Automóvil y medioambiente: soluciones más allá de las fuentes de energía

El paso a la economía verde es un proceso largo y complejo. En el sector del motor, las propiedades del aluminio está potenciando su uso

Dos trabajadores en una fábrica de aluminio.Reuters

Cuando hablamos de lucha contra el cambio climático, uno de los grandes campos de batalla que nos suele venir a la cabeza es el sector de la automoción. Se estima que los automóviles generan el 18% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, se trata, a la vez, de un sector imprescindible para el desarrollo y progreso de la economía y para la movilidad de personas y mercancías. En España, como bi...

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Cuando hablamos de lucha contra el cambio climático, uno de los grandes campos de batalla que nos suele venir a la cabeza es el sector de la automoción. Se estima que los automóviles generan el 18% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, se trata, a la vez, de un sector imprescindible para el desarrollo y progreso de la economía y para la movilidad de personas y mercancías. En España, como bien sabemos, es un sector estratégico que representa el 10% del PIB y el 18% del total de las exportaciones, y constituye un generador fundamental de empleo, que aporta en torno a dos millones de puestos de trabajo.

Esta relevancia hace que la búsqueda de soluciones que permitan conciliar esta necesidad social básica con el desarrollo sostenible sea prioritaria. Cuando pensamos en esas soluciones, generalmente nos centramos en las relacionadas con las fuentes de energía que mueven los vehículos, tales como la movilidad eléctrica o el desarrollo de biocombustibles y otras materias primas renovables que sustituyan al actual uso predominante de los combustibles fósiles.

Sin embargo, hay otras soluciones, también clave, que están contribuyendo de manera relevante a conseguir que nuestros vehículos sean más sostenibles, eficientes y respetuosos con el medio ambiente, y que, además, su reciclabilidad sea mayor. Se trata de los materiales que se utilizan en su producción. En este ámbito, de un tiempo a esta parte, el aluminio está desempeñando un papel decisivo. Sus principales características lo hacen idóneo en esa carrera contrarreloj contra el calentamiento global.

El aluminio es uno de los metales medioambientalmente más limpios y sostenibles del mercado. Sus múltiples cualidades han permitido que sea considerado uno de los metales del futuro, clave en el desarrollo de la economía circular para sectores industriales y de consumo tan habituales como el de las energías renovables, el tecnológico, el de la construcción y el que nos ocupa: la automoción y el transporte.

Actualmente, se utiliza en múltiples componentes del automóvil, tales como la carrocería, barras de techo, sistemas de climatización o las carcasas para baterías en los vehículos eléctricos, así como en diversos componentes del motor. La previsión de la Asociación Europea del Aluminio para 2030 es que se incremente aún más su uso, en torno a un 25%, hasta alcanzar los 256 kilos de media por vehículo.

Hay muchas y buenas razones para ello. El aluminio destaca por su ligereza, porque su densidad es un tercio de la del acero y permite que los vehículos sean más ligeros, lo que se traduce en menor consumo de energía y en una reducción en las emisiones de CO2. Asimismo, destaca por su alta conductividad –es un superconductor para el calor y la electricidad– por lo que es apropiado para el uso en sistemas de eficiencia energética.Pero, sobre todo, una de sus grandes ventajas es que es uno de los pocos metales que podemos denominar permanentes: es 100% reciclable sin que se produzca la pérdida de sus propiedades y en el proceso de reciclaje se emplea solo el 5% de la energía de la energía necesaria para su producción a partir de la bauxita.

En este ámbito, desde la industria, se están haciendo importantes avances y existen ya procedimientos que permiten conocer con total transparencia la trazabilidad en el proceso de reciclaje del aluminio, es decir, el contenido de chatarra que se ha utilizado preconsumo o posconsumo, su origen y el impacto medioambiental que ha generado su procesamiento. La recuperación de la chatarra posconsumo –que ya ha formado parte de un producto antes de su reciclaje–, contribuye, además, a la economía circular local de forma efectiva.

Por otra parte, también se trabaja en la sustitución de combustibles fósiles por otros renovables como es el caso del hidrógeno verde. Como bien es sabido, el hidrógeno verde se trata de una materia prima limpia, 100% renovable, ligera, almacenable, densa en energía y que no genera en sí emisiones directas de contaminantes. Sin olvidar que es el elemento más abundante del planeta.

El hidrógeno verde puede ser utilizado para la producción de aluminio y, de esta forma, eliminar emisiones que son difíciles de reducir en procesos donde la electricidad no es una alternativa, tanto en la industria del aluminio como en otras industrias pesadas, como el transporte pesado, el transporte marítimo y la aviación, entre otros, ya que puede reemplazar a los combustibles fósiles usados en procesos donde se requieren altas temperaturas.

En este sentido es, sin duda, una fuente de energía muy prometedora, por lo que cada vez más empresas y administraciones están invirtiendo en su investigación y desarrollo; algo que hay que seguir impulsando para mejorar las tecnologías aplicadas en su producción. También su uso en la movilidad eléctrica es muy interesante.

En definitiva, sabemos que la transición a una movilidad sostenible es un proceso complejo y a largo plazo; por ello, es importante poner en valor todas aquellas soluciones, más allá de los avances en las fuentes de energía, que nos ayuden a mejorar la eficiencia y reciclabilidad de nuestros vehículos. El aluminio con todas sus propiedades y ventajas está llamado a tener un protagonismo relevante y a ser un aliado perfecto en la lucha contra el cambio climático y la descarbonización de nuestro planeta.

Ana Vázquez es vicepresidenta de la región Sur en la división de Hydro Extrusion Europa

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