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Del jamón a la entrada para un musical, la evolución de la cesta de Navidad

Los tradicionales lotes de alimentos van dando paso a otras opciones de regalo, entre los que triunfan los objetos tecnológicos y las experiencias

A Ruth Chamorro le hizo mucha ilusión cuando “muy jovencita” recibió su primera cesta de Navidad. Pero una vez pasados los instantes iniciales se encontró con un inconveniente. Cómo llevar el paquete desde la sede de su empresa hasta su casa en Metro, su medio de transporte habitual. La solución fue llamar a un taxi “asumiendo un gasto que se iba del presupuesto”. La responsable de negocio de la unidad de incentivos de Up Spain, firma de compensación y beneficios sociales, recuerda entre risas al otro lado del teléfono esta anécdota personal para explicar cómo están cambiando los regalos navideños de las empresas para tratar de adaptarse “a las cinco generaciones que pueden llegar a coincidir en el entorno laboral”. “Hay distintas tipologías de empleados, no solo diferentes por edad, también por gustos, tipos de dieta o situación personal”.

Sostiene Chamorro que con la tradicional cesta de Navidad, las empresas hacen un esfuerzo, a pesar del cual el empleado puede que no se sienta escuchado, o piense que su empresa no le conoce. “Aquel regalo que era un ‘guau’ en el pasado, ahora ya no responde a todas las necesidades. Y cada vez hay una tendencia mayor a sustituir lo tangible por lo experiencial. A uno puede que le guste el salchichón, pero otro puede preferir ir a ver un espectáculo. Nuestra propuesta es dejar elegir, no imponer el regalo”.

Up Spain, que da servicio a unas 4.700 empresas y más de 100.000 empleados en España, ofrece a sus clientes catálogos online de regalos. “Se muestran los productos en un entorno personalizado con la imagen y los valores de la empresa y los trabajadores tienen una serie de puntos que pueden canjear por lo que más se ajuste a sus necesidades. Ya sean objetos, como dispositivos tecnológicos o juguetes para sus hijos, experiencias, como entradas a musicales, o por productos gourmets”.

El año pasado, el producto estrella en su plataforma fueron las freidoras de aire. “Nos quedamos sin stock”, revela Chamorro, quien apunta que lo que más se demanda son los productos tecnológicos, desde auriculares inalámbricos a teléfonos móviles, en el caso de las empresas con más presupuesto.

“Hemos notado una tendencia muy fuerte con las experiencias. Las cosas tangibles se olvidan, pero cuando vas, por ejemplo, a un musical lo recuerdas más y lo compartes con tu entorno. E incluso crea más vínculo con la empresa”, narra.

La firma, además, se puede encargar de la logística, “quitando así un dolor de cabeza a los departamentos de recursos humanos” y entregar los regalos en el hogar de los empleados. Una facilidad que Chamorro hubiese agradecido con su primera cesta. Recordando la ilusión que le hizo recibirla, concede que a pesar del crecimiento de opciones como las que ofrece su empresa, la tradicional cesta de Navidad sigue siendo un regalo muy extendido entre las compañías.

Más loncheados, menos jamones enteros

Aunque el sector ha vivido tiempos mejores, como reconoce Ricardo Quintano, director general de Alonso Navidad, firma especializada en la elaboración de este tipo de presentes. “A partir de 2007 y la crisis, empezó a bajar de una manera muy potente, tocó suelo y ahí nos mantenemos. No hay tendencia a la baja, pero tampoco al alza”. Cada año, además, toca lidiar con las subidas de precios de los diferentes productos que componen el lote. Cuando no es uno, por ejemplo el aceite, es otro, más recientemente el cacao. “Esto nos obliga a ser imaginativos e ir haciendo cambios para adaptarnos al presupuesto de los clientes”. En las cestas no suelen faltar los quesos y los embutidos. “El 60% de las compras totales que hacemos en Navidad corresponde a charcutería. Este año es crítico para los productos ibéricos porque ha subido mucho el precio y hay escasez de jamones y paletas por razones de oferta y demanda”. Un carecimiento de los ibéricos que ya se viene notando en los últimos años, explica Quintano. Desde la empresa Lotes de España, también se “lamenta” el incremento “del coste del jamón, el chocolate y los frutos secos”, según un comunicado de prensa remitido por la firma.

Precisamente el jamón es un buen ejemplo de cómo han evolucionado las cestas de Navidad para adaptarse a las nuevas realidades de los empleados. “Cada vez más se están imponiendo más los loncheados. Por una parte, debido a cuestiones económicas. No es lo mismo una pieza entera que un kilo loncheado, que sale más barato. Y por otra parte, pesa que las familias son más reducidas y un jamón en casa se les hace mucho. Además, se está perdiendo la costumbre de cortarse el jamón. Los sobre son más fáciles de consumir”, cuenta Quintano. Por no hablar de que en viviendas pequeñas llega a ser una odisea encontrar el suficiente hueco en la cocina para colocar el jamonero.

Otro cambio que resalta Quintano es la disminución de bebidas de alta graduación, como whisky, ron o coñac, una tendencia en consonancia con jóvenes que beben menos que sus generaciones anteriores. “Se mantienen el cava y los vinos”.

Veganos y celíacos

Las cestas también se han adaptado a las opciones de alimentación de cada vez más población. Es el caso de los lotes de productos veganos o sin gluten, como señala Victoria González, directora de marketing promocional y comercio solidario de Fundación Juan XXIII. Esta entidad sin ánimo de lucro elabora, desde el departamento que lidera González, más de 120.000 cestas cada año. “Vemos que ahora se busca un enfoque más gourmet, donde prima la calidad a la cantidad. Con productos de proximidad, presentaciones más cuidadas y hechas con materiales reciclables”. Sobre este último punto, Lotes de España apunta que “las cestas de mimbre son un clásico”, pero que también tienen cabida“otros formatos como baúles, cubiteras, neveras portátiles, mochilas o maletas con ruedas”.

La Fundación Juan XXIII pone también a disposición de sus clientes una plataforma donde los empleados pueden elegir su regalo. Ya sea personalizar su cesta, optar por otros regalos, “entre los que triunfan los tecnológicos”, o elegir una experiencia. Además, hay quien decide desde esta herramienta hacer donaciones a proyectos de entidades sin ánimo de lucro. De entre todas las opciones, “hay un alto porcentaje que sigue queriendo cesta, en sus distintas variedades. Ese momento de llegar a casa con la caja y poder abrirla en familia. O que sea el producto que se consume en Nochebuena o Navidad”. “Creo que es algo que va a seguir existiendo porque es la magia de la cesta”, opina González.

Una afirmación que coincide con la de Ricardo Quintano, para quien “la percepción del valor recibido cuando se entrega un cheque regalo es menor”. “Aún persiste ese romanticismo, podríamos llamarlo, de recibir la cesta y abrirla en familia. Te metes en lo que es el espíritu navideño”, defiende. Sea un lote con productos de alimentación, un objeto tecnológico o una experiencia, todas las fuentes consultadas coinciden en que más allá del valor material, hay una parte que no se puede cuantificar. Esa sensación de reconocimiento por su trabajo y dedicación que tiene el empleado cuando recibe un regalo de este tipo.

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