La deslocalización de Antolin y el penúltimo verano

Los proyectos de la compañía en Marruecos refuerzan los lazos económicos con los vecinos

Imagen del interior de una fábrica de Antolin.JELLISS

La deslocalización manufacturera inquieta solo cuando es en beneficio de terceros; cuando es el país propio el beneficiado, no se oyen críticas a que las empresas opten por países con mano de obra más asequible. Es lo que ocurre con las fábricas de Volkswagen o Renault en España. Del mismo modo, también las compañías españolas optan a veces por producir en otros lugares: es el caso de la firma de componentes de automóvil Antolin, que ya tiene una planta en la ciudad marroquí de Tánger y se plantea crecer en el país vecino.

A pesar de las tensiones inevitables entre Estados fronterizos, la relación entre España y Marruecos es estable, y su cercanía geográfica es un elemento más a favor de potenciar su presencia en la cadena de producción. Además, fomentar la industrialización de la nación magrebí ayudará a reforzar su economía y a mejorar la vida de sus ciudadanos. Habrá quien eche de menos que esos puestos de trabajo no se creen en España, pero si se cree en la globalización, hay que hacerlo también a las duras. En un entorno mundial tendente hacia el aislacionismo, establecer lazos económicos con otros países es aún más necesario.

El dividendo de empresas más que sólidas, alternativa a la renta fija

La Bolsa tiene más riesgo que la renta fija, cierto es, pero hay valores cuya rentabilidad de dividendo supera con creces a la de las letras del Tesoro, y que en la práctica están tan consolidados como un ministerio. Energéticas como Enagás o Redeia, desde luego, pero también Endesa, Naturgy e Iberdrola son, incluso tras algún que otro vaivén fiscal reciente sobre el negocio no regulado, y pese al difícil entorno para empresas endeudadas como ellas, garantía de solidez en la cotización y en la actividad. Y, no en vano, tampoco el Estado, que emite las letras, puede presumir de estar poco endeudado.

Otro verano de turismo como si fuera a ser el último de nuestras vidas

No hay que descartar que la convocatoria electoral del 23J sea una forma encubierta de crear empleo, temporal, eso sí, pues Correos reforzará sus filas para atender las numerosas peticiones de voto postal que recibirá. Pero el grueso de los puestos de trabajo que se ofreceran en el estío serán los habituales: turismo y restauración. En muchos casos, fijos discontinuos que saldrán de las sombras de los periodos valle y materializarán su condición estadística de empleados. Las previsiones de visitantes para el verano, pese a la crisis que sufre Europa y a las subidas de precios (encaminadas a recuperar lo perdido durante la pandemia), son excelentes; en parte, por el efecto rebote del Covid, que ha durado más de lo previsto (ya el verano pasado parecía que fuera a ser el último de nuestras vidas).

Los conciertos defienden su hueco en la pirámide de Maslow

Las necesidades del espíritu son difíciles de medir, aunque en la pirámide de Maslow están, obviamente, más arriba que otras absolutamente básicas como el alimento. Así que en caso de una catástrofe climática o energética de verdad urgente, los conciertos de música tendrían seguramente casi todas las de perder a la hora de decidir a qué se renuncia.

Por ahora, y puesto que los problemas del clima y de la energía siguen siendo los propios del primer mundo, los organizadores de eventos musicales se limitan a intentar generar menos residuos y a usar fuentes renovables. Con todo, presumir de compromiso con el medioambiente desde el escenario o las gradas de un recital seguirá pareciendo contradictorio.

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