No hay que crear el euro digital… porque ya existe
Son los ciudadanos y las empresas los que deben decidir si les interesa este activo sin riesgo. Y cuanto antes puedan hacerlo, mejor
Los partidarios de mantener el sistema monetario actual, basado en los frágiles depósitos bancarios, proclaman que los bancos centrales no deberían crear los CBDC (dinero digital emitido por los bancos centrales). Concretamente, el BCE no debería emitir el euro digital porque los ciudadanos de la eurozona no ganarían nada.
Para empezar, su planteamiento es incorrecto. No se puede decir que el BCE no debería emitir un CBDC, esto es, el dinero digital emitido por los bancos centrales, por la sencilla razón de que no es lo que se propone hacer el BCE. La cuestión no es si el BCE debe emitir un dinero digital, porque el BCE, además de emitir el dinero físico, esto es, los billetes de euros, ahora también emite un dinero digital público. El BCE ya emite un CBDC, ese que ahora llamamos reservas (los depósitos de los bancos en el banco central).
Entonces, ¿en qué consiste el proyecto del euro digital? El problema es que ahora el dinero digital emitido por los bancos centrales solo pueden usarlo los bancos. Lo que está haciendo el BCE es diseñar una infraestructura para que los ciudadanos y las empresas no financieras también puedan usar el dinero digital público que ya existe, pero que solo puede usar la banca. La cuestión no es, pues, preguntar ¿qué razones hay para crear el euro digital?, porque ya existe. La cuestión es ¿debe el BCE crear una infraestructura para que todos los ciudadanos y empresas puedan usar el euro digital o debemos seguir como ahora, que solamente puedan usarlo los bancos?
La segunda idea de quienes quieren parar el proyecto del BCE es que, aunque los ciudadanos pudieran usar el euro digital, no iban a ganar nada; no les interesaría acceder a él. Pero esta decisión no deben tomarla los partidarios de que los ciudadanos no puedan usar el euro digital. Son los propios ciudadanos los que deben decidir si les interesa o no usarlo. El proyecto del BCE deja a los ciudadanos decidir si quieren tener su dinero en euros digitales del BCE o prefieren tenerlo en depósitos de bancos comerciales.
Y podemos imaginar lo que van a preferir. Por ejemplo, ¿qué habrían decidido las empresas tecnológicas que tenían sus depósitos en Silicon Valley Bank preparados para pagar a sus trabajadores y que no pudieron hacerlo hasta que el Ministerio de Hacienda, la Reserva Federal y el Fondo de Garantía de Depósitos se reunieron por la noche y decidieron ayudar a ese banco? No hay duda de que, si esas empresas hubieran podido acceder a los dólares digitales habrían preferido tener su dinero en CBDC. Y hubieran evitado ese susto. No habrían tenido ningún problema, ya que los CBDC no pueden entrar en crisis. Porque son dinero, no son promesas de devolver dinero. Igualmente, los responsables del Tesoro, la Reserva Federal y el FDIC hubieran podido dormir tranquilos aquel día, porque no hubieran tenido que tomar decisiones sobre la marcha, como las de aumentar el seguro de depósitos o crear una nueva forma de inyectar dinero en los bancos.
La clave para entender por qué es bueno que todos los ciudadanos puedan acceder al euro digital está en darse cuenta de que es un activo seguro, es dinero. El problema ahora es que el único medio de pago digital que pueden usar los ciudadanos son los depósitos en bancos comerciales que son un activo con riesgo. Y el problema de los depósitos es que no son dinero, sino promesas de devolver dinero. Promesas que suelen cumplirse, pero que a veces no pueden cumplir los bancos y entonces necesitan que el Estado venga a salvarlos. Lo vimos en la crisis de 2008 y lo acabamos de ver en marzo de este año con los bancos regionales de Estados Unidos y el segundo banco de Suiza.
Este problema de usar como medios de pago unos activos con riesgo existía también con el dinero físico en el siglo XIX. Entonces los bancos privados emitían billetes que, al no ser dinero, sino promesas de devolver dinero, entraban continuamente en crisis. Entonces se decidió que los bancos privados dejaran de emitir billetes y que todo el dinero físico fuera emitido por el Banco Central. Ahora se trata de que los ciudadanos puedan usar un dinero digital sin riesgo.
De hecho, es tan grande el atractivo de poder disponer de activos sin riesgo como los euros digitales, que, si no se pusieran límites en el momento inicial de su lanzamiento, los ciudadanos saldrían corriendo de sus bancos y dejarían vacíos sus depósitos para colocarlos en euros digitales. Por esto mismo es muy sensata la idea del BCE de arrancar con un límite a su uso en el momento inicial.
Otra forma de saber la utilidad de poder acceder al dinero digital emitido por los bancos centrales es preguntar a los que lo usan ahora, los bancos privados. Ellos saben mejor que nadie su importancia, ya que para sus transacciones entre ellos no utilizan los depósitos bancarios sino los depósitos en el banco central, o sea, el dinero digital emitido por los bancos centrales. También, cuando desconfían de otro banco, pueden sacar su dinero y colocarlo en el banco central. No creo que ningún banco privado pudiera decir que no ve ninguna ventaja en utilizar como medios de pago unos activos sin riesgo. O que no tienen interés en usarlo ellos.
En todo caso, la valoración de si a los ciudadanos les interesa poder usar el euro digital deben hacerla ellos. Nadie mejor que los ciudadanos, las empresas no financieras y las financieras no bancarias, sabrán si les interesa o no usar el euro digital. Pero para que puedan decidir los ciudadanos y las empresas, deben poder acceder a él lo cual no es posible todavía.
Por ello no se debe retrasar el proyecto del BCE. Importa que, cuanto antes, el euro digital sea accesible a todos y así los ciudadanos podrán elegir lo que prefieran. Ahora hay que apoyar al BCE en su tarea de conseguir un buen diseño de esa infraestructura. Cuanto antes. Con un buen diseño, pero cuanto antes.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez fue Gobernador del Banco de España
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