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Invertir en arte, ¿una alta rentabilidad solo para unos pocos?

El ‘Luxury Investment Index’ de Knight Frank ha identificado a las obras de arte como el bien pasional más rentable del último año, con un 30% de retorno

Inversión en obras de arte Gráfico
Belén Trincado Aznar
Fernando Belinchón

Con una frecuencia variable, pero inexorable, las obras de arte, tarde o temprano, copan titulares a golpe de mazo de subasta. Tal y como demuestra la pieza más cara puesta en liza en lo que va de 2023, el arte, además de bello, puede ser muy rentable si se alinean los astros adecuados. El cuadro Dama con abanico, de Gustav Klimt, se vendió el 28 de junio por el equivalente a 97,71 millones de euros, mientras que la anterior adquisición de esta obra se produjo en 1994 con un precio de 8,97 millones de euros. La rentabilidad no es solo cosa de Klimt. En su Luxury Investment Index, índice que mide el comportamiento de diferentes artículos exclusivos, la inmobiliaria especializada en lujo Knight Frank ha identificado al arte como el rey de todos estos bienes pasionales en los últimos 12 meses. Su rendimiento del 30% triplica la del segundo y tercero: relojes y joyas. La gran pregunta no es si el arte puede ser rentable, sino más bien, si solo está al alcance de unos pocos.

Para responderla, conviene atenerse en primer lugar a las características del mercado del arte. Es variopinto, y aunque es especialmente difícil hacer distinciones generales sobre él, no es imposible. De un lado, existe lo que se conoce como mercado primario y mercado secundario.

El primario es el arte comprado en galerías o directamente al autor. El secundario es en el que se venden las obras que alguien adquirió previamente, como por ejemplo ocurre en las subastas o en compraventa entre particulares. Cada uno de ellos tiene sus propios códigos y normas que conviene conocer en profundidad antes de plantearse siquiera entrar en el arte como inversión. Dando solo unas pocas pinceladas de sus naturalezas, en el primario muchos artistas tienen contratos de exclusividad con galerías concretas y no pueden vender su trabajo a otras personas salvo en raras y autorizadas excepciones; respecto al secundario, el catálogo es muy amplio y se encuentran obras con un rango de valor que oscila entre los cientos y los millones de euros. En este último hay más lugar para el regateo.

Desde el punto de vista de la duración están las compras pensando en el corto o el largo plazo, siendo mucho más comunes y lógicas las segundas. Rafael Lozano, especialista y asesor en el mercado secundario del arte, explica que, en raras ocasiones, en el segmento al que se dedica surgen oportunidades de hacer rentabilidad rápidamente. “Por el motivo que sea, a veces aparecen. Gente que ya no le gusta su obra de arte, que necesita el dinero rápidamente o que está buscando algo nuevo y se deshace de lo que ya tenía”, apostilla. No obstante, estas serían las excepciones para la regla, ya que lo habitual es tener que esperar años para sacar rentabilidad. “El perfil de inversor que busque rentabilidad inmediata que se olvide del arte”, sintetiza Lozano en una frase que recuerda vagamente a la advertencia que en la Divina comedia de Dante Alighieri se lee a la entrada del infierno.

Infierno literario al margen, también en este mundo hay niveles, pero de riesgo. Poniendo de relieve el alfa y el omega de la seguridad inversora: no es lo mismo adquirir una obra de un artista emergente que todavía está vivo que hacerse con una pieza de un artista consolidado que ya falleció. Lozano expone el porqué de estos diferentes niveles aludiendo a uno de los más célebres pintores españoles. “Picasso sube de precio cada año. Si se quiere certidumbre hay que acudir al mercado secundario y buscar artistas muy consagrados. Son casos de artistas muy reconocidos internacionalmente. Hay mucha demanda. Es un tema de oferta y demanda. Tiene mucho de esnobismo, de moda, de querer prestigio, pero al final no es más que otro mercado. En el caso de los pintores fallecidos ya no hay más producción. Al no haber más producción y mucha demanda, los precios suben”, desarrolla.

La idea de un activo que siempre tienda a subir su precio resulta inverosímil, y con razón, pero, puntualización mediante, se podría decir que en el caso de cierto tipo de arte la certidumbre de revalorización es mayor que en otras inversiones. Con otras palabras, un buen Picasso siempre será un buen Picasso. La puntualización la aporta Amalio Herrero, director de la galería Herrero de Tejada, y no es otra que la de que no todas las obras son iguales por muy reconocido y prestigioso que sea el artista. “Dentro de un valor de inversión seguro como es un artista consagrado, no todos sus trabajos van a tener el mismo valor en el mercado. Puede darse la circunstancia de que justo la obra que se posee pertenece a una serie que no es relevante o que no resulta atractiva”.

Si bien es muy cierto que solo muy poca gente podrá pagar el precio de un Picasso, esto no significa que el mundo del arte esté reservado para los bolsillos más pudientes. Las opciones más seguras de inversión sí que efectivamente lo están, pero es en los artistas emergentes, la opción más arriesgada, donde los pequeños inversores o amantes del arte sin grandes presupuestos tienen una oportunidad... De jugar a la lotería.

¿Obras o boletos?

Teniendo en cuenta que el mercado del arte fluctúa en general, como bien atestiguó el bajón que sufrió con el estallido de la burbuja inmobiliaria, y que hay ciclos que van cambiando la predilección por uno u otro tipo de obra de arte o estilo, el mayor peligro en particular de comprar una obra de un artista emergente únicamente pensando en querer obtener una rentabilidad futura es simple. Nadie puede ver el futuro. Ese es el peligro. “En mi modesta opinión, invertir en artistas emergentes es como jugar a la lotería. Intervienen muchos factores. La moda, los gustos de cada país. A lo mejor una obra que en España no gusta nada triunfa fuera, o viceversa. Es mucho más complicado de lo que nos creemos. Es un poco como la Bolsa. Fluctúa. Un artista puede caer en desgracia”, comenta Lozano.

Herrero añade que cuanto más pequeño es el presupuesto inversor, más obligado se está a conocer profundamente el mercado. Esa pequeña cifra, si se quiere rentabilizar, se tiene que hacer con un artista del que se tenga una idea del potencial de su desarrollo. “Eso obliga a conocer en profundidad el contexto del arte. Es un mundo complejo, incluso para mí como profesional que trata de mantenerse al día de lo que sucede. Por eso el nivel de conocimiento que hay que tener del mundo del arte para ser inversor es muy alto, o en su defecto, debe hacerse de la mano de un experto”, recomienda.

Tanto Lozano como Herrero coinciden en varios puntos. En que a veces es una lotería, en que siempre viene bien tener un experto al lado si se está pensando en dar el paso. Y en que aquellos que quieran comprar una obra deberían de hacerlo movidos por algo más que el mero afán de lucro.

“Se empieza a comprar arte porque te gusta. Vas entrando poco a poco y una vez se conocen determinados códigos es posible empezar a actuar como un inversor. Entrar en el mundo del arte como inversor sin tener un conocimiento o un buen experto es muy delicado. Hay varios ejes. El mundo de las galerías. París, Nueva York, Hong Kong, Londres. Qué sucede en cada uno de esos mercados. Qué tipo de apuesta está habiendo en este ciclo. Qué tipo de corriente está más en boga. Entrar en el arte sin estos conocimientos es un suicidio. Es como comprar lotería”, reitera Herrero.

“Para mí, estos pequeños inversores no solo deben pensar en inversión, ya que no deja de ser un producto de alto riesgo, ese tipo de inversor debe entrar al mundo del arte haciéndose con obras que les llenen, que les gusten, que les incite a acercarse al mundo del arte y de las galerías. A partir de ahí, en el momento de decidir la compra de la obra, partiendo de esa base de pasión, deben tener el ojo clínico necesario para saber que la pieza que compren sea buena. Si la obra es buena y tiene un precio razonable, tarde o temprano llega el rendimiento. Para mí, la manera de pensar de estos pequeños inversores debe ser a medio-largo plazo, acercándose con cierto conocimiento o muy bien asesorados y sabiendo que los productos a ese precio que luego multipliquen su valor son muy pocos. No sucede todos los días”, profundiza el experto director de galería.

Por su parte, Lozano estima que aproximadamente el 90% de las personas que acuden a este mercado son amantes del arte. Que en general se empieza comprando lo que a uno le gusta y ya luego, secundariamente, viene la preocupación por la rentabilidad. “Un enfoque puramente inversor requiere acudir a las superfirmas y esperar. Si lo que has comprado te gusta, si luego no lo vendes, por lo menos tienes algo que te gusta”, concluye. El arte puede ser una inversión no solo para pudientes, pero lo que no debería ser es una inversión inconsciente debido a lo subjetivo y poliédrico de este bien de lujo.

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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