Cómo pueden aprovechar los inversores la divergencia Fed-BCE

Las acciones europeas están más baratas, y dependen más de los ciclos y de las exportaciones que las de EE UU

El presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, junto a la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, en el foro anual de banca central que el BCE celebra en Sintra (Portugal), en junio de 2022.BCE (EFE/BCE)

Romper es difícil. Pero después de coincidir paso a paso en el endurecimiento de la política monetaria durante los últimos seis meses, el presidente de la Reserva Federal de EE UU, Jerome Powell, y su homóloga del BCE, Christine Lagarde, están separando sus caminos. La frágil situación de la economía de EE UU y la sorprendente resistencia de la zona euro podrían dejar al BCE como el único halcón entre las principales instituciones que fijan los tipos. Los inversores pueden beneficiarse de esta ruptura apostando por el euro y la renta variable europea.

El día clave para los observadores de los bancos centrales fue el 21 de julio de 2022. Esa tarde, el BCE aprobó la primera subida del coste oficial del dinero desde 2011. Con ello se unió a la Fed, que había comenzado a subirlo en marzo, en la lucha por reducir la inflación hasta el objetivo del 2% que mantienen ambas instituciones.

Cada reunión posterior de fijación de tipos presidida por Powell y Lagarde trajo consigo otra subida, acompañada de potentes declaraciones sobre el “daño” que se infligiría a los hogares o la necesidad de políticas “restrictivas”. Los activos financieros sufrieron en ambos continentes. El S&P 500 cayó en 2022 un quinto, incluidos los dividendos reinvertidos, y el Stoxx Europe 600 perdió más de un 10%.

Hace dos semanas, sin embargo, el paso a dos transatlántico llegó a su fin. Aunque ambos bancos volvieron a subir los tipos, el trasfondo era diferente. Tras elevar el tipo de los fondos de la Fed en 25 puntos básicos, Powell calificó de “muy bienvenidos” los recientes descensos de la inflación, y habló de una “senda” para vencer al alza de precios sin recesión ni un desempleo mucho mayor.

El cambio de actitud se produce en un momento en el que la economía de EE UU muestra signos de debilitamiento. El gasto de los consumidores registró en diciembre su mayor caída en casi dos años. Y aunque la contratación se disparó inesperadamente en enero, se ha ralentizado en cinco de los últimos seis meses.

Por su parte, el BCE ha subido 50 puntos básicos su tipo de depósito y ha prometido una subida de la misma magnitud en marzo, y seguir después. Los traders prevén que los tipos alcancen el 3,5% en junio y se mantengan ahí al menos hasta febrero de 2024, según Refinitiv. Mientras, el mercado apuesta por que los tipos de EE UU alcancen un máximo del 5%-5,25% en mayo y empiecen a bajar en noviembre.

Esta discrepancia se debe en parte a que los dos banqueros partían de posiciones diferentes. El BCE no solo retrasó el endurecimiento hasta cuatro meses después que la Fed, sino que también tuvo que elevar los tipos desde las profundidades bajo cero que alcanzaron en 2014, tras la crisis de deuda de la zona euro. La ventaja de Powell significa además que EE UU está más cerca de controlar la inflación. La OCDE calcula que los precios estadounidenses subirán un 3,9% este año, frente al 6,8% de la zona euro.

Pero además, la economía europea se está mostrando sorprendentemente resistente. Su PIB creció un inesperado 0,1% intertrimestral en octubre-diciembre de 2022, con lo que el crecimiento global de la producción se situó en el 3,5% en el año. La caída de los precios del gas, un invierno suave y las generosas ayudas públicas a los hogares, además de la rápida reapertura del mercado chino, clave para la exportación chino, han reducido las probabilidades de recesión en 2023.

Las perspectivas en EE UU siguen siendo sombrías, en cambio. Un análisis de UBS sitúa en el 100% la probabilidad de contracción de la producción. El mismo indicador para la zona euro ha caído al 26%, desde el 60% de octubre. Por supuesto, la trayectoria de la inflación es muy incierta y cualquiera de los dos bancos podría cambiar de rumbo. Además, el BCE aún podría llevar a la zona euro a una recesión.

Hasta ahora, los mercados han ignorado estos escenarios más oscuros, centrándose en el posible final del ciclo de subidas de tipos. El S&P 500 ha ganado un 8% desde enero, incluidos los dividendos reinvertidos, y el Stoxx Europe 600 ha subido otro 8%. Los retornos de la deuda pública de EE UU a 10 años han caído 7 puntos básicos, hasta el 3,72%, mientras que la deuda alemana equivalente rinde el 2,37%, 7 puntos básicos menos que a principios de año.

Las divergentes trayectorias económica y monetaria hacen que este rally de todo tenga pocas probabilidades de durar. El ganador más natural será el euro. El día antes de que el BCE empezara a subir los tipos en julio, la diferencia entre los dos bloques –un factor clave para los tipos de cambio– era de 225 puntos básicos. En noviembre próximo podría estar en 150.

En parte, los mercados ya han descontado esta tendencia. En los últimos tres meses, la moneda única ha ganado un 7% frente al dólar y cotiza en torno a 1,08 dólares. Pero los analistas de Deutsche Bank esperan que alcance los 1,15 dólares en 2023. Un euro más fuerte mantendría a raya los precios de importación, reduciendo la necesidad de nuevas subidas de tipos.

Los argumentos a favor de la compra de acciones europeas están menos claros. La renta variable de EE UU se ha beneficiado de las expectativas de que los tipos alcancen pronto su máximo. Pero una recesión haría mella tanto en los beneficios empresariales como en la confianza de los inversores. Los estudios de Longview Economics muestran que ningún mercado bajista estadounidense –una caída del 20% de la Bolsa desde el máximo hasta el mínimo– ha terminado antes de que se redujera la producción económica.

Además, las acciones europeas están más baratas. Las empresas del Stoxx Europe 600 cotizan a 13 veces los beneficios previstos para los próximos 12 meses, muy por debajo de las 18 del S&P 500, según Goldman Sachs. Este descuento es casi un cuarto mayor que la media a largo plazo.

Además, las firmas europeas pueden beneficiarse de la mejora de las perspectivas mundiales, ya que en torno al 60% de sus ventas proceden del extranjero, según Goldman, frente al 40% de los grandes grupos de EE UU. Las Bolsas europeas están, además, más sesgadas hacia las empresas menos valoradas –como las financieras, industriales, energéticas y de consumo–, que tienden a pagar dividendos más altos y suelen encabezar la mejora de la economía, porque sus beneficios son más sensibles a los ciclos.

A medida que Powell y Lagarde tomen caminos distintos, los inversores se sentirán cada vez más atraídos por el halcón solitario europeo.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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