Invertir en infraestructuras: la temática de moda gracias al impulso del gasto público
Las gestoras están levantando fondos para comprar autopistas, puertos, antenas para telefonía o parques eólicos
Larry Fink es probablemente el inversor más influyente del planeta. En 1992 fundó BlackRock y ha dirigido la firma desde entonces, hasta convertirla en la mayor gestora del mundo, con un volumen de activos gestionados de 10 billones de dólares (9,2 billones de euros). Hace dos meses anunció una de las adquisiciones más importantes de su trayectoria: la ...
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Larry Fink es probablemente el inversor más influyente del planeta. En 1992 fundó BlackRock y ha dirigido la firma desde entonces, hasta convertirla en la mayor gestora del mundo, con un volumen de activos gestionados de 10 billones de dólares (9,2 billones de euros). Hace dos meses anunció una de las adquisiciones más importantes de su trayectoria: la compra de GIP, uno de los líderes de la inversión en infraestructuras. ¿Por qué hizo este movimiento? ¿Por qué un gigante como BlackRock ha entrado en esta temática de inversión?
Para Fink la respuesta es sencilla. “Los políticos han comprometido unos incentivos fiscales de tal calibre que solo se ven una vez en la vida, para apoyar el desarrollo de nuevas tecnologías y proyectos de infraestructuras”, explicaba el directivo en el comunicado donde se detallaba la operación. GIP controla activos de infraestructuras valorados en 100.000 millones de euros, a los que se suman ahora los 50.000 millones de la cartera de BlackRock.
En Estados Unidos, el presidente Joe Biden anunció hace tres años un ambicioso plan de renovación de infraestructuras por valor de 2 billones de dólares (1,85 billones de euros). El objetivo es renovar carreteras y puentes, cambiar las conducciones de agua... Al otro lado del Atlántico, el European Green New Deal impulsado por la Unión Europea pretende movilizar una cantidad similar para fomentar la electrificación de la economía e impulsar la digitalización, entre otros aspectos.
Aunque estos grandes programas de inversión pública parecen alejados del inversor minorista, muchos de los planes contemplan proyectos de colaboración público-privada y las gestoras de activos han tomado nota. Cada vez se levanta más dinero de inversores que tienen interés en tomar participaciones en activos vinculados con las infraestructuras.
José Cloquell es el máximo responsable de inversión en activos ilíquidos en la firma de banca privada Diaphaum. Una de las principales tesis de inversión, tanto del pasado ejercicio como el actual, es la apuesta por las infraestructuras. “En la actual coyuntura macro, con los tipos estabilizados y una desaceleración económica, nos parece atractivo invertir en proyectos de este tipo, sobre todo en los que quien ofrece la infraestructura percibe un ingreso simplemente por su disponibilidad, y cuando el contrato recoge la posibilidad de incrementar los cánones si sube la inflación, lo que permite protegernos”, apunta el experto. Desde esta entidad recomendaron el año pasado invertir en un proyecto para ofrecer infraestructura de fibra óptica.
La mayor parte de las inversiones hacia infraestructuras se canalizan a través de fondos de capital riesgo. Este tipo de vehículos exigen unos periodos de iliquidez bastante amplios (de 5 a 9 años) y las inversiones mínimas son altas, normalmente de más de 100.000 euros, por lo que están muy enfocados a inversores institucionales: fondos de pensiones, aseguradoras, oficinas de asesoramiento de personas adineradas...
Los gigantes de esta industria son el mencionado GIP (en proceso de integración el BlackRock); la firma canadiense Brookfiled -que tiene inversiones por valor de 191.000 millones de euros, en torres de telefonía, operadores ferroviarios, puertos...), y la australiana Macquaire (200.000 millones de euros). Esta última firmó un acuerdo hace cuatro años con la aseguradora Mapfre y la entidad de banca privada Abante, para lanzar un fondo conjunto. “Ha sido un éxito absoluto”, explica uno de los primeros espadas de la aseguradora. “Las rentabilidades están siendo excepcionalmente buenas”.
La gestora alemana DWS elabora trimestralmente un informe sobre inversión en infraestructuras. El último, publicado hace unas semanas, recordaba que en 2023 el índice EDHEC Infra300 Unlisted Infrastructure, de referencia para este tipo de activos, apuntaba a un retorno anual de casi el 11%. Lo más sorprendente es que en 2022, cuando se desplomaron casi todos los activos financieros (Bolsa, bonos soberanos, deuda corporativa...) las infraestructuras dieron un rendimiento del 8,1%.
Uno de los principales temores que había en el sector en 2023 es que las subidas de tipos impactaran mucho en proyectos de infraestructuras muy dependientes del endeudamiento. “Pero el sector ha demostrado una capacidad de adaptación enorme, tanto a las subidas de precios como a las subidas de tipos”, reflexiona Cloquell.
Otro de los grandes jugadores es Copenhagen Infraestructure Partners que va camino de sumar 12.000 millones de euros recabados para invertir en energías renovables, convirtiéndose en el mayor fondo del mundo en esta temática.
Bajada del listón
Hasta hace dos años, el importe mínimo para invertir en capital riesgo estaba en 100.000 euros, pero la Ley Crea y Crece lo bajó hasta 10.000 euros, con ciertas condiciones. Pocas entidades se han animado hasta ahora a comercializar fondos ilíquidos desde importes tan bajos, pero poco a poco se va moviendo el mercado. Bankinter, por ejemplo, sí que permite invertir desde ese importe, en un fondo de fondos que reúne todas sus estrategias de capital riego (muchas de las cuales están vinculadas con las infraestructuras). También la plataforma Crescenta baraja lanzar fondos de infraestructuras para todos los públicos.
Una de las grandes ventajas de la inversión en infraestructuras es que está muy vinculada a la administración pública, por lo que el riesgo de impago es menor. Los contratos que se firman suelen contemplar todo tipo de circunstancias que blindan la inversión, desde incrementos de inflación hasta posibles cambios regulatorios, que acaban solventándose con arbitrajes internacionales, como los que se dieron en España con el recorte a las renovables en 2008.
Los pequeños inversores tienen una segunda fórmula para acceder a este tipo de activos: los fondos que invierten en compañías de Bolsa que son dueñas de infraestructuras, como Ferrovial, que explota el aeropuerto de Heathrow en Londres y varias autopistas en Estados Unidos. Álex Arajuo es el responsable de este tipo de estrategias en la firma M&G. A su juicio, “las firmas de infraestructuras cotizan en Bolsa muy a menudo a precios más atractivos que las no cotizadas, por lo que son muy buena inversión”.
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