¿Están las farmacéuticas obligadas a compartir la fórmula de sus vacunas?
Las multinacionales protegen con mimo los 'know-how'. Las patentes serán públicas, pero su uso restringido
El apoyo de Estados Unidos a la liberalización de las patentes de las vacunas Covid ha abierto el cajón de dudas en el terreno de los derechos de propiedad intelectual. Si una farmacéutica descubre un importante compuesto para la salvación de muchas personas, ¿está obligada a compartir el hallazgo con el mundo y ceder su uso exclusivo? Hay caminos para favorecer la producción y evitar monopolios en emergencias sanitarias.
Juan Arias, socio cofundador y codirector de ABG Intellectual Property, explica que, en principio, no existe ninguna norma internacional que obligue a una farmacéutica a liberar sus patentes “si por ello entendemos suspender sus efectos, temporal o permanentemente”. ¿Puede entonces una gran multinacional guardarse la receta de una vacuna para sí? No es tan sencillo. Registrar una patente no significa esconder la fórmula bajo llave; de hecho, toda solicitud de patente es pública. “Lo que sí conlleva”, puntualiza Jean B. Devaureix, responsable de litigios de patentes de Pons IP, “es que el uso de lo patentado está restringido por la empresa creadora, que ha pagado por la exclusividad”.
Las patentes tienen como objetivo incentivar la investigación y premiar la invención. Es un derecho de propiedad intelectual que permite a su titular impedir que otros fabriquen, vendan o utilicen el objeto de su patente en un determinado territorio durante los siguientes 20 años. En el caso de las vacunas “se protege normalmente un producto, el principio activo, como el ARN mensajero de la vacuna de Moderna”, explica el experto.
Una crisis sanitaria puede servir de pretexto para que un país suspenda la exclusividad. La vía más habitual son las licencias obligatorias, donde “la patente sigue vigente”, explica Arias, “pero explotada por terceros que no son titulares y sin necesidad de que el propietario esté de acuerdo con esta licencia”.
Si un Estado toma este camino, la firma es obligada a ceder sus fórmulas a terceras empresas. “Dado que la patente es un derecho territorial, el procedimiento tendría que seguirse en cada Estado conforme a sus normas internas”, apostilla el letrado. Un escenario que cuenta con precedentes, aunque escasos. Como apunta Arias, en Sudáfrica y Brasil “se concedieron licencias obligatorias para poder importar genéricos de medicamentos para el tratamiento del VIH”.
Secreto a voces
La ley de patentes española recoge la posibilidad de exigir a las farmacéuticas que concedan estas licencias para que otros fabriquen su vacuna. También prevé una vía más dura: la expropiación forzosa. En ambos casos, el Gobierno fija mediante Real Decreto “el canon para la empresa titular de la patente”, explica Arias.
Para la ciencia resulta bastante fácil descifrar los componentes de un principio activo a través de procesos de retroingeniería, o ingeniería inversa, lo que convierte a las vacunas en secretos a voces. Por ello, las farmacéuticas se esfuerzan más en blindar el know how, es decir, las técnicas, y no tanto los principios activos. “Esto se protege habitualmente mediante secreto empresarial”, explica Juan Arias. En realidad, las patentes no incluyen todo el conocimiento, “sólo el básico, no el óptimo”. De poco sirve conocer los componentes de una vacuna si los laboratorios no cuentan con los medios o los expertos para fabricarlas, por lo que tener completo acceso a los entresijos de la fabricación es esencial, insiste el letrado.
La industria farmacéutica ya ha mostrado su rechazo a liberar las patentes, al considerar que no es la solución para garantizar el acceso a la vacuna y podría desincentivar la innovación. Tesis defendida en España por la Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica. En el lado opuesto, Médicos Sin Fronteras ha presentado este miércoles una propuesta al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo para exigir la suspensión temporal de los derechos exclusivos, no solo sobre las vacunas, sino también “de otras herramientas médicas como los tratamientos y los diagnósticos para el coronavirus”.
Sueros y propiedad intelectual
Patentes. Las solicitudes de patente se hacen públicas a los 18 meses, por lo que aún no se sabe cuántos registros hay en curso, explica Juan Arias, de ABG Intellectual Property. En todo caso, la liberalización de las patentes que tantea Biden sería “temporal”, agrega Jean B. Devaureix, de Pons IP.
Licencias voluntarias. Las farmacéuticas pueden carecer de medios para fabricar sus propios medicamentos, o estar interesadas en que exista producción en países donde no cuentan con sedes. En estos casos se usan las licencias voluntarias, contratos con terceros para explotar la patente bajo ciertas condiciones y a cambio de un precio pactado. Actualmente existe una red de este tipo de concesiones para fabricar la vacuna contra la Covid.
Secretos industriales. Son informaciones confidenciales que una empresa blinda contractualmente contra la competencia. Las farmacéuticas descartan esta vía para proteger sus principios activos, pero sí son muy utilizadas para proteger ciertas técnicas. Los investigadores que conocen los secretos están atados a fuertes obligaciones de confidencialidad en sus contratos.
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