El votante castiga a un PSOE desquiciado por Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno anticipa elecciones al 23 de julio para intentar frenar la caída socialista y reformular las marcas de sus socios alrededor de Sumar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerce su derecho al voto en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, durante las elecciones locales municipales y autonómicas.J.J.Guillen (EFE)

El mensaje no deja lugar a dudas: al votante no le ha gustado la política de pactos de Pedro Sánchez con Podemos, Esquerra Republicana y Bildu, que ha supuesto al PSOE perder el quicio. Por si acaso quedaran dudas de que en estas elecciones autonómicas y municipales han cotizado, y a la baja, las políticas nacionales, basta ver que el único líder regional del PSOE que se ha salvado es Emiliano García Page, precisamente el que ha sido más contundente criticando los pactos del líder de su partido.

Aunque pueda parecer irónico, el desastre del PSOE comenzó cuando en marzo de 2021 pactó con Ciudadanos la moción de censura en Murcia, que encima fracasó. El PP aprovechó la coyuntura para anticipar las elecciones autonómicas de Madrid (mayo de 2021) y Castilla y León (Febrero de 2022), y después llegarían las de Andalucía (Junio de 2022). Estos comicios tuvieron un denominador común, el PP absorbía prácticamente la totalidad de los votos de Ciudadanos, que se quedó fuera del parlamento en Madrid y Andalucía, y mantenía un testimonial escaño en Valladolid. Para colmo, el PSOE era incapaz de sumar los escaños que perdía Podemos y Vox crecía.

Por tanto, estos resultados de los dos últimos años fueron un aviso claro, pero Pedro Sánchez no pudo o no quiso entenderlo. En el debate sobre el estado de la nación de julio del año pasado tuvo la oportunidad de girar hacia el centro, que es lo que le pedía la ciudadanía, y, sin embargo, optó por dar una vuelta de tuerca más en su discurso, acercándolo hacia la extrema izquierda. Aquel día lanzó una soflama antiempresa, más impuestos a los bancos y a las eléctricas, y contra los grandes patrimonios para dar credibilidad a una campaña de marketing según la cual él lidera un Gobierno que representa a los débiles y Alberto Núñez Feijóo a los poderosos.

Esta estrategia fue machaconamente repetida por Sánchez en sus confrontaciones con Feijóo en el Senado. El entorno del presidente del Gobierno le animaba a insistir haciéndole creer que el gallego era un boxeador sonado (insolvente, se equivoca permanentemente), en contraste con su prestigio internacional tras recuperar la alianza con Estados Unidos y peso en Bruselas. Encima, los datos económicos muestran a España con el mayor número de cotizantes de la historia, casi 21 millones.

Por si esto era poco, el increíble CIS de José Félix Tezanos le entregaba unas encuestas al Gobierno que a las casas privadas de sondeos les parecían ciencia ficción. La última, de hace dos semanas, decía que el PSOE ganaría unas elecciones generales, con un apoyo del 29,1% del electorado, frente al 27,2% del PP, y situaba al proyecto Sumar como tercera fuerza, por delante de Vox. En fin, los populares han tenido el apoyo del 30,5%, los socialistas el 28,1%, Vox es la tercera fuerza y los partidos a la izquierda del PSOE se deshacen.

El pacto del PSOE con Podemos de noviembre de 2019 era imprescindible para gobernar, pero se podía haber mandado de maneras muy diferentes. El primer gran error fue apoyarse en Bildu cuando ni siquiera era necesario, el segundo, asumir el discurso de Podemos en temas que el ciudadano medio, el de centro, que es donde se sitúa la mayoría, no entiende. La vivienda es un asunto paradigmático. En un país culturalmente de propietarios, donde a los jóvenes ni pueden comprar casa y se las ven negras para alquilar, el Gobierno aprueba una ley que en el mejor de los casos no resuelve nada, ya que su aplicación va a crear más problemas. Como colofón, la ley del “sí es sí”, una norma que se vio de inmediato equivocada, y que, sin embargo, tardan meses en corregir y para ello hizo falta el PP.

La consecuencia de estas políticas es que el PP ha sacado siete millones de votos, lo que supone 1,9 millones más que hace cuatro años y 758.000 más que el PSOE. Pero no sólo aumentan los populares, sino que crece el bloque de derechas, lo que es clave para que gane gobiernos municipales y autonómicos donde el PSOE es la fuerza más votada. En 2019, el PP más Ciudadanos y Vox obtuvieron casi ocho millones de votos, el 35% del total. Ayer, PP y Vox sumaron 650.000 papeletas más y casi 3,7 puntos más.

El PP ha absorbido totalmente Ciudadanos, partido del que no queda nada en comunidades y capitales de provincia, y ya ha empezado a debilitar a Vox. Esto último cuesta más entenderlo y puede ser incluso discutible. El partido de extrema derecha duplicó ayer los resultados que obtuvo hace cuatro años. Sin embargo, si se mira lo que ha pasado en las últimas autonómicas con comparación más reciente se ve que Rocío Monasterio ha sacado en Madrid tres diputados menos que en mayo de 2021. Por tanto, seguramente Vox está enseñando ya sus máximos en muchos territorios y, aunque cueste entenderlo, quizá esté pisando el camino que inició Ciudadanos hace cuatro años.

Mientras en la derecha se está produciendo una reagrupación del voto alrededor del PP y muy en segundo lugar en Vox (31,5% y 7,2% del voto, respectivamente). En el bloque de izquierda se produce una mayor dispersión e incertidumbre. De entrada, el PSOE no sólo baja si no que es incapaz de atraer al voto que pierde el Podemos. El partido que lideró Pablo Iglesias camina hacia la nada. Se había quedado fuera del parlamento de Andalucía y ahora también desaparece de Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha, Canarias, Cantabria, La Rioja, Navarra y es irrelevante en todas las demás. Para colmo, las opciones más moderadas que salieron de Podemos han sobrevivido mejor, como es el caso de Más Madrid y En Comú, lo que anticipa que Podemos va a tener muy poco peso en la configuración de la plataforma Sumar de Yolanda Díaz.

La reacción de Pedro Sánchez ha sido darle una patada al tablero y convocar elecciones el 23 de julio. Nadie se lo esperaba. Prefiere romper la coalición que continuar la convivencia con las ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero. Veremos a quien lleva de número dos si a Yolanda Díaz o a Nadia Calviño. Seguramente ya no sirva para nada. Revertir la caída del bloque de izquierda y la subida del PP parece misión imposible.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Complutense

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