De Buffett a Soros, las cinco jugadas bursátiles más rentables de la Historia

Los grandes inversores aprovechan a menudo las incoherencias del sistema para realizar sus apuestas más fuertes

Un inversor dibuja un flecha ascendente.Galeanu Mihai (Getty Images/iStockphoto)

Michel Burry ha vuelto a los titulares este verano. El inversor es la única figura de Wall Street que cuenta con una película que explica la mejor jugada de su carrera (La Gran Apuesta, Adam McKay, 2015). La cinta narra cómo este gestor de hedge funds (y antiguo médico) se hizo de oro tomando posiciones ultra-especulativas contra el mercado de derivados hipotecarios en Estados Unidos. Cuando las subprime pincharon en 2008, Burry se convirtió en millonario. Y en leyenda. Ahora, acaba de apostar 1.600 millones de dólares al desplome de la Bolsa americana. ...

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Michel Burry ha vuelto a los titulares este verano. El inversor es la única figura de Wall Street que cuenta con una película que explica la mejor jugada de su carrera (La Gran Apuesta, Adam McKay, 2015). La cinta narra cómo este gestor de hedge funds (y antiguo médico) se hizo de oro tomando posiciones ultra-especulativas contra el mercado de derivados hipotecarios en Estados Unidos. Cuando las subprime pincharon en 2008, Burry se convirtió en millonario. Y en leyenda. Ahora, acaba de apostar 1.600 millones de dólares al desplome de la Bolsa americana. De momento está perdiendo esta baza, pero todo el mercado contiene el aliento.

La inversión de Burry en corto contra la desaforada industria hipotecaria de Estados Unidos de los años 2005-2007 le permitió ganar 100 millones de dólares en tres años. Este osado movimiento ha pasado ya al imaginario colectivo como uno de los grandes pelotazo de la Historia bursátil. Hacerse rico en poco tiempo y, además, llevando la contraria a todo el establishment. ¿Quién no querría? Pero hay otras formas.

Cada uno de los más célebres inversores de todos los tiempos ha tenido algún momento dorado, ya sea torciendo el brazo del Gobierno de su Graciosa Majestad Isabel II, reclutando a los mejores matemáticos del mundo para diseñar un algoritmo infalible para ganar en Bolsa o reaccionando en tiempo récord para cubrirse del tsunami económico y financiero que provocó la pandemia del coronavirus. Soros, Ackman, Simons, Burry y Buffett son ya tan célebres que sus historias han trascendido a los medios especializados y varios de ellos se han convertido en celebridades.

1. Buffett y su idilio con Apple

Tim Cook, consejero delegado de Apple, junto al inversor Warren Buffett

Warren Buffett (Omaha, EE UU, 1930) se ha ganado a pulso el título de el mejor inversor de todos los tiempos. De empezar de cero (bueno, casi cero, porque su padre era un político relevante y tenía una firma bursátil), a ser uno de los hombres más ricos del planeta, con una fortuna de 120.000 millones de dólares. El Oráculo de Omaha ha labrado este capital a través de su empresa Berkshire Hathaway, que lleva seis décadas comprando todo tipo de negocios.

Buffett, de 93 años, tiene participaciones en Coca Cola, en Bank of America, en Kraft Heinz.... pero si hay una inversión que destaca sobre todas las demás es Apple. La primera vez que compró acciones del fabricante de iPhones fue en 2016. Hace relativamente poco tiempo. El desempeño de este valor ha sido tan espectacular desde entonces que hoy en día representa el 51% de toda su cartera de participadas, algo que no le había sucedido jamás.

El directivo siempre había defendido la importancia de diversificar las inversiones. Hasta que llegó Apple a su vida. Su conglomerado Berkshire Hathaway compró títulos en 2016 por valor de 1.000 millones de dólares. Y luego siguió comprando. Y la acción subiendo. Se calcula que en total el grupo ha invertido 36.300 millones de dólares en el marca de la manzana, que hoy tienen un valor de 194.000 millones de dólares, gracias a una revalorización media de casi un 400%. En términos absolutos son unos descomunales 158.000 millones de dólares en poco más de seis años. De esta cantidad, 40.000 millones corresponden a Buffett. Nunca antes alguien ganó tanto con una inversión en tan poco tiempo.

2. Bill Ackman: un ‘hedge fund’ vacunado contra la Covid-19

Bill Ackman, fundador y CEO del 'hedge fund' Pershing Square Capital Management.Brendan McDermid (REUTERS)

William Ackman (Nueva York, 1966) pertenece a una especie de inversor muy diferente a la Buffett. Este descendiente de judíos asquenazíes estudió arte en Harvard donde luego cursó un máster de negocios. Aunque empezó en en una gestora de activos convencional, centrada en inversiones en Bolsa, pero muy pronto se empezó a ver más atraído por el mundo de los fondos de cobertura (hedge funds, en la jerga). Este tipo de vehículos, reservado solo a inversores profesionales, permiten una flexibilidad casi absoluta al operar: pueden endeudarse, pueden jugársela todo a una carta, pueden tomar posiciones cortas para sacar partido de la devaluación de un activo...

Tras una carrera fulgurante, Bill Ackman creó en 2004 su propia gestora de hedge funds, Pershing Square Capital Management. Partía de un capital inicial de 54 millones de dólares y ahora gestiona activos por valor de casi 20.000 millones de dólares. La actividad de un gestor de hedge funds es muy diferente de la de un gestor convencional. Hay veces que se toman posiciones en una compañía para actuar desde dentro y promover un cambio de dirección o una fusión. También ocurre que cuando apuestan por la caída de un valor, inician campañas públicas para poner de relieve todas las debilidades de esa compañía. Eso le ocurrió a Ackman con Herbalife. Denunció durante meses que tenía un esquema de ventas piramidal. Tras dos años de litigios apenas logró sacar provecho de esta operación.

Cuando sí dio la campanada fue en 2020, cuando se desató la pandemia mundial del coronavirus. En febrero de ese año el virus empezó a provocar cierres masivos de ciudades en China, y fue entonces cuando Ackman vio que este evento inesperado provocaría una fuerte corrección en las Bolsas de todo el mundo. “El infierno [bursátil] se acerca”, llegó a decir a sus colaboradores. Para protegerse, contrató un tipo de derivado financiero conocido como credit protection. Se tratan de opciones vinculadas a la percepción sobre la solvencia de una empresa. Si esta empeora, quien las tienes contratadas gana dinero.

Eso es lo que le ocurrió a Ackman, pero a lo grande. De acuerdo con una información publicada por The Wall Street Journal, el inversor desembolsó 204 millones de dólares en estas coberturas y, gracias a las fuertes caídas bursátiles, ganó 3.850 millones de dólares en menos de dos años. Mientras media humanidad vivía pandemia confinada y angustiada, Ackman disfutaba de su jugada en su ático neoyorkino, con vistas a Central Park.

3. La apuesta que puso contra las cuerdas a Reino Unido

George Soros, junto a su hijo Alexander, en MúnichALEX SOROS VIA TWITTER ( via REUTERS)

György Schwartz (Budapest, 1939), más conocido como George Soros, sobrevivió de milagro a la ocupación nazi de Hungría –su familia era judía no practicante–, se mudó a Reino Unido y en la década de los 70 ya era uno de los gestores de hedge funds más famosos del país. Su jugada más osada hizo hincar la rodilla al mismísimo Banco de Inglaterra en 1992. Tras ganar 40.000 millones de dólares en su carrera, se ha convertido para muchos en el epítome del poder en la sombra que maneja los hilos de la geopolítica mundial. Los fanáticos de ultraderecha no le perdonan que haya donado 32.000 millones de su fortuna a la fundación Open Society, que promueve el fortalecimiento de la democracia de todo el mundo.

Quien identificó la forma para craquear la política monetaria de Reino Unido y sacar un jugoso rédito ni siquiera fue él, sino su mano derecha, Stanley Druckenmiller, el mejor operador macro de la historia. Él fue quien vio que se podía aprovechar la dubitativa adhesión del país al Mecanismo Europeo de Tipo de Cambio (METC). Este acuerdo obligaba a que las monedas de los países que formaban parte de la Unión Europea fluctuaran dentro de unas bandas. La libra esterlina no podía distanciarse más de un 6% respecto al marco alemán.

Druckenmiller en seguida detectó la fisura del plan. En Alemania los precios se estaban disparando tras la reunificación del país. Para controlar la inflación, Berlín subió con fuerza los tipos de interés. Eso impulsaba al marco frente a la libra. Para contrarrestarlo, Londres tenía también que subir tipos (pese a que su economía estaba en recesión) y comprar su propia divisa en el mercado abierto. Al cabo de unos trimestres, la situación parecía insostenible. Druckenmiller olió la sangre, avisó a Soros y se marcaron un all in: todo al rojo.

El fondo de Soros, Quantum Funds, empezó a pedir dinero prestado para tomar posiciones cortas frente a la libra esterlina. En total, más de 4.000 millones de dólares. En un intento desesperado, el Banco de Inglaterra subió tipos hasta el 12%, pero su credibilidad estaba por los suelos y al final Londres tuvo que claudicar y salir del METC. Por el camino, Soros y Druckenmiller se habían embolsado 1.000 millones de dólares con la jugada.

4. Michael Burry: la cara B de las hipotecas de EE UU

Michael Burry, en la presentación de la película `La Gran Apuesta'.Getty Images

Michael Burry (San José, EE UU, 1971) tiene otra forma de mirar. Estudió medicina y llegó a trabajar haciendo guardias en un hospital. No solo era un outsider del mundo financiero, es que también tiene el síndrome Asperger, un trastorno del espectro autista que le hace ver el mundo con otros ojos. Tal vez ese era el perfil capaz de apreciar el alocado funcionamiento del mercado hipotecario en 2003.

En La Gran Apuesta se refleja a la perfección el disparate. Personas sin trabajo fijo que compraban casas con el 100% de financiación, y sobre esa hipoteca constituían otra hipoteca. Y luego otra más. Y luego esos títulos se empaquetaban y se comercializaban entre inversores con la máxima calificación crediticia, a pesar de ser basura.

Burry se dio cuenta y consiguió firmar unos contratos a medida con Goldman Sachs: si el mercado de hipotecas subprime pinchaba, él ganaría mucho dinero. No ocurrió en un año. Ni en dos. El inversor tuvo que seguir pagando y pagando por esos contratos mientras veía cómo su fondo Scion Capital perdía sin parar. Hasta que todo estalló. Al final, el vehículo logró una rentabilidad entre 2000 y 2008 del 489%, frente al 3% de la Bolsa de EE UU en ese periodo. Burry ganó 100 millones de dólares

No fue el único. Kyle Bass, con su fondo Hayman Capital, también apostó contra las hipotecas basura empaquetadas y recalentadas en los llamados CDO. En su caso, jugó la partida desde el corazón de Wall Street, lo que permitió que las ganancias totales del hedge fund con esta operativa fueran de 4.000 millones de dólares.

5. David Tepper: comprar bancos cuando el sector parece quebrado

El millonario David Tepper.Cordon press

David Tepper (Pittsburgh, EE UU, 1957) fue el segundo hijo de una modesta familia judía de Pennsylvania –su madre era maestra y su padre contable–. Tras cursar un MBA empezó a trabajar en el mundo de la inversión. Primero en Goldman Sachs y con solo 35 creó su propio hedge fund, Appaloosa Management.

Como les ha ocurrido a la mayoría de grandes inversores, su gran jugada llegó yendo contracorriente. Tras la quiebra del banco Lehman Brothers en 2008 y el rescate de otras entidades, todo el mundo huyó de las acciones bancarias. A los operadores les quemaban en las manos. Tepper vio entonces que había mucha irracionalidad en las cotizaciones y en enero de 2009 empezó a comprar títulos de Citigroup y de Bank of America a precio de ganga. En ese año, los precios se multiplicaron por cuatro y Appaloosa generó una rentabilidad del 133%. Con esa jugada Tepper ganó para sus inversores 7.000 millones de dólares.

El epílogo de la historia de Tepper es también digno de película. Su salida de Goldman Sachs se precipitó cuando descubrió que su jefe, Jon Corzine, no le iba a promover para convertirse en socio de la firma. Cuando se hizo multimillonario, con sus apuestas en banca, Tepper acabó comprando la casa de su ex jefe en los Hampton. La demolió y se construyó una el doble de grande, para demostrar que “aún quedaba algo de justicia en el mundo”.

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