Las universidades buscan su lugar en el ecosistema emprendedor

Rectores de España y América Latina debaten sobre el papel que deben jugar las instituciones educativas que dirigen y cómo impulsar el emprendimiento desde sus aulas

Franziska & Tom Werner (Getty Images)

En un mundo como el actual en constante movimiento, las universidades son conscientes de que no pueden quedarse ancladas en sus formas de trasmitir el conocimiento, que no deben ser “torres de marfil” sino “estar atentas a las necesidades de la sociedad”, como afirma Laia de Nadal, rectora de la Universidad Pompeu Fabra. Ella fue una de las participantes en el V Encuentro Internacional de Rectores Universia, organizado por Banco Santander en Valencia esta semana, en el que se reunieron 700 rectores y líderes universitarios de 14 países. Durante tres días, debatieron y compartieron sus experiencias sobre diversos temas, entre ellos cómo impulsar el emprendimiento desde las instituciones educativas que lideran.

Julián Rodríguez, rector de la Universidad Austral argentina, defiende que las universidades tienen que ser “las bottegas del siglo XXI. Como esos talleres de la Florencia del Renacimiento, donde se compartía el saber con la mirada puesta en lo nuevo, en la siguiente era”.

Estas instituciones educativas “tienen que participar en la creación de ecosistemas donde se desarrollen los emprendedores”, sostiene De Nadal, y para ello deben ser “permeables”. “Hay que salir, enseñar el potencial y las herramientas que tenemos, a la vez que las empresas y las instituciones tienen que entrar. Vamos mejorando en esto, pero aún cuesta”, añade. Esta colaboración es “crucial”, en palabra de Adriana Tortajada, consejera delegada de la plataforma de inversión Twelve Hundred y especialista en capital de riesgo.

Para crear un ecosistema adecuado no solo hay que mirar hacia fuera, también hay que hacer cambios en la forma de trasmitir el conocimiento a los alumnos. “Son muy importantes las actividades experienciales, donde se desafíe a los jóvenes a exponerse a ciertas situaciones que le ayuden a desarrollar competencias como la resiliencia, la creatividad, la comunicación. Habilidades que tiene que tener un emprendedor y que no se enseñan en un aula de manera teórica durante un semestre. Hay que vivirlas en la práctica”, afirma David Alejandro Garza, rector del Tecnológico de Monterrey, en México. En su institución realizan bootcamps en los que desafían a sus alumnos a que sean “creativos e innovadores, que comuniquen sus ideas y las vendan”, y también llevan a cabo programas de mentorías con exalumnos que ya han conseguido poner en marcha sus proyectos.

Precisamente para dar los primeros pasos de un proyecto, en el estadounidense Babson College dan a sus alumnos unos 600 dólares con los que deben empezar a crear un negocio desde el primer día. Con ello pretenden forzarlos a entender cuáles son las necesidades a las que van a tener que hacer frente. “Así adquieren la confianza, los conocimientos básicos y la mentalidad necesaria para ser un emprendedor”, explica el decano Ken Matsuno. “A la gente de 18 o 19 no le interesa estudiar ADE o Economía, les parece aburrido. Lo que quieren es sentir que lo que hacen tiene impacto”, añade Matsuno, que detalla que una amplia mayoría de los jóvenes que van a estudiar en Babson College están interesados en el emprendimiento.

En la Universidad Austral, por su parte, imparten enseñanzas específicamente enfocadas en los investigadores para ayudarlos en el proceso de emprender. “Tienen que salir de sus laboratorios, sentarse en una mesa y saber vender su proyecto”, relata Rodríguez. Y ponen especial foco en las mujeres de carreras STEM. “Ya han participado en nuestras formaciones 3.500 mujeres de toda América Latina. Y se han concretado 256 proyectos de tecnología en cinco años”, añade. Con otros de los programas que llevan a cabo, presentan “proyectos de investigación a alumnos de último año que se quieren especializar en negocios para ver cómo llevarlos a empresas”. Rodríguez destaca, además, la importancia de que la universidad se involucre con aceleradoras e incubadoras, como hace su institución.

A este respecto, De Nadal defiende que las universidades deben mejorar en el seguimiento de los proyectos una vez que salen de las paredes de los campus e involucrarse “como un socio más” en las startups. “Tenemos que tener un rol más activo”, opina. Esta participación en las empresas cuando han echado a andar también puede servir para obtener beneficios que destinar a la investigación y a otros proyectos, defiende Rodríguez.

Pero no todas las ideas que salen de las mentes de los alumnos llegan finalmente a materializarse. Si hay una palabra que va íntimamente ligada al emprendimiento es fracaso. “Los estudiantes tiene que aprender a fallar, porque no siempre salen los casos de éxito a la primera”, asegura Andrea Nolan, directora y vicerrectora de la Edinburgh Napier University, en Escocia. “Las universidades debemos vernos como esa red donde el estudiante puede equivocarse, puede caerse y no pasa nada. Lo vuelve a intentar y continúa su camino. Somos un espacio fabuloso para que los estudiantes practiquen y se desarrollen en esas competencias”, sostiene Garza.

Por su parte Matsuno afirma que hay que permitir que los estudiantes fracasen “pronto y a menudo”, porque así, al acabar la carrera, habrán aprendido de sus errores y estarán “mejor preparados para la vida real. Están en la época de que fallar sea una buena inversión”. Una idea que comparte Santiago Jiménez, fundador de la startup Liight, proyecto que ha ganado un Santander X Global Award 2023, premio internacional de emprendimiento universitario, desarrollado por la entidad bancaria, cuyo objetivo es fomentar la innovación desde el ámbito universitario. “La universidad, y no solo como institución, sino por el momento vital de estudiante, creo que es un punto clave de la vida para aquellas personas que tienen la inquietud por emprender. Les permite rodearse de otros que tengan la misma inquietud, crear asociaciones. Es un momento en la que no tienes demasiadas cargas y es ideal para poder arriesgarte y saltar a la piscina”.

Bajo su punto de vista, en las universidades españolas “se está impulsando más” el emprendimiento en los últimos años, aunque aún queda camino por recorrer. Y también hay que cambiar, según De Nadal, esa mentalidad que hace que estén mal vistos los fracasos y virar “hacia una cultura más anglosajona” en ese sentido.

Entre los cambios que todas las universidades tienen, o han tenido, que llevar a cabo para favorecer el emprendimiento entre sus muros, una parte importante corresponde a las personas que enseñan. “Tenemos que educar tanto a nuestros estudiantes como a los profesores, para que dicten los conceptos adecuados en sus asignaturas. Tenemos asignaturas transversales en doctorados y másteres con contenido de emprendimiento. Y para eso necesitamos profesionales que estén capacitados. Pero también que posean un poco de pasión, de mayor intencionalidad”, argumenta Eduardo Hebel, rector de la Universidad de La Frontera, en Chile. “Se trata de un campo de estudio que cambia rápidamente”, por lo que los docentes deben tener una formación continua, asegura Matsuno, que explica que en Babson College han formado a unos 2.500 profesores para que puedan dar clases de emprendimiento en sus instituciones.

Los jóvenes tienen una mala opinión de la universidad

Críticas. En el  primer barómetro de la Fundación Conocimiento y Desarrollo se recoge que el 30% de los jóvenes consultados tiene una opinión regular, mala o muy mala de la universidad. Un porcentaje similar, el 27%, considera que no aporta ventajas. Conforme va subiendo la edad de los encuestados, la opinión sobre la institución educativa va mejorando. Así, el 86% de los mayores de 65 años tiene una visión positiva de la universidad, frente al 69% de los jóvenes de entre 18 y 29 años.  

Valoración. La encuesta es valorada “en términos globales como muy positiva” por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), según fuentes de la entidad. “La opinión sobre la universidad mejora con el tiempo, porque la experiencia de la vida laboral permite una visión más amplia y una evaluación personal más objetiva de lo que la universidad aporta a la trayectoria profesional”, añaden. 

Teoría. La encuesta arroja también el dato de que un 70% de todos los encuestados considera que la enseñanza que se ofrece en las universidades es muy teórica y poco práctica. Una opinión que entre los jóvenes llega al 76%. Pese a que la mayoría de los consultados destaca el beneficio que esta etapa educativa aporta al desarrollo personal y social, un 48% cree que lo que se aprende en las aulas no se ajusta al mercado laboral. Aunque la CRUE considera que el estudio “tiene un tamaño muestral limitado”, conocer los resultados le ofrece “una información muy útil de cara a identificar áreas en las que realizar cambios”. Cuestionados por los recursos económicos y de tiempo invertidos en la educación universitaria, el 57% está de acuerdo en que se justifican con los beneficios posteriores. El 88% de los encuestados que fueron a la universidad volvería a tomar la misma decisión. Entre los que no han ido, el 51% señala que lo haría si pudiera volver a elegir, mientras un 27% optaría por la Formación Profesional. 

Sociedad. Se preguntó también en el barómetro por cómo la universidad puede contribuir a la sociedad. A este respecto, el 81% considera positiva la aportación que hace a la atracción y generación de talento, el 80% destaca su papel en la formación de profesionales en activo y un 77% considera que impulsa la competitividad. 

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