El esfuerzo para pagar la vivienda repercute más allá del hogar

La reducción del consumo de los hogares no afecta solo a la economía doméstica, sino a la del conjunto del país

Emilio Naranjo (EFE)

Aunque afortunadamente las familias españolas están todavía muy lejos del esfuerzo financiero que realizaban para pagar sus viviendas antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, que llegó a consumir el 54% de la renta, el porcentaje que dedican a este capítulo ha ido aumentando en los últimos ejercicios hasta marcar máximos de 10 años. Según el Banco de España, al cierre del segundo trimestre del año, el esfuerzo teórico anual de los hogares se situó en el 38,9%, lo que supone un alejamiento notable del límite que debería regir en unas finanzas equilibradas, que es de en torno a un 30%.

La explicación del crecimiento del pedazo de pastel dedicado al pago de la vivienda está en un entorno financiero tensionado por las sucesivas subidas del euríbor y por la progresiva revisión de las hipotecas variables, que se han convertido en un pesado lastre para muchos hogares. El euríbor a 12 meses, referencia en la mayoría de los préstamos hipotecarios a tipo variable, ha pasado en tan solo año y medio de moverse en terreno negativo a estar por encima del 4%. Muchas familias, acostumbradas a cargar con unas obligaciones financieras razonables asumidas durante los años de política monetaria laxa y dinero a precio de saldo, se han encontrado de la noche a la mañana con un encarecimiento constante de la factura de sus hipotecas, como consecuencia de la ofensiva del BCE contra la inflación.

Las consecuencias del tratamiento de choque de Fráncfort sobre los precios son unos hogares con una capacidad financiera cada vez menor para dedicar al consumo, lo que repercute no solo en la propia economía doméstica, sino en la del conjunto del país. La desaceleración de la demanda interna, de la cual el consumo constituye una partida fundamental, es uno de los grandes factores que ralentizan el crecimiento económico y supone un riesgo creciente de cara a un futuro marcado por la incertidumbre.

La conjunción del aumento de los tipos de interés, la presión de la inflación y unos salarios que no compensan la pérdida de poder adquisitivo de las familias está empobreciendo los hogares, pese a las constantes vitales que mantiene la economía española, todavía a la cabeza de la UE en crecimiento. Ni la política monetaria ni la inflación son variables susceptibles de manejo por los Ejecutivos nacionales, pero parece evidente que cuanto antes se forme Gobierno en España antes podrá ponerse en marcha una política económica y presupuestaria pensada para una coyuntura frágil e incierta.

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