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Tribuna
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Las patentes europeas como termómetro de la innovación española

No es un problema que Alemania supere las 24.000 solicitudes en un año, mientras nosotros no llegamos a las 2.000

Esta semana hemos conocido los datos recabados por la Oficina Europea de Patentes (OEP) durante 2022. A pesar de que la noticia no aparece en la portada de los periódicos, para quienes nos dedicamos a la protección de la propiedad industrial estas estadísticas tienen una gran importancia porque son uno de los indicadores que nos permiten saber si la innovación, la ciencia y la industria ganan peso en nuestro modelo productivo.

Sin embargo, la revelación de estos datos viene siempre acompañada de sentimientos encontrados, y esta vez no ha sido una excepción. Por un lado, las 1.925 solicitudes de patentes europeas presentadas por empresas e inventores españoles son una buena cifra si tenemos en cuenta que son solo 20 por debajo del máximo histórico nacional que se logró en el ejercicio anterior. Ahora bien, el total global ha crecido un 2,5%.

Más allá del inútil debate sobre qué ciudad o comunidad autónoma ha realizado el mayor número de solicitudes de patente, hay un horizonte que nos sitúa como el undécimo país europeo (contando Reino Unido) por volumen de presentaciones. Y esto siendo la cuarta economía de la eurozona. El sistema de patentes es indudablemente complejo, pero eso no es un problema para que Alemania supere las 24.000 solicitudes de patentes europeas en un año, mientras nosotros no llegamos a las 2.000.

En una materia íntimamente ligada a la internacionalización como es esta, ampliar las miras nos permite tomar conciencia de nuestro lugar. A nivel global, el mayor número de patentes solicitadas ante la OEP en 2022 estarían dentro del sector de la comunicación digital, un área con escaso peso en España. Las invenciones en tecnología médica, en cambio, ocupan el segundo puesto. En ese sector, nuestro país sí que mantiene una buena posición. De hecho, la innovación sanitaria es nuestro principal fuerte, con las invenciones farmacéuticas y biotecnológicas ocupando también los primeros puestos.

Motivo de optimismo ha sido también constatar que las invenciones en tecnología ambiental son las que más han crecido, con un 82%. La preservación del medio ambiente es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad y que el tejido innovador español esté comprometido con la búsqueda de soluciones para garantizar el acceso a una energía limpia es una apuesta elogiable e inteligente.

Las cifras del pasado ejercicio nos muestran, además, un avance importante de la tecnología informática (crece un 35%) y, aunque a galaxias de distancia de las grandes potencias, que nuestra posición mejore es también motivo para el ánimo. De hecho, que entre los principales solicitantes españoles de patentes europeas se encuentre una empresa de ese sector, la donostiarra Multiverse Computing, resulta esperanzador no solo por el área, sino también por el hecho de que pertenezca al sector privado.

Aunque estemos acostumbrados a que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), universidades y otros centros de investigación figuren en los primeros puestos de presentaciones, sabemos que para que esas invenciones lleguen a la sociedad y se traduzcan en generación de empleos y riqueza, es necesaria la colaboración con un sector privado que es a menudo incapaz de satisfacer esas necesidades, ya sea por falta de conocimiento, de espíritu emprendedor o de tejido industrial, entre otras razones.

En este punto, la esperanza puede estar en el surgimiento de un buen número de fondos de capital privado decididos a desempañar el papel de bisagra entre lo público y lo privado. Huelga decir aquí que para esos actores solicitar la protección por patente es fundamental para impulsar cualquier proyecto, entre otras cosas porque en aproximadamente seis meses la Oficina Europea de Patentes emitirá un informe con una alta fiabilidad sobre las posibilidades reales de obtener la concesión de la patente para la invención y, por tanto, poder tomar decisiones fundamentadas sobre la viabilidad y el futuro de ese proyecto. Esa herramienta, al igual que otras que proporciona el sistema europeo de patentes, es de un incalculable valor. Los que nos dedicamos a la protección de la propiedad industrial tenemos la misión de divulgarla. Eso, al menos, sí está en nuestras manos.

Juan Arias Sanz, socio fundador y director de ABG Intellectual Property

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