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Tribuna
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El caso KASPR: empresas que usan tus datos, una realidad peligrosa de internet

Recientemente la autoridad francesa de protección de datos, la Commission Nationale de l’informatique et des Libertés (CNIL), ha sancionado a una empresa que se dedicaba a extraer datos de una red social para comercializar con ellos.

Estafa por Internet
Unplash

Esto no es nuevo, de hecho, la primera red social que creó Mark Zuckerberg se dedicaba a rascar datos de internet -lo que se conoce como web scraping- para obtener de los anuarios de las universidades americanas fotos de mujeres y poder calificarlas por los usuarios como más o menos atractivas. Lo que sí es reciente es que esta técnica se está popularizando. Con la irrupción de la inteligencia (IA) artificial se necesita cada vez más información para que estos sistemas puedan entrenarse y recurrir al rascado de datos es una opción barata.

Toda la información que está en internet puede ser objeto de depredación: los hay que se dedican a la caza de información usando técnicas de extracción de datos que están a la mano de casi cualquiera que tenga nociones de programación. No estamos hablando de los temidos hackers, existen empresas cuyo modelo de negocio consiste en buscar nuestras fotos, información sobre nuestros puestos de trabajo, lo que colgamos en redes sociales o qué reseñas hacemos a los restaurantes, nuestros hábitos de consumo o si hemos sido infieles.

Todo dato es bueno, cuanta más información subamos a internet, mejor. Y lo que más beneficia a este tipo de negocios es que los internautas no sepamos nada acerca del ciclo de vida de todo aquello que subimos a internet. Esta ignorancia es una poderosa fuente de suministro de datos, ya sean personales o datos especialmente sensibles. En el mejor de los casos, un internauta avezado admite que todo aquello que sube a internet se queda ahí, pero esto no es así. Lo que subimos a internet no se queda quieto, sino que circula, a veces lo descontextualizan, lo reproducen o alteran e, incluso, se destila por parte de un sistema de IA.

Esto supone un clamoroso riesgo. Al igual que el mundo no cibernético ha sufrido para llegar a la conclusión de que un Estado de Derecho, Social y Democrático -en mayúsculas para remarcar que las palabras Social y Democrático no son meros adjetivos del Estado de Derecho, sino elementos autónomos con acervo e identidad propias a los que se debe otorgar la misma importancia- es el mejor de los mundos posibles para con la sociedad civil, también debemos ser conscientes de que necesitamos un contrato social para internet.

No basta con ser meros internautas, la realidad de internet es innegable y es colosal. Es un mundo aparte con unas reglas prácticamente ajenas a los estatutos que entre todos como pueblo soberano hemos decidido darnos. Regular internet requiere de un acuerdo global, prácticamente imposible, pero como pone en algunas tazas de café: “solo es imposible aquello que no intentas”.

Un ejemplo claro de la inseguridad y, también, de la injusticia de internet es el caso de una empresa de Estados Unidos que se dedicaba a extraer datos de la red social Linkedin y que fue denunciada por la propia red social. En pleno proceso judicial, un hacker robó en Linkedin datos de 700 millones de personas. La empresa tuvo que llegar a un acuerdo por el cual pagó medio millón de dólares. El hacker no se ha localizado.

Y una cuestión peligrosa en todo esto es el concepto de libertad que últimamente se está manejando, “libertad de expresión”, “libertad ambulatoria”, “libertad en internet” y, por poner una guinda, “comunismo o libertad” son frases que están permeando en la sociedad dando la sensación de que cualquier norma que restrinja se convierte en autoritaria, censitaria de esa libertad, que más bien es un libertinaje.

No es admisible que existan empresas cuyo principal objeto consiste en coger información que los internautas subimos a contextos concretos de internet, pensando que están en un entorno bajo nuestro control y a salvo, tan solo disponible para aquellos que queremos que lo vean y en realidad, superando nuestras razonables expectativas, acaben como repositorios para entrenar máquinas o que los rasque un bot -una máquina- para que los vendan como producto para quién sabe qué cosas. Puede que incluso se use esa información en contra de nuestros intereses.

La libertad es poder hacer lo que uno debe, la urbanidad, como escribió Comte-Sponville es la llave de todas las virtudes, sin ella, no existen. Esa urbanidad, con el adecuado concepto de libertad, nos puede encaminar hacia las buenas costumbres, a ser conscientes de que internet no es un lugar en el que hacer lo que en el mundo real se prohíbe. Y si regulamos en internet el web scraping no estamos censurando la libertad, estamos poniendo límites al libertinaje.


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