La estabilidad del poder adquisitivo, mito y realidad
Asistimos a un proceso inflacionista por el que las métricas de riesgo de la deuda se estabilizan, pero la gente se empobrece
La página web de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal afirma que “una función crucial de la moneda es la reserva de valor que puede ahorrarse y utilizarse en el futuro sin una pérdida significativa de poder adquisitivo”. No cabe duda de que así será, ya que las finanzas mundiales se basan en la estabilidad de las divisas y el dólar estadounidense es el eje del sistema monetario.
El gran Richard Feynman nos recordaba a menudo que si “la religión es la cultura de la creencia, la ciencia es la cultura de la duda”. Nunca me pondría al mismo –e inalcanzable– nivel que Feynman, pero al menos permítanme dudar, científico aficionado que soy. La página web de la Oficina de Estadísticas Laborales estadounidense (Bureau of Labour Statistics o BLS) es una valiosa fuente de información, aunque solo sea por todos los datos que publican periódicamente sobre el índice de precios al consumo de Estados Unidos. Oculta en los meandros de esta web hay también una calculadora de inflación del IPC, una aplicación que nos permite calcular la variación del poder adquisitivo del consumidor estadounidense.
Por ejemplo, 1.000 dólares en febrero de 2000 tenían el mismo poder adquisitivo que 1.523 dólares en febrero de 20 años después. Estamos hablando de una pérdida de poder adquisitivo de alrededor del 2,6% anual, lo suficientemente pequeña como para no desviarse demasiado de lo que en la jerga de los banqueros centrales se denomina “estabilidad de precios”. Durante los últimos 24 meses, por desgracia, el poder adquisitivo de los hogares estadounidenses ha disminuido más rápido, mucho más rápido: 1.000 dólares en febrero de 2021 tenían el mismo poder adquisitivo que 1.143 dólares en febrero de 2023. Esto equivale a una devaluación del 7,2% anual, claramente muy por encima de cualquier definición de “estabilidad de precios”.
Insto al lector a que saque sus propias conclusiones sobre esta cuestión, exquisitamente controvertida en un mundo dominado por el pensamiento económico dominante. Por mi parte, quisiera compartir una reflexión. A menudo oigo hablar del efecto virtuoso de la inflación sobre la sostenibilidad de la deuda. En realidad, el cociente deuda/PIB se comprime en un régimen de crecimiento nominal superior al tipo de interés de la deuda (la famosa fórmula i-g). El crecimiento nominal es la suma del crecimiento real y la inflación, por lo que incluso con un crecimiento real nulo, una inflación elevada puede ayudar a reducir el ratio deuda/PIB. Sin embargo, si la relación deuda/PIB disminuye, el poder adquisitivo de los hogares también cae con la inflación, como hemos visto en la calculadora del BLS. Estamos pues ante un desapalancamiento del sistema económico, en el que la población se empobrece al tiempo que se estabilizan las métricas de riesgo de la deuda, tanto pública como privada.
En conclusión, este problema puede adquirir un carácter social en la medida en que la pérdida de poder adquisitivo no se compense con el aumento de los salarios (es decir, que el llamado salario real sea negativo). Pero no solo eso. El impacto social de la inflación también se produce cuando la subida de los precios de los bienes primarios (en particular, los alimentos) reduce desproporcionadamente la renta disponible de los estratos más débiles de la sociedad.
Históricamente, la combinación de un poder adquisitivo frágil y una desigualdad en rápido aumento nunca ha conducido a la estabilidad económica, política y social. Corresponde, pues, a las autoridades encargadas de controlar la estabilidad de los precios, los bancos centrales, reencontrar el equilibrio que parece haberse perdido con las reaperturas pos-Covid, los cuellos de botella en las cadenas de suministro, el reshoring (proceso por el cual las empresas vuelven a traer la producción y fabricación de bienes a su país original), los rápidos cambios demográficos y los nuevos hábitos laborales.
Alessandro Tentori es CIO del sur de Europa de Axa Investment Managers
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