Los riesgos del WhatsApp en las relaciones laborales

La confusión de códigos está llegando a los juzgados en forma de denuncias, y la tendencia irá en aumento

Logo de WhatsApp.Unsplash / WhatsApp

La imagen de nuestros mayores haciendo una videollamada para poder ver a sus nietos durante los encierros que provocó la pandemia es el mejor ejemplo de cómo las nuevas tecnologías están facilitando la interconexión de las personas.

La tecnología ha permitido que las familias permanezcan en contacto a pesar de las restricciones de movilidad, y ha posibilitado también a los estudiantes mantener clases online y a muchos profesionales iniciarse en el teletrabajo, dando lugar a una nueva forma de desem­peño que ha venido para quedarse.

Sin embargo, estas herramientas de comunicación también comportan riesgos, que es necesario medir y tener muy en cuenta, sobre todo, en el ámbito laboral y profesional.

La dinámica de funcionamiento tiende también a hacer que se relajen los protocolos de comunicación y se confundan la inmediatez tecnológica con la proximidad social, que nada tiene que ver.

El problema más frecuente se produce por la ligereza y la relajación con que, a veces, utilizamos estos canales dentro del mundo laboral, trasladando, sin reflexionar, patrones de comunicación propios del ámbito familiar o de los amigos, mucho más informales y sin rigor. Ocurre, por ejemplo, con el correo electrónico y la mensajería instantánea.

Enviar un mensaje informal y con lenguaje poco reflexionado dentro de un ámbito profesional puede resultar muy arriesgado, porque su lectura en la distancia puede ser malinterpretada por la persona que lo recibe, dado que no se ha establecido la misma relación de confianza y cercanía. A diferencia del resto de relaciones.

Por eso resulta fácil comprender que existe un riesgo elevado de que el mismo lenguaje coloquial, trasladado al entorno laboral o profesional, sea malinterpretado por el receptor

Esto ya está ocurriendo, sobre todo, en WhatsApp.

Esta herramienta era utilizada en sus inicios únicamente con fines sociales, para comunicarnos con familiares y amigos. Sin embargo, su rapidez y versatilidad ha permitido su introducción en el mundo profesional en lo que supone un ahorro de tiempo considerable sobre otros canales.

Ese paso espontáneo sin formación alguna, ni reflexión, de lo informal de las relaciones sociales a lo formal en las relaciones profesionales está en el germen de los principales riesgos en el uso de esta aplicación.

El anecdotario ya está repleto de casos en los que un trabajador ha enviado por error un meme inadecuado al chat de la empresa, en lugar de enviarlo al grupo de amigos al que iba destinado. O a un cliente o proveedor.

En cualquier caso, constatamos que, los riesgos van más allá de la pura anécdota y tiene mucho que ver con la interpretación que un mensaje determinado pueda tener, sobre todo, al quedar por escrito, si es mostrado sin contextualizarlo adecuadamente.

Quedamos a cenar y vemos el trabajo puede interpretarse como una invitación destinada a intimar o puede tener un significado totalmente diferente si el trabajo tiene que ver con la decoración y el restaurante en el que se propone la cena es obra de la empresa en la que se produce esta comunicación.

Si tu jefe te envía el mensaje ya te echo de menos en tu primer día de vacaciones, puede entenderse como un intento de acoso flagrante con tintes sexuales, pero también puede coincidir con un momento de mucho trabajo dentro de la empresa y no ser más que el reconocimiento de la importante labor que desarrollas en tu puesto de trabajo y que la ausencia, legítima sin duda, supondrá la asunción de una carga superior para el resto de los compañeros.

El problema en cualquiera de los casos es,la facilidad para descontextualizar todo aquello que queda escrito a través de WhatsApp y que puede utilizarse en tu contra. Porque, ante un mensaje de este tipo, resultará muy difícil demostrar que la intención no era la que denuncia la otra parte.

Por lo tanto, no podemos obviar la indudable aportación que representan estas herramientas sociales, pero debemos tener muy en cuenta estos riesgos y en el entorno profesional abstenernos de hacer uso del lenguaje menos formal que utilizamos con familia y amigos. Y, ante la duda, decantarse siempre por la formalidad y el rigor, frente a la posibilidad de una interpretación errónea que pueda llevar a buscar indicios de acoso.

Lo que decimos no es ciencia-ficción: esta confusión de códigos está llegando a los juzgados en forma de denuncias y todo hace pensar que la tendencia irá en aumento.

Aviso a navegantes: atentos a nuestro WhatsApp y recordemos que, en el trabajo, y como en todo, menos, es más. Las comunicaciones, cuanto más directas y con menos dobles sentidos o literatura emocional, mucho mejor. Los emoticonos mejor resérvelos para la vida privada. Y antes de enviar nada, tomémonos un minuto para revisarlo.

Luis López es socio del despacho Sammos Legal

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