guerra, deberá considerar la rivalidad del reino con Irán, su papel en el mercado del petróleo, las inversiones en el extranjero y las opiniones de sus 32 millones de ciudadanos. La forma en que re...
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Mohamed Bin Salmán es el comodín en el nuevo conflicto de Oriente Próximo. El príncipe heredero saudí, de 38 años, forma parte de una generación de dirigentes del Golfo que no han tenido que gestionar una conflagración a gran escala en la que esté implicado Israel. Tras el estallido de la guerra, deberá considerar la rivalidad del reino con Irán, su papel en el mercado del petróleo, las inversiones en el extranjero y las opiniones de sus 32 millones de ciudadanos. La forma en que responda tendrá grandes implicaciones para su campaña de modernización de la mayor economía del Golfo, y para el mundo.
La suavización de las relaciones saudíes con Israel puede haber contribuido a espolear el atentado perpetrado por Hamás. El presidente de EE UU, Joe Biden, había mediado en las conversaciones entre Bin Salmán (MbS) y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para normalizar las relaciones entre ambos países. La probable contrapartida de un pacto de seguridad reforzado con Washington –y una posible bendición para que el reino desarrolle sus capacidades nucleares– habría reforzado la posición de Riad frente a Teherán, su principal rival en la región. El ataque de Hamás, apoyado por Irán, y las posteriores represalias de Israel contra Gaza hacen ese acuerdo menos probable.
El poder petrolero de Arabia Saudí le confiere un papel importante en lo que suceda a continuación. Biden podría endurecer las sanciones a Irán. Ello podría limitar el tránsito de más de un millón de barriles de petróleo al día desde el país, el cual, según la Agencia Internacional de la Energía, ha visto cómo sus ingresos mensuales por exportaciones de petróleo se disparaban un 50%, hasta los 5.000 millones de dólares, desde enero. Dado que Riad controla la mayor parte de la capacidad diaria de crudo disponible en el mundo –unos 3 millones de barriles diarios–, MbS podría abrir los grifos para evitar que los precios se disparen muy por encima de los 100 dólares el barril.
Pero el príncipe heredero tiene razones para contenerse. Bombear más crudo podría irritar al resto de la OPEP+, que incluye a Rusia. Arabia Saudí también necesita precios por encima de 85 dólares para equilibrar su presupuesto. Y las relaciones con Biden se tensaron después de que este responsabilizara personalmente a MbS del asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi a manos de agentes del reino. De hecho, el príncipe ha recortado la producción de crudo incluso cuando EE UU lo ha presionado para que aliviara los precios.
Pero Riad también debe tener en cuenta la opinión de los inversores internacionales. El plan Visión 2030 de MbS para diversificar una economía de 1,1 billones de dólares, alejándola del petróleo, exige atraer una inversión extranjera directa de 100.000 millones al año para 2030. En 2022 atrajo menos de un décimo de esa suma. El aumento de las tensiones geopolíticas podría frustrar los planes de vender otros 50.000 millones en acciones de Saudi Aramco, el gigante petrolero del país. Si los inversores extranjeros se mantuvieran alejados, como hicieron con la OPV del grupo de 2,2 billones de dólares en 2019, los esfuerzos de diversificación se verían afectados.
Mientras, los Gobiernos extranjeros necesitan pocas excusas para cuestionar las inversiones saudíes en el extranjero. La juerga de gasto del Fondo de Inversión Pública (PIF) del reino, cuyos activos superan los 700.000 millones, ya están bajo escrutinio. Un acuerdo histórico para fusionar su circuito de golf LIV con la PGA de EE UU ya ha sido llevado ante el Congreso este país, y podría ser cuestionado por el Comité de Inversiones Extranjeras. Los políticos españoles están estudiando la adquisición de una participación en Telefónica por parte de STC, la teleco saudí propiedad del PIF.
Por ahora, Arabia Saudí puede contar con el apoyo de banqueros y gestores de fondos de todo el mundo. Está previsto que ejecutivos como Larry Fink, de BlackRock, y Jamie Dimon, de JP Morgan, asistan a la cumbre de la Iniciativa de Inversión Futura que se celebrará en Riad la próxima semana. Sin embargo, MbS también debe tener en cuenta a la población saudí, compuesta en su mayoría por árabes jóvenes. Muchos esperan que mantenga la postura de apoyo a Palestina que los monarcas saudíes mantienen desde hace tiempo, en consonancia con el papel del Estado como guardián de los lugares más sagrados del Islam. En su declaración oficial tras los atentados de Hamás, Riad hizo un llamamiento a la moderación, pero también dio a entender que Israel era responsable de haberlos provocado.
Es difícil predecir cómo decidirá MbS resolver estas fuerzas potencialmente conflictivas. Podría dar la espalda a Israel o decidir acercarse aún más a EE UU. Diplomáticos, ejecutivos e inversores no tienen mucho en lo que basarse. Eso por sí solo genera más incertidumbre en torno a Oriente Próximo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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